Desde la posición privilegiada del que ve sin ser visto, Rosalía Ramos, filóloga culpable de Las notas de Doxa Grey, desvela con respeto los 4 de cada mes los entresijos de la caja escénica, las esencias de los textos, los engranajes actorales y, en definitiva, la magia que se despliega sobre y en torno a las tablas. Eso que puede lograr que el espectador, frente a un escenario, se olvide hasta de sí mismo. O tome conciencia, en plena catarsis, de quién es y a qué ha venido.
El acento del norte va con retranca. En China también, y con bastante más historia. El xiangshen (相声) es uno de esos géneros teatrales de pequeño formato que ha sobrevivido, como el xiaopin, a los estragos de la Revolución Cultural y a la desaparición paulatina de las artes escénicas, esto último en parte debido a un relativo desprecio del patrimonio cultural tras la apertura económica.
Pero una de las principales causas de que se mantenga hoy en día es, como ocurre con el xiaopin, la difusión televisiva. Y es que la escasa duración del xiangsheng lo hace perfecto para galas de fin de año, espectáculos conmemorativos y demás mandanga de la televisión china, que no olvidemos que ven millones y millones de personas desde unas ciudades que, a excepción de Pekín o Shanghi, no tienen demasiado acceso a un teatro generalmente caro y occidentalizado. Ni lo tienen ni, a juzgar por el público de las salas, tampoco les apetece mucho ir.
El xiangsheng, propio de Tianjin y otras ciudades del norte de China, forma parte de un abanico de géneros cómicos englobados dentro del shuochang (说唱), es decir, del “hablar y cantar” [1]: una forma de narrativa teatral basada en la representación vocal que se acompaña de instrumentos de percusión o de cuerda. Aquí están el baiju 白局, oriundo de Nankín; el dagu (大鼓algo así como “gran campana”) o el shuoshu (说书, formado por los caracteres de “hablar” y el de “libro”). El xiangsheng se caracteriza por su carácter cómico, por sus críticas (de filo romo) y por representarse o bien en el dialecto de Pekín o bien con un marcado, marcadísimo, acento del norte que asegura las risas del personal. Pero la razón es más bien histórica. El género nacerá allá por la Dinastía Ming y se desarrolla durante la Qing, con una marcada influencia Jurchen (manchú). Y aunque en origen este género se trataba simplemente de un monólogo cómico, fue durante esta dinastía y hasta los años veinte del pasado siglo cuando evolucionó poco a poco hasta aceptar dos, tres o más actores, algunos de marcada fama actualmente como Hou Buolin.
Los componentes sí que se mantienen: shuo (说, el discurso), xue (学, la imitación), dou (逗, algo así como la mofa) y chang (唱, la canción). Es después de 1949 cuando su popularidad aumentará, hasta el punto que, actualmente, es uno de los géneros más representados tanto en vivo como en las ya mencionadas galas televisivas. Aunque el vestuario varía, siempre es curioso ver las túnicas o hanfu de vivos colores que visten los actores, a juego con los tocados negros, que dan un aire añejo a un texto a veces de viva actualidad: no son escasas las piezas de xiangsheng que ironizan o critican aspectos de la sociedad china o la corrupción que siempre empapa a las altas esferas del Partido Comunista, de la que hablan estudiantes, taxistas y demás gente de a pie y que siempre es comentada en todas las redes sociales… estos diálogos cómicos no llegan a ser contestatarios ni excesivamente corrosivos. Pero el hecho de que exista es una prueba de que ni la apertura económica ni la censura en los medios pueden restar identidad a géneros teatrales que con el paso de los siglos, no hace sino transformarse a la medida de una sociedad que también demanda, poco a poco y cada vez más deprisa, un cierto cambio.
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[1] Actualmente, shuochang también es el nombre que se le da en chino al rap.
2013-08-05 13:29
Llevo un año aprendiendo chino y es un idioma que me encanta. No conocía este tipo de teatro la verdad, pero resulta curioso.