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Se publican aquí críticas de libros que por algún motivo —pequeñas editoriales, escasa distribución, desconocimiento del autor, fuera de modas— no aparecen en los medios y publicaciones tradicionales.

La Vida Asesina

por Manuel Haj-Saleh

Félix Vallotton
La Vida Asesina
El Nadir
227 páginas | 16 €
ISBN: 978-84-935601-5-7
http://www.editorialelnadir.com/

Jacques Verdier, un conocido crítico e historiador de Arte, se ha suicidado de un tiro en la sien. Junto a su cadáver se encuentra un manuscrito con la historia de su desgraciada vida. A través de dicha historia conocemos su indisoluble unión con la oscuridad; una sucesión de desafortunados incidentes en los que Jacques se ve directamente implicado instalan en él la obsesión de provocar la muerte allá por donde pasa. Ello, unido a la desesperación de un amor tangible pero no correspondido, acabarán de forjar un carácter agrio, cínico, pesimista, que sólo es capaz de compensar con fugaces halagos a su ego provenientes de su indudable éxito profesional.

Desconociendo completamente la obra pictórica y literaria de Félix Vallotton, me atrevería a afirmar que escribió una novela feísta y que, de hecho, se recrea en ese feísmo para transmitirnos las miserias de su protagonista. El uso de la primera persona y lo desgarrado de sus narraciones y diálogos no hacen sino acentuar esa sensación áspera y desagradable, que consigue que incluso París, ciudad en la que se desarrolla casi toda la trama, vaya degradándose poco a poco hasta tomar un tono sucio y desapacible. Jacques Verdier es, básicamente, un apenao al que parece que la vida no le ha dado otra opción. Es rico, sí; es famoso, sí; es admirado, sí, pero nada de esto le sirve para mantener un atisbo de positividad, fundamentalmente por esa conciencia que se le ha anclado de ser una persona envenenada, que aja todo lo que toca como una tormenta de arena. No obstante, demuestra una perseverancia a prueba de bomba (incluso para él mismo) cuando de conquistar a su amor platónico se trata. Y permítanme la frivolidad, tratándose de un texto de 1908, pero podría decirse que Jacques es un auténtico pagafantas con levita. Y es que a veces es necesario un siglo entero para acuñar un término que describe un comportamiento tan viejo como el hombre enamorado. El problema surge cuando las estructuras acaban por repetirse hasta el hartazgo (del protagonista y del lector): pim, pam, pum, Jacques eufórico, Jacques celoso, Jacques desgraciado, Jacques patético, Jacques esperanzado… No agota del todo por el hecho de que la novela es corta y, en el fondo, sabemos en qué va a desembocar. Y, en realidad, hace que el personaje principal sea tan irritante como pretende ser.

La prosa de Vallotton es doblemente cruda porque es sencilla y directa. A veces con descripciones detalladas en exceso, como cuando nos retrata a sus secundarios (algo de lo que hoy día huyen la mayoría de autores), a veces con frases cortas y rápidas, ametralladoras de sensaciones. Los diálogos a veces resultan confusos, pero no me decido si es porque no le salieron de otra manera o porque, sencillamente, reflejan la propia confusión del protagonista cuando no es capaz de articular dos frases con sentido. Pero lo que más llamativo me resulta de su lectura es la cantidad de referencias y pre-referencias (si me permiten la expresión) que, con intención o sin ella, es posible encontrar. Podría asegurarles que buena parte del ambiente que rodea a los personajes, e incluso las actitudes de los personajes mismos, proviene de Los Miserables de Hugo. Sólo que en esta ocasión los miserables viven en casas forradas de oro y pieles y Jacques es, en carácter, totalmente opuesto a Jean Valjean. Si me apuran, podría ser un Javert que se persigue a sí mismo. Igualmente, la forma de suicidarse, la edad con que lo hace y las escenas que lo preceden hace saltar sin remedio la imagen de Larra. ¿Casualidad? Podría ser, o el subconsciente de un autor, por lo que dice su biografía, excepcionalmente culto. En cuanto a las pre-referencias, observamos que Vallotton usa multitud de recursos en el estilo y en las acciones que luego se van a encontrar en buena parte de la literatura de la primera mitad del siglo XX y en no pocos cómics “de época” publicados durante los años 90 y esta primera década del XXI. Esto resulta difícil de concretar, pero les aseguro que si leen el texto se vendrán muchas imágenes conocidas a su cabeza. Hurgando suficiente, podemos también ver al lobo estepario de Hesse rondando por allí, o incluso a Tom Ripley en esa fase previa a encarnar el mal absoluto.

La Vida Asesina (La Vie Meurtrière) no es una historia bonita ni alegre ni romántica. No se digiere bien y causa desazón, desagrado, de principio a fin. Y, sin embargo, se lee de una pieza, probablemente por eso mismo. Las ilustraciones que la acompañan, del propio autor, no dejan lugar a dudas sobre el tono y lo que de ella se puede esperar. Quizá no sea un libro concebido para “gustar” al lector. Antes bien parece el exabrupto de un escritor que necesitaba componer un grito que fuera más allá de los lienzos. Si ese grito alcanza el corazón del lector o no, es algo que debe decidirse leyendo sus páginas. Yo todavía estoy planteándomelo.

Manuel Haj-Saleh | 06 de agosto de 2009

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