por Alberto Haj-Saleh

René Crevel
Desvíos
El Nadir, Valencia, 2008
102 páginas | 15 €
ISBN: 978-84-935601-3-3
Traducción de Andrés Pau

Pocas veces me he encontrado con libros con los que haya sentido la necesidad de volver a leerlos inmediatamente después de haberlos concluido. No hablo de un estado de apasionamiento o disfrute tal que me tiente a alargar ese momento comenzando de nuevo, no, me refiero a la extraña sensación de que el texto se ha escapado por los laterales de mi comprensión lectora, como si se me hubiesen escapado cosas, como si no hubiese terminado de entender bien. Trataré de explicarme mejor, porque eso es lo que me ha sucedido con Desvíos, primera novela del escritor francés René Crevel (1900-1935).

Podría esquematizar la estructura temática del libro diciendo simplemente que es una novela, al parecer de tintes autobiográficos, en la que se cuenta la vida de Daniel, el hijo único de una familia pequeño burguesa de la Francia de principios de siglo: su padre, un militar de alto rango y buena consideración social; su madre, adalid de la rectitud y del orden moral, social y hasta sentimental. «Incluso la ternura era para ella reglamentaria y por eso yo prefería a las suyas las mejillas de la criada, que tenía la piel suave y olía a flores.» Un escándalo público acaba con el matrimonio y concluye con la muerte por vergüenza de ambos, dejando a Daniel sumido en la soledad de la culpa y recobrándolo gracias a una especie de viaje iniciático interior en busca del amor verdadero que le complete.

Aún siendo precisa la descripción del párrafo anterior, aseguro que no habría contado nada de esta singular novela.

Es cierto que Crevel gasta la mitad del libro en llevar a Daniel a la situación de depresión tras la caída en desgracia de sus padres pero no es más que una contextualización necesaria para llegar al meollo del asunto: la disección, a modo de entomólogo ensimismado, de toda una clase social y un estilo de vida, el suyo propio, de composición plana y superficial. El autor/narrador toma distancia de todos sus personajes, incluyéndose a sí mismo, condenándolos a la puerilidad y a la intrascendencia. Los pensamientos de Daniel son cínicos y sarcásticos, ágiles, hirientes, críticos… pero su actitud real no corresponde a ese modo de pensar, sino que se entrega al juego palaciego en el que las relaciones humanas no son más que un mero entretenimiento, una farsa destinada a combatir al hastío y aburrimiento vital de una clase que nace colmada.

Pero no pretendo decir que el valor de la novela sea su capacidad crítica, en absoluto: el hallazgo surge en la parte más formal, cuando Crevel deja suelta la pluma surrealista y hace fluir los pensamientos de Daniel que tienen la extraña virtud de ser estímulos para el pensamiento del lector. Resulta casi contradictorio hablar de surrealismo lleno de sentido pero eso es lo que ocurre en Desvíos, donde el entramado de palabras que no siguen el orden lógico de la narración funciona como descriptor de un paisaje que identificamos como real, es reconocible; digamos que más que distorsionar la realidad, Crevel logra dibujar los aspectos menos lógicos de la misma.

Un gran acierto la publicación de estos Desvíos por parte de El Nadir, editorial que parece empeñada en recuperar textos de autores semienterrados que merecen mucho la pena ser rescatados; la primera novela de René Crevel resulta muy recomendable, siempre que el lector consiga superar la sensación de desconcierto que provocan muchos de sus pasajes, que a veces parecen circular por delante de nosotros sin que lleguemos a alcanzarlos completamente. Eso, créanme, se soluciona con una segunda lectura, donde las palabras que ya conocemos adquieren su significado definitivo.