MAURO: ¿Hasta cuando tienes la beca?
SANDRO: Hasta finales de año, solamente.
MAURO: ¿No la puedes renovar?
SANDRO: Ya sabes que no. La he renovado tres veces, se acabó el plazo.
MAURO: Entonces ¿a qué cojones está esperando?
SANDRO: ¡Te lo he dicho mil veces! ¡Aún no estoy preparado! Hay libros básicos, ¡básicos!, que ni siquiera he tocado, tiene que estar todo bien cuadrado, ordenado, claro, sin fisuras ni aristas. Entonces y sólo entonces podré empezar a escribir la tesis.
MAURO: (Suspirando) Al menos me podrías contar de una vez de qué tratará... digo yo que eso sí lo tendrás claro.
SANDRO: Está bien, está bien. Vale, te voy a hacer una pregunta: ¿quién descubrió América?
MAURO: ¿Qué, que idiotez…? ¿Por qué me preguntas algo tan estúpido?
SANDRO: Contesta.
MAURO: Colón, joder, me siento un cretino respondiendo preguntas así.
SANDRO: ¡Meeec! ¡Error! Fue Rodrigo de Triana, el 12 de Octubre de 1492, desde lo alto del palo mayor de la Pinta.
MAURO: ¿El vigía? Vamos, no fastidies, eso es trampa.
SANDRO: De eso nada. Eran aproximadamente las dos de la mañana cuando Rodrigo avistó un trozo de tierra en el horizonte, San Salvador era, el nuevo mundo… ¡y fue un marinero raso quién la vio, quien tuvo el honor de ser el primero en verla!
MAURO: Bien. Vale. Fue Rodrigo de Triana, eso ya me lo sabía. ¿Y…?
SANDRO: Pues de eso quiero hablar. De la figura del vigía en la historia, en la literatura, en la psicología. El vigía, un tipo cuya razón de ser es mirar, observar y comunicar lo observado. Alguien que se lleva horas, días, ¡semanas! apostado en el mismo sitio con una misión fija, siempre la misma: tener los ojos abiertos, ver, observar, mirar, no perderse el más mínimo detalle.
MAURO: (Sonriendo malévolamente) Muy apropiado, sí señor.
SANDRO: ¿Qué quieres decir con “muy apropiado”? ¿Qué insinuas?
MAURO: ¿Insinuar? Nada, no insinúo nada. Afirmo. Es un tema perfecto para ti, no se me ocurriría nada mejor ni más adecuado.
SANDRO: No sé por donde vas pero tu tono…
MAURO: Lo que quiero decir, amigo, es que tú, todo tú eres un vigía, es decir, alguien que observa, mira, no pierde detalle… y no hace nada excepto avisar al jefe.
SANDRO: Oye…
MAURO: Claro que sí. Mírate, con tu propia tesis haces eso: lees, recortas, apuntas, tomas notas y marcas las páginas y haces fotocopias y sacas libros de la biblioteca. ¿Y para qué? Para nada, porque no eres capaz de sentarte a hacer algo con todo eso que has recopilado. Tu problema, Sandro, es que sólo observas y analizas, sólo consideras los pros y los contras y luego eres incapaz de tomar partido. Tienes un problema en la cabeza tú, no dejas que tu cerebro haga algo con todos los análisis que haces. Te crees que así te quedas a salvo.
SANDRO: ¿A salvo de qué?
MAURO: De todo. A salvo de todo lo que pueda pasar. Como siempre. (Se levanta y se marcha enfadado dejando confundido a su amigo. Se vuelve justo antes de irse) Ah, por cierto, ¿sabes que Colón prometió una recompensa al primero que viera tierra? Pues Rodrigo de Triana no vio ni un maravedí porque el “jefe” dijo que él la había visto primero. Un tipo listo este Colón. Más que su vigía, al menos.