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Estilo familiar por Arístides Segarra

Arístides Segarra es escritor. Anteriormente ya fue construyendo Estilo familiar en Almacén. Estilo familiar dejó de actualizarse en octubre del 2006.

No tienes por qué esconder nada

Vuelvo a mi serie sobre las mentiras que le diré a Irene cuando sea mayor, e incluso antes, con una tierna historia de amor. Paterno, por supuesto. La más tierna historia de amor que tuvo François Mitterrand.

Mazarine, hija ilegítima según los convencionalismos sociales, compartía con su padre y el resto de la familia (incluida la esposa y los hijos legítimos) el secreto de su ascendencia, secreto que no fue violado por nadie hasta que el 1994 unos paparazzi fotografiaron a Mitterrand a la salida de un restaurante parisino cogiendo por el hombro a una joven de diecinueve años que se le parecía de un modo extraordinario. Las fotografías fueron vendidas a la revista Paris-Match, que, a instancias del presidente, ya gravemente enfermo, aceptó no publicarlas hasta que la amenaza de los paparazzi de venderlas a otros medios y la inminente publicación de un libro no autorizado que revelaba la existencia de la ya joven hija hicieron al semanario desdecirse de su palabra.

Ese amargo día debe ser señalado como un hito en la pérdida de derechos individuales que implica la interacción entre los medios de comunicación de masas y una sociedad que se alimenta de la vida ajena. Lejos de ser un secreto vergonzante, se trataba del derecho de una niña (seis años cuando su padre fue elegido presidente) a crecer por ella misma, sin la pesada carga pública de “hija de”. Es más, se trataba del derecho a la intimidad de la niña y de su familia, y del derecho de su padre a situar en la esfera pública tan sólo aquello que considerara oportuno, reservando para su vida privada lo que quisiere.

El nefasto principio que un hombre público no debe tener vida privada se da por consolidado en nuestros días, y pocos lo discuten. La exigencia de Rodríguez Zapatero, al llegar a la Moncloa, que no se publicaran fotografías de sus hijas fue tomada como una excentricidad, o peor, como un remilgo. Se confunden vida privada y secreto, y puede que haya que empezar a reivindicar el secreto, lo callado, lo oculto.

Lo oculto, no el ocultismo, que es, a pesar de su nombre, el afán por desvelar, por desenmascarar, por conocer lo que no debe ser conocido. En ese sentido el ocultismo es la ideología dominante en nuestro tiempo en los medios audiovisuales y en la prensa “popular”.

Irene, si alguna vez te digo que no debes esconder nada, desobedéceme, y recuérdame lo que ahora digo. Debes tener secretos.

Arístides Segarra | 25 de febrero de 2005

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