Arístides Segarra es escritor. Anteriormente ya fue construyendo Estilo familiar en Almacén. Estilo familiar dejó de actualizarse en octubre del 2006.
Mis libretas de notas se han convertido también en los cuadernos de dibujo de Irene. De su habilidad artística ya conocen alguna muestra, como la Cenicienta que hace las veces de capitel de esta columna. De mis notas el lector amable conoce bastante, y aquí les transcribo una de las más recientes.
Las causas perdidas, especialmente aquellas que fomentan lealtades persistentes y recuerdos nostálgicos, son uno de los mayores motores de la historiografía popular que nos transmite la prensa y la televisión, particularmente si los supervivientes consideran la causa recuperable, aunque sólo sea en pequeña medida. Por historiografía popular entiendo esa peculiar percepción que de los hechos históricos tiene el común de los mortales. La búsqueda de un pasado utilizable, capaz de redimir la derrota en términos ideológicos, si no es posible hacerlo en términos de realidad política, se convierte en una tarea apremiante para aquellos que sienten la necesidad de maquillar el fracaso de su empresa, de disimular el malestar que acompaña la pérdida de la gracia social, el declive de la autoridad política, y la percepción de la irrelevancia de los valores que han guiado su comportamiento y que hasta ahora identificaban como jugadores principales del juego social a los anteriores poseedores del poder y la autoridad. El fracaso, y el fracaso en una competición en donde interviene la voluntad popular, y que por tanto revela la obsolescencia histórica de los principios, creencias y prerrogativas que han servido para definir el estatus social y político de aquellos que estaban profundamente comprometidos con la causa perdida, hace del recurso al pasado un elemento esencial en la recuperación del mérito social. Es en este momento cuando las aseveraciones ideológicas entran en juego, razonando la importancia de los valores que encierra el pasado; la justicia inherente al orden social que ha gobernado hasta ahora la vida política; la importancia de restaurar en su antigua autoridad las reglas del juego social que habían reconocido la justicia inherente a la hegemonía de la clase ahora declinante.
¿Era un pasado utilizable lo que Aznar pretendía construir durante su comparencia ante la comisión de investigación del 11M?