TdC es un diario de lecturas, un viaje semanal por la cultura. Marcos Taracido es editor de Libro de notas. Escribió también las columnas El entomólogo, Jácaras y mogigangas y Leve historia del mundo [Libro en papel y pdf]. Ha publicado también el cómic Tratado del miedo. La cita es los jueves.
Antología del microrrelato español (1906-2011) (V.V.A.A., Cátedra, 2012). Mi dominio del corpus de microtextos de ficción del siglo XX es muy escaso, así que no puedo saber si hay una buena labor antológica o no. Me resultó muy atractiva la primera mitad del siglo XX, más que nada por acceder a textos que desconocía de escritores cuya producción sí he leído. El nivel general bueno con escasez de ficciones que conmuevan o estremezcan. En cualquier caso muy interesante.
La cosa del pantano (Alan Moore / Steve Bisette / John Totleben, Planeta deAgostini, 2010). Primeros pasos de Alan Moore en el guión de cómic… y ya sorprendentes. Moore es reclutado para continuar una serie exitosa y con muchos números de antigüedad, y por lo tanto muy regulada y afianzada en sus tramas, personajes… pero Moore lo hace suyo y convierte cada número en una aventura que amalgama sin arista alguna la intriga, el terror, la vilencia, el amor y la ternura.
Los niños tontos (Ana María Matute, Destino, 1956). Espoleado por dos o tres textos que aparecían en la antología de microrrelatos (ver más arriba) busqué este libro. Publicado en la década de los 50, en plena efervescencia del realismo, es un ejemplo más de cómo las historias literarias se construyen sobre los escombros de, muchas veces, la mejor ficción posible. Entre lo poético y lo fantástico, uno lee estos relatos como se ve a un niño cruzando una carretera rural.
Historia lógico natural (J J Merelo, autoedición, 2013). Elaborada y minuciosa reconstrucción histórica en esta distopía que plantea su trama en un mundo en el que España ganó la guerra contra Estados Unidos y, por lo tanto, no perdió Cuba, y en la que los dirigibles desempeñan un papel importante como armas de guerra. El problema está en que la trama avanza con demasiada lentitud, difusa en ocasiones, y se añora una mayor dosis de acción, que parece atosigada por la ambientación histórica y de personajes y cuando consigue salir a la superficie es poco dinámica.
Wimbledon Green (Seth, Sins entido, 2011). Oh, qué gozoso descrubrimiento. Cómo no iba a gustarme esta historia sobre un coleccionista profesional de libros cuyas peripecias y personalidad son reconstruidas por personajes cercanos a él, admiradores, enemigos y meros espectadores. Y todo con esa presencia gráfica tan Chris Ware, de pulcritud y geometría en la composición de la página, y austeridad caricaturesca en el lápiz. Bravísimo.
Modotti (Ángel de la Calle, Sins entido, 2011). Pues esto casi es una enciclopedia sobre la efervescencia de los movimientos comunistas (y anarquistas) en el periodo de entreguerras, principalmente en México, pero también en la Unión Soviética, Francia y España. Y ese es el mayor problema, como ensayo ilustrado, que tiene: el que la maravillosa personalidad de la fotógrafa Tina Modotti parece muchas veces una excusa para contar la otra historia. Otra historia que, por otra parte, es interesantísima.
From Hell (Alan Moore / Eddie Campbell, Planeta deAgostini, 2001). Mientras lo leía tenía la sensación de que se podría, con este único libro, impartir toda una carrera de guión (de tebeo, de cine…). Un tebeo muy extenso que mantiene un mismo ritmo desde el principio hasta el final, y en el que en ningún momento se duda sobre la pertinencia y adecuación de las múltiples demoras, apartes, paisajes discursivos o meandros paralelos que sirven para reconstruir con verosimilitud la Inglaterra que hace un siglo acogió los crímenes de Jack ek Destripador, y que tanto se parece a nuestro tiempo.
Los viejos tiempos. El rey no besa (Joan Sfar, Ponent Mon, 2011). Es Sfar, y por lo tanto, y mientras no demuestre lo contrario, cualquier cosas que haga es legible y aprovechable. Me encantó el principio, el planteamiento de cuento de príncipes y princesas distinto, pero me creó una expectativas que no se cumplieron en el nudo y el desenlace. Problema mío, quizás; veremos cómo sigue la serie.
50 sombras de Grey (E. L. James, Grijalbo, 2012). Fue mi penitencia por mis pecados y por todos los que haya podido cometer mi familia. Ya conté todo aquí y aquí.
Una historia popular del Imperio Americano (Howard Zinn / Mike konopacki / Paul Buhle, sins entido, 2010). En la lectura me enfadaba un poco el estilo de eslogan, de simpleza, de solventar problemas complejos con una docena de viñetas y otras tantas leyendas mezcla de datos y sentencias. Pero leía con muchas ganas y descubría muchos atropellos que desconocía, y me dije que en definitiva el propósito del libro no engañaba a nadie: hacer una historia del Imperio Americano a base de destacar sus tropelías y juegos bélicos con intereses políticos. Eso sí, el dibujo feúcho, feúcho.
Nina, diario de una adolescente (Agustina Guerrero, Montena, 2013). Pues qué quieren que les diga, que me reí mucho reconociendo en los problemas de esta adolescente lo de otra con la que convivo, y que también a esa otra le gustaron. Tópico tras tópico que, en definitiva, son puritita realidad.
Novela de ajedrez (Stefan Zweig, Acantilado, 2001). Magníficas los personajes de los dos ajedrecistas que se enfrentan, dos genios del ajedrez que llegan a serlo por caminos muy distintos y muy peculiares. La novela se divide en dos partes, cada una dedicada a explicar cómo llegó cada uno a adquirir sus conocimientos; y la segunda parte parece a veces un poco forzada para denunciar la crueldad de la represión nazi, pero a un tiempo fascinante por esa descripción de cómo la mente sobrevive al cautiverio en soledad a través del ajedrez imaginado. Y sí, la novela tiene un atractivo extra para los aficionados al arte de los 64 escaques.