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Estilo familiar por Arístides Segarra

Arístides Segarra es escritor. Anteriormente ya fue construyendo Estilo familiar en Almacén. Estilo familiar dejó de actualizarse en octubre del 2006.

El hastío del estío

Aún no hace quince días deambulaba entre Corrientes y Perón a la busca de un lugar donde cenar. Mis amigos argentinos (o mejor, bonaerenses) parecían más interesados en el paseo o la charla que en la comida, y así deambulamos por bastante más tiempo del que hubiéramos tenido que esperar en el primero de los restaurantes, en el que, por cierto, acabamos cenando. Mientras los demás se consumían en averiguar el tiempo de espera que cada local nos ofrecía, Fernando Caride, su mujer Gabriela y yo nos complacíamos en regalarnos mutuamente las palabras de nuestras hijas, ambas de seis años, y en admirarnos del proceso deductivo que sus lindas cabecitas habían elaborado hasta llegar a ellas. ¿Qué pasó por su mente, que elucubraciones realizó hasta llegar a lo que dijo? Ya ven, en qué nos distraemos los padres.

Una de nuestras deducciones a partir de la puesta en común fue que viajar en coche estimula el razonamiento en los niños. Más del cincuenta por ciento de las anécdotas tenían como escenario el vehículo: lejos de la televisión y de las obligaciones de la interacción social, obligado a no hacer nada (“¡niño, no leas en el coche que te mareas!”) sus mentecitas elaboran la información que han recibido durante el día o los días anteriores. Habría que generalizar la experiencia: no sólo pedirle a quien corresponda una iniciativa legislativa que prohíba los DVD en los vehículos familiares, sino aprender de esta experiencia infantil y erradicar de trenes, autobuses y aviones las pantallas de televisión.

La sottise, l’erreur, le péché, la lésine,
Occupent nos esprits et travaillent nos corps,
Et nous alimentons nos aimables remords
Comme les mendiants nourrissent leur vermine.

O permitirlo sólo para los coches caros y los pasajes de primera clase, y contribuir así a la nivelación social: que se idioticen los ricos, y que piensen los pobres. Aunque siempre habrá algún quintacolumnista de la oligarquía que lo denuncie por atentar contra la igualdad: querer ser como Beckham es una manifestación más del fascismo audiovisual que nos arropa y nos cuenta un cuento antes de dormir, y enfoca sobre el lugar equivocado, a ver si en el ínterin nos distraemos lo suficiente como para olvidar lo importante.

Nos péchés sont têtus, nos repentirs sont lâches;
Nous nous faisons payer grassement nos aveux,
Et nous rentrons gaiement dans le chemin bourbeux,
Croyant par de vils pleurs laver toutes nos taches.

Ese tafurario cambio de foco lo he encontrado a mi vuelta explicitado con palabras sangrantes en la discusión y justificación de la reforma de los estatutos de autonomía. Decía Pasqual Maragall en El País del domingo pasado, que “la asimetría más dañina es la obstinada negación de la diferencia. Si en algo habría que corregir la trilogía de valores de la Revolución Francesa es en eso: la diversidad es un valor tan decisivo como la igualdad.”

Sur l’oreiller du mal c’est Satan Trismégiste
Qui berce longuement notre esprit enchanté,
Et le riche métal de notre volonté
Est tout vaporisé par ce savant chimiste.

Ya ve, lector amable: el nieto del gran poeta Joan Maragall no ha colegido que la diversidad está contenida en la libertad, y no en la igualdad, y que los tres principios no són independientes ni autosuficientes, sino un conjunto que se equilibra entre las partes, en donde el límite de la libertad está en la igualdad y la fraternidad (léase solidaridad, si se quiere), el de la igualdad en la libertad y la fraternidad, y la fraternidad en la libertad y la igualdad, y que si rompemos ese equilibrio para otorgar un cierto grado de substancialidad a un accidente (la diversidad, se sobreentiende que “de los pueblos”, no de los individuos), escoramos la nave hacia los escollos del totalitarismo de cualquier signo.

C’est le Diable qui tient les fils qui nous remuent.
Aux objets répugnants nous trouvons des appas;
Chaque jour vers l’Enfer nous descendons d’un pas,
Sans horreur, à travers des ténèbres qui puent.

Un calado mucho menor desde el punto de vista de la teoría política y social tiene la llamada “Cláusula Camps” del nuevo estatuto valenciano, que actualiza la clásica fórmula castiza “¡Que inventen ellos!” La Cláusula Camps pretende que el estatuto ahora reformado asuma cualquier competencia que otras comunidades autónomas incluyan en su estatuto con posterioridad a la aprobación del valenciano. No se pretende construir un país mejor. Ni siquiera lo desean con la fuerza suficiente como para pensar cómo quieren que sea. Que piensen los demás, y ya copiaremos. Propongo que, cuando esto suceda, cambien también nombre y símbolos, y se la denomine “Comunidad Autónoma Cualquiera”, que sus habitantes sean llamados Cualqueranos, y su bandera sea transparente: un vulgar trozo de plástico. Por la igualdad hacia la inexistencia. Y nosotros hacia el hastío.

Ainsi qu’un débauché pauvre qui baise et mange
Le sein martyrisé d’une antique catin,
Nous volons au passage un plaisir clandestin
Que nous pressons bien fort comme une vieille orange.

Arístides Segarra | 02 de septiembre de 2005

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