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La rebelde alegoría: la obra de Ral Veroni

por Florencia Abbate

El 9 de julio pasado, día de la independencia argentina, se inauguró en la galería Asunto de Buenos Aires la exposición de la serie “La Argentina” de Ral Veroni. La galería del tradicional barrio de San Telmo recibió a los invitados con empanadas y vino tinto. Florencia Abbate escribió el siguiente prólogo para la exposición.

Ral Veroni es heredero de los más antiguos padres de la caricatura, aquellos que con lúcidos caprichos supieron fustigar los prejuicios e imposturas consagrados por el tiempo. Como Goya, parece persuadido de que “la censura de los errores y vicios humanos (aunque resulte peculiar de la elocuencia y la poesía) puede ser también objeto de la pintura”. Sus estampas conservan una carga de crítica social que consiste en mostrar el absurdo que la polis esconde, y devolverle a la política una imagen deformada por el arte con un humor sutíl y a la vez descarnado.

Lo conocí por azar en un aula. Yo tenía 19 años y había comenzado la carrera de Letras. Latín era una materia obligatoria que la mayoría de los estudiantes consideraba “un trámite”. A mi alrededor, el incómodo cabeceo de unos 30 compañeros me llevó a reparar en el rostro de Ral. Imaginé que no debía ser alumno de la Facultad. En efecto, estaba leyendo poemas de Catulo y se había “colado” allí con la esperanza de aprender a paladearlos en su lengua original… No era muy común encontrar personas que cursaran latín por placer en 1995 (lo más corriente era toparse con gente atragantada por la pizza y el champán de la fiesta menemista). Su rareza se ganó mi simpatía. Le conté que yo escribía poesía, hablamos de algunos autores y estuvimos de acuerdo sobre el mundo.

El Miedo en el Kelvingrove Park, con cuervos
Desde entonces, a lo largo de más de 10 años me fueron llegando noticias de Ral desde diversos lugares: México, Estados Unidos, Inglaterra, Escocia, Alemania, España. De un modo errático me iba contando su peregrinaje. En una de esas idas y venidas encontró a su gran amor —un hecho que él definió como un milagro en este mundo sin orden— y luego su rumbo se acogió al destino. “Ni el sueño ni las estrellas ni mucho menos la belleza / pudieron advertirme lo que el destino preparaba para mí / Mucho mejor así / más brillante y dorada fue la sorpresa”, concluye Ral en un poema de su obra La princesa (Glasgow, 2002).

El hecho de ir siguiendo las distintas obras que produjo fuera de la Argentina me permitió descubrir y comprobar la insistencia de su mundo interior, los temas de su obra, sus figuras, su simbología. Recuerdo con emoción el momento en que vi uno de los 15 ejemplares de Sophie (Bristol, 1998), una misteriosa caja color plata, con el título gofrado en azul, que contenía más de 100 dibujos inspirados en el mito de Orfeo… Con idéntico júbilo podría evocar el momento en que encontré su obra Lucha por la vida (New York, 2000), un trabajo que Ral venía haciendo desde hacía varios años. En 1994, había comenzado a dibujar y serigrafiar billetes de sus abuelos, padres, amigos. Buscaba o pedía que le donen esos viejos billetes que alguna devaluación imprevista impidió que se gastaran, que ya no sirven pero inexplicablemente se conservan en las casas.

Portada de Sophie
Lucha por la vida nos coloca ante la turbulenta relación de los argentinos con el dinero, su historia cotidiana (“El calvario del mango”), su presencia durante la dictadura y los períodos de inflación, también su transfondo macabro. En otro de los títulos de la serie (“Ave, Dollar. Morituri te Salutant” – Salud, Dólar. Aquellos que van a Morir te saludan), podemos intuir por contraste la agitación sin sentido del precario individuo que se precipita hacia no se sabe qué, para no se sabe qué, simplemente enloquecido… Allí nos contemplamos desnudos del velo de la ilusión, abandonados a nuestro destino, expuestos al desengaño. Como decía el ilustre Don José Guadalupe Posada, “güera o morena, rica o pobre”, toda la gente termina convertida en calavera. Ufana, la muerte podría jactarse de ser democrática.

Pensar en eya, de Lucha por la vida
La sorpresa fue enorme cuando supe que Ral había regresado a Buenos Aires para quedarse. Creo que fue por abril de 2006, recuerdo que estaba escribiendo mi segunda novela, buscaba inspiración en ciertas obras visuales y, curiosamente, había vuelto a frecuentar los billetes de Lucha por la vida. Poco después le escribí preguntándole si podía reproducir algunas de esas imágenes en mi libro. Me alegró su respuesta y más aún tener que ir a su estudio a buscar los archivos en alta resolución. Así nos vimos después de mucho tiempo, y casi no hablamos. No hacía falta la anécdota y tampoco explicar las razones de nuestros periplos. Bastaba dedicarnos a observar en la pantalla de su computadora los siete billetes que yo había elegido por sentirlos cerca de mi propia mirada. Después de todo, los artistas viven de la extrañeza de las cosas…

Por lo demás, me reencontré con la misma persona que había conocido, un espíritu leal, amable, tranquilo, sin hipocresía. Y nuevamente confirmé que para Ral, dibujar, pintar, hacer grabado, serigrafía y tantas otras labores, es un ejercicio espiritual cotidiano, un aquí y ahora que le da sentido a la vida. Tal vez por eso, al volver a mi casa, recordé cuando Hugo Padeletti, otro artista amigo, me confesó que no podía dedicarle demasiada energía a “colocar” su obra en el mercado. ¿Por qué? Bueno, porque estar en su casa dibujando o haciendo collage… no diría que es una fiesta —porque son demasiado ruidosas—, pero sí algo equiparable a un estado de plenitud que él designaba con el nombre anticuado de “beatitud”.

Mandala del sueño
Entonces, por buenos motivos, me ha parecido oportuno celebrar la exposición que hoy Ral Veroni inaugura, La Argentina, 9 obras que hizo en Escocia tras haber seguido por TV la crisis del país en diciembre de 2001. En esas obras reconozco a los seres que siempre lo acompañan, personificaciones de su mundo interior, con algo de cómic pero cumpliendo la vieja función de un símbolo alegórico. Algunos podrían parecer superhéroes retirados, perdidos en el cosmos del Absurdo, sujetos para siempre a la hoz de sus preguntas implacables; y por allí, entre las escarapelas, el Tiempo los observa preparado para bajar el martillo, irónico y seguro como un tótem detrás de su antifaz. Nunca falta, la figura de la Muerte, encarnada en hueso, pero en este caso parece bien acompañada, con una flor, su contrapunto dialéctico, símbolo que, según Veroni, sería la Belleza o la necesidad de encontrarla como fuente de consuelo. (La flor puede ser una “varilla” para mantener el equilibrio en la cuerda floja, sugirió una vez Ral —todo un poeta de la pintura, casi baudelaireano).

Frente a cualquier nueva crisis argentina me propongo contemplar otra vez sus mandalas celestes y blancos. Confiaré en que los mandalas contribuyen a aplacar los efectos de la confusión humana, aglutinando lo disperso en torno a un eje. En este momento dirijo la mirada hacia otra obra de la serie (“Trama de la existencia”) y anoto: La noche se transforma en día, lo cálido en frío, la vida en muerte. Cuando se reconoce la belleza del mundo, se aprende la fealdad. Cuando se accede a lo sublime, sobreviene el asombro: La sonrisa inexplicable en una pesa sostenida por un negro, agita la bandera de la patria. Y el arte es el guardián del misterio. Tan inútil, tan necesario como aquella clase de latín… Relajarse, soltar lo crispado, contemplar un rosa e imitar la estrategia del agua. Tal es el ejercicio del artista en épocas difíciles. Serena desobediencia civil.

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El día de la inauguración de la exposición La Argentina, a raiz de las preguntas del público sobre el significado de los símbolos que aparecen en la obra se elaboró un documento (en *pdf) que desglosa los simbolos que forman parte de la serie: Iconografía de los elementos en la serie La Argentina

Florencia Abbate | 26 de agosto de 2008

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