Arístides Segarra es escritor. Anteriormente ya fue construyendo Estilo familiar en Almacén. Estilo familiar dejó de actualizarse en octubre del 2006.
Mi niña lo intuye, y no le gusta. Lo sé. Tiene derecho a que no le guste, pero tiene la obligación de entenderlo. Sí, los niños tienen obligaciones, y ya sé que es una herejía que atenta contra el statu quo que la infancia ha adquirido en nuestras envejecidas sociedades, en las que ahora se discute si un cachete es maltrato. Mi padre jamás me levantó la mano, sólo necesitó una mirada. Aquella mirada. Sólo hacían falta aquellos ojos transmitiendo que no te estabas comportando como se esperaba de ti.
Irene intuye, pues no es capaz todavía de ponerle palabras, que su padre jamás la ha consolado, y que jamás lo hará. No me refiero al consuelo de diario, con el que se obsequia al niño cuando cae de la bicicleta o se abre la ceja contra un saliente de la cama, sino al consuelo con el que le mentimos sobre el sentido de esta vida y les drogamos con la existencia de otra en donde encontrará a los familiares muertos. El consuelo que supone hacer creer que el bien tendrá una recompensa ajena a uno mismo, como el esfuerzo y la voluntad. En ese sentido soy un padre desolador: no conjuro los miedos de Irene con mentiras piadosas, a lo sumo con mi presencia, que dista mucho de semejarse al atributo divino.
Puede que usted, lector amable, piense que semejante crueldad me será devuelta con creces cuando, ella adulta y yo anciano, no disimule mis limitaciones, mi demencia o mi muerte, y haga que me sean constantemente presentes, en justo pago por su desconsuelo infantil. Eso espero.