Teatro Abandonado trata de recoger el 19 de cada mes fragmentos intermedios de obras teatrales que fueron dejadas a su suerte, a medio acabar, condenadas al olvido. Alberto Haj-Saleh es editor de Libro de Notas y de la bitácora Reducir al mínimo.
ANICETO sigue sentado sobre el banco de piedra frente a su casa en el que ha estado durante toda la obra. Ha caído la tarde y el calor es mucho menos sofocante, el perro que hemos visto deambular sediento en el acto anterior ahora dormita bajo el almendro de la derecha. El CICLISTA está visiblemente recuperado y muerde una manzana mientras echa ojeadas furtivas al anciano.
CICLISTA: (Mirando en derredor) Está empezando a oscurecer, pero sigue haciendo un calor de mil demonios… ¿hay luz eléctrica aquí, abuelo?
ANICETO: Había… luego la quitaron, cuando se fue el alcalde y cerraron el ayuntamiento. Cuando viene mi hijo le da a no sé qué botón y la enciende pero a mí me da igual. No necesito luz para nada.
CICLISTA: ¿No le da miedo, aquí solo a oscuras?
ANICETO: Aquí no viene nadie, rapaz. Ni los fantasmas, ni los monstruos, ni las alimañas ni ningún hombre, bueno o malo. De qué me va a dar miedo, de qué.
CICLISTA: Lleva usted razón. Al menos hasta que al especulador más cercano se le ocurra que este terreno es edificable y se acabe la paz y el sosiego.
ANICETO: Eso qué es.
CICLISTA: ¿El qué?
ANICETO: Ficable.
CICLISTA: ¿Edificable? Ah, eso es, abuelo, que es un terreno donde se pueden hacer casas.
ANICETO: Aquí ya hay casas.
CICLISTA: Ya, sí, pero no, me refiero a una urbanización. (El viejo le mira sin comprender) Vale, a ver: imagine que de repente a alguien se le ocurre que esto está lejos del mundanal ruido. Que en apenas hora y media de coche desde la ciudad más cercana se puede llegar a un remanso de paz. (Mueve las manos representando lo que va contando, mientras el anciano sigue sus movimientos con la mirada, impertérrito) Así que ese tipo, el que piensa que aquí se está más tranquilo que en ninguna parte, se dice: “seguro que a la gente le encantaría venir aquí a descansar”. Y se pone a hacer chalets.
ANICETO: Chalets…
CICLISTA: Eso es, chalets, casitas muy bonitas, de ladrillo visto y tejados rojos, con un porche en la entrada para tomar el café al caer el sol y con un jardincito.
ANICETO: Una casa con un jardín.
CICLISTA: Una no, abuelo. Muchas. Docenas de casas todas iguales, una junto a la otra, con garaje y piscina. Todas puestas en fila, una al lado de la otra, con nombres de mujer, villa Carmen, villa Mercedes, villa Rosa, o con nombre de virgen, Nuestra Señora del Rocío, cosas así, ¿entiende? (El viejo tiene la mirada fija en él pero no dice nada) Entonces se hacen esas casas y ponemos un nombre… sugerente. Urbanización el relax. O Urbanización mar de la tranquilidad.
ANICETO: Aquí no hay mar.
CICLISTA: ¡No, claro que no lo hay, pero eso no importa! La gente lo verá como el lugar al que escaparse, después de meses y meses de trabajo cogerán sus coches, sus todoterrenos, sus familias, y se vendrán a este pueblo abandonado que ahora se ha convertido en “mar de la tranquilidad”. Entonces, entonces sí que harán electricidad en todo el pueblo, en todas las calles, y las asfaltarán, y abrirán tiendas, y bares, y un club social. Y sin darse cuenta habrán gastado millones de euros para huir de la ciudad y llegar… a la ciudad. Y habrá un pueblo pequeño menos en esta región.
ANICETO: Déjate de majaderías, rapaz. Aquí no vendrá nadie, esto no es “ficable”, ni hay agua para piscinas ni hay nada que hacer. Aquí solo estamos yo y el perro ese cubierto de moscas, esto es está muerto y donde está todo muerto no crece nada más, ¿comprendes? Y cuando yo me vaya para siempre el pueblo se irá conmigo, ¿está claro?
CICLISTA: (Tirando el corazón de la manzana y soltando una carcajada) Eso es verdad, abuelo, aquí no queda ya nada. Pero no se preocupe que por aquí no se acerca ni la muerte a buscarle, seguro que no encuentra el camino (suelta otra risotada, se pone en pie y monta en su bicicleta). Gracias por todo abuelo. Nos vemos pronto, seguro (se marcha saludando con la mano).
ANICETO: Seguro…
ANICETO se levanta con mucha dificultad, apoyado en su bastón macizo. Arrastrando los pies se acerca al perro y con un gesto demasiado rápido para la edad y los achaques que tiene empieza a asestar bastonazos al perro, cada cual más violento. El animal, demasiado sorprendido y débil para reaccionar, emite al principio una leve queja para al final dejarse matar tranquilamente. El viejo no deja de golpearle hasta que pierde el aliento.
ANICETO: (Respirando entrecortadamente) Claro que llega la muerte, imbécil. Claro que llega.
Se mete despacio en su casa.
2008-05-19 11:10
Cada cuál espera a su Godot particular…
Te ha salido redondo, hermano.
2008-05-19 13:21
Jo, Alberto, qué duro leerlo.
2008-05-19 15:09
Tremendo, desolador.
2008-05-19 16:00
Maldita sea, me dejé engañar por la ternura…Sí, redondo.
2008-05-19 19:02
Alberto, te ha quedado genial. Ese final tan original y sorprendente.
2008-05-19 22:04
vaya, no sé porqué, esperaba que el viejo se cargara al ciclista… debe haber algo de violencia latente en esta historia, o es que, según sale la palabra “urbanización”, esperamos un final violento.
saludos
2008-05-19 23:34
Me ha gustado (sin entrar en más análisis). Me parece un guión ideal para un corto, lástima de asociaciones protectoras de animales …
2008-05-19 23:42
Gracias, Alberto. !Vaya vida tan perra!
2008-05-20 13:25
Gracias a todos por leerlo y por los comentarios.
@Hilario: perrísima, aunque a veces esté tan quieta que no lo parezca.
@Cayetano: juro que el nombre es casualidad. ¿Buscamos productora para el corto? :-)
2008-05-22 21:16
final inesperado, aunque estoy de acuerdo con J. Addams, la violencia está presente.
Viva la España profunda, abajo Marina d’Or!
2008-05-24 00:56
Excepcional, sr. Fanshawe.
2008-05-27 23:58
Me he quedado helada, la primera lectura me ha dejado tan fría que he vuelto a leerlo nada más acabar para poder apreciar el texto, la idea de esa violencia final se expande y termina por emborronar el resto. Muy bien Alberto.