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Teatro abandonado por Alberto Haj-Saleh

Teatro Abandonado trata de recoger el 19 de cada mes fragmentos intermedios de obras teatrales que fueron dejadas a su suerte, a medio acabar, condenadas al olvido. Alberto Haj-Saleh es editor de Libro de Notas y de la bitácora Reducir al mínimo.

Todo está en orden

Por M. de Savoja

... las luces vuelven a encenderse de forma paulatina, gradualmente, dejando ver en qué estado ha quedado el salón tras la batalla campal. Hay sillas por el suelo, pedazos de figurillas rotas por el suelo, cuadros caidos, pósters desgarrados, muebles movidos. En el centro sigue el sofá, pero con los cojines levantados y desordenados. En un extremo CLARA fuma distraidamente con la mirada fija al frente. En el otro CRISTIAN se afana con más cuidado del necesario en untar mercromina en una herida del codo.

Cuando termina empieza a soplarse la herida pintada mirando de reojo a su mujer, que sigue inmóvil mirando al frente, salvo por el movimiento de su brazo al acercar el cigarrillo a la boca.

CRISTIAN: Se te está cayendo la ceniza al suelo.
CLARA: (Lo mira despacio, con un puntito de desprecio) ¿Da impresión de desorden, tal vez?
CRISTIAN: (Le devuelve la mirada) Vete a la mierda.

Se levanta y busca entre los CD desperdigados por el suelo algo en concreto. Finalmente saca uno y lo coloca en el equipo de música. No termina de funcionar pero lo consigue arrancar a base de golpes.

CLARA: Lo vas a romper.
CRISTIAN: Uno más, que se joda.
CLARA: Que inteligente.

CRISTIAN la ignora y empieza a recogerlo todo, comenzando por agrupar los trozos de objetos rotos en una esquina. CLARA finalmente apaga el cigarrillo dentro de un vaso con agua que hay sobre la mesa y se va hacia su marido. Le agarra el codo.

CLARA: ¿Te duele?
CRISTIAN: Un poco.

Ella lo mira un poco antes de soltarlo y empieza a recoger también.

*************************

Este fragmento hay que rehacerlo, porque en realidad no trata de nada. Ahora tocaría un buen rato de recoger trozos de pelea con frases sueltas y secas que demuestran que la pelea ha terminado pero que se ha añadido otra muesca más de dolor en la erosión del “nosotros dos”. Pero recoger una casa en silencio no es dramático ni teatral, ni emociona ni hace que el público quiera saber qué ocurrirá después. Esto es ya, en sí mismo, el después. Empeñarse en hablar del después del final de algo, en el largo epílogo que queda después de los finales, es insistir en algo que nadie quiere ver, conocer o saber, no en la ficción del teatro, mucho menos en la realidad de todos los días.

El que lo ha vivido se retorcerá incómodo de que – de forma obscena y pornográfica – alguien intente hacer teatro de un dolor tan sordo y tan seco que, en lugar de desgarrar, anestesia. El que no lo ha vivido se siente violado en su inocencia de finales felices, o infelices, pero sin putos epílogos que cierren el círculo de algo que a priori parecía una línea recta. O al menos daban por sentado que se trataba de una línea recta.

Yo quiero contar que después de las peleas más terribles que destrozan las habitaciones y manchan las paredes siempre queda un rato en el que hay que ponerse a recogerlo todo, porque sigo sin explicarme cómo es posible que dos personas que acaban de escupirse odio, rencor, insultos y puede que hasta golpes, cómo es posible, digo, que esos dos casi inmediatamente después logren ponerse codo con codo a hacer un ejercicio de limpieza y pulcritud para tratar de borrar las huellas de todo aquello, justo después de matarse en vida deciden que todo tiene que estar en orden. Todo eso sin volverse locos, o sí se vuelven y yo soy el que está loco por intentar contar algo que es incontable porque sólo puede vivirse, no representarse. Así que no sé hacerlo. Pasemos al final, pues.

*************************

CLARA habla por teléfono con su madre. CRISTIAN dormita frente al televisor. El salón está limpio. Todo está en orden.

Alberto Haj-Saleh | 19 de enero de 2008

Comentarios

  1. Merche
    2008-01-20 00:55

    Riñen, se odian, casi se matan a mordiscos, y luego la vida sigue como si nada. Porque hay que ir a currar al día siguiente. Porque hay que comer. Porque hay que llevar a los niños al cole. Porque tu amigo con el que tomas el café no tiene la culpa de tu cara de perro.

  2. Marcos
    2008-01-20 11:48

    Porque, finalmente, es más fácil encarar esos minutos de odio diario que afrontar la soledad de tener que empezar de cero.

    Saludos

  3. Eli
    2008-01-20 14:28

    Porque incluso en el centro del más devastador de los tsunamis es necesario un poco de orden, de normalidad.

  4. Laura
    2008-01-20 14:33

    O tal vez es que, tras los gritos y el tirarlo todo y el vetealamierda, realmente algo (algo más dentro que dentro del cuarto) empieza a estar de verdad en orden.


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