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Textos del cuervo por Marcos Taracido

TdC es un diario de lecturas, un viaje semanal por la cultura. Marcos Taracido es editor de Libro de notas. Escribió también las columnas El entomólogo, Jácaras y mogigangas y Leve historia del mundo [Libro en papel y pdf]. Ha publicado también el cómic Tratado del miedo. La cita es los jueves.

Sobre Metamorfosis de la lectura

Se aprenden muchas cosas leyendo Metamorfosis de la lectura (Anagrama, 2010), de Román Gubern. Se aprenden, por ejemplo, algunas (muchas se recuerdan o se refuerzan) cosas nuevas sobre la historia del libro; se aprende hasta qué punto la tecnología traza las líneas que serán los caminos; y se aprende cómo el conocimiento (la sabiduría) no es un viento lo suficientemente poderoso para despejar algunas neblinas. Y a Gubern le sacude la niebla al final de su libro, y tras un análisis brillante (algo difuso a veces) concluye sorprendentemente, adherido al sentimentalismo y carente de toda proyección en el futuro de todo lo que en las páginas anteriores explicó sobre la historia.

Dice el semiólogo tras elogiar el libro digital:

Pero pienso que el libro en papel, el que aprendimos a amar desde nuestra infancia, ofrece todavía algunos atractivos o ventajas que merecen ser reseñadas y cabalmente valoradas:

Creo que la clave de lo que sigue es ese «que aprendimos a amar desde nuestra infancia», una declaración no del todo consciente de que lo que sigue es un deseo chorreante de nostalgia:

1) El libro electrónico se opone al fetichismo del libro como objeto sensual, es decir, como objeto táctil, visual y oloroso a la vez. Y ese fetichismo ha sido tradicionalmente un componente hedonista del placer intelectual de la lectura.

Siempre digo lo mismo: al que haya visto un códice iluminado cualquier edición de la era Gutenberg le parecerá una mierda insulsa. Fetichismo, efectivamente. Coleccionismo.

2) El libro electrónico se opone, en su condición de máquina estandarizada, al valor sentimental del libro recibido como regalo cariñoso, o dedicado con una firma por el autor o por el amigo que lo regala, o de una edición limitada para amateurs cómplices.

De nuevo el argumento sentimental, como no quererse desprender de la finca paterna porque jugaste en ella en la infancia, aunque sea ya un erial. Y además, ya hay intentos de solucionar esos problemas, pero como él mismo afirma en su libro, estamos en el paleolítico de la tecnología digital: qué no será posible.

3) El libro electrónico se opone al libro entendido como objeto de diseño gráfico. ¿Cuántas veces hemos comprado un libro por el atractivo de su portada? Aquí reaparece el fetichismo del objeto diferenciado, en contraste con el soporte uniforme. Es cierto que las vistosas fundas de los discos de vinilo no frenaron a los menos atractivos CD, pero el culto sentimental a la discografía de vinilo todavía se resiste a morir.

Debería yo repetir argumentos porque él repite deseos una y otra vez. Fetichismo, sentimentalismo; eso no frena un cambio de estas dimensiones, ni lo matiza siquiera. Es más: obvia hasta qué punto el dispositivo electrónico se ha convertido ya, a su vez, en un fetiche.

4) El libro en papel nos permite ojear y hojear el texto con más comodidad e inmediatez que las que nos consiente el libro electrónico.

En primer lugar, eso depende de la experiencia lectora y del hardware y el software que se utilice para leer. En segundo lugar, eso es una costumbre. Ya hemos visto todos la rapidez con que adquiere nuevos hábitos de lectura un bebé tras interactuar con un lector táctil.

5) En el libro códice podemos ponderar de un vistazo lo que llevamos leído y lo que nos falta por leer. Es cierto que esta información numérica se halla también en la parte inferior o superior de la página electrónica, pero su ponderación es menos sensorial e inmediata.

Creo que Gubern lee pocos libros digitales o lo hace con un software poco informativo. sencillamente, su ponderación es más sensorial y más inmediata. Otra cosa es que esa infirmación seguramente tenga que cambiar para hablar de caracteres en lugar de páginas.

6) La luz incidente permite leer una página de papel, pero una luz incidente intensa puede convertirse en un inconveniente para leer una página electrónica.

Parece poco serio que en un libro que analiza los cambios tecnológicos a lo largo de varios siglos se utilice como argumento una carencia técnica (si realmente lo fuese) de dispositivos que tiene dos o tre años de desarrollo.

7) Si un libro tradicional recibe un golpe o cae al suelo no se rompe. No ocurre lo mismo con el e-book.

Si un libro de papel se moja se destruye; si le prendes fuego, se transforma en cenizas; si lo aborda una rata, desaparece; si lo coge un bebé, lo destroza… Y en todos esos casos acaba con el soporte y el contenido, para siempre y de manera irrecuperable.

8) En su condición de instrumento electrónico inalámbrico, el e-book no puede utilizarse en los aviones en vuelo, lo que resulta especialmente gravoso en los viajes largos.

Yo no vuelo. Quiero decir que hace mucho que no vuelo, pero seguro que ustedes me confirmarán que sus dispositivos de lectura electrónica les hacen compañía entre turbulencia y turbulencia, ¿verdad que sí? Claro, pero es que cuando Gubern terminó el libro, pues no, no se podía todavía: pero ese es el problema, que alguien como Gubern debería imaginar cuan poco duran ese tipo de trabas tecnologicas.

9) El e-book no puede leerse en la bañera y es peligroso hacerlo junto a una piscina.

En fin, qué decir… Esto… Me callo, sólo declaro mi firme esperanza de que el señor Román Gubern tenga un sentido del humor delicioso, y extraño.

10) La movilidad de la lectura electrónica depende de una batería, que cuando estamos enfrascados en un episodio apasionante bajo la sombra de un árbol puede exigirnos con su impertinente pitido que lo apaguemos inmediatamente, so pena de quedarnos sin texto. Esto no ocurre con el libro de papel.

Pues para estropearme la diversión acaba el libro con algo cierto, aunque, ¿por cuánto tiempo? En los pocos años que llevamos de mp3, tablets y lectores electrónicos la duración de las baterías se ha multiplicado varias veces, de nuevo, qué no pasará en el futuro.

Y más: tanto las afirmaciones de Gubern como mis razonamientos se inscriben en una concepción Gutenberg del libro y el conocimiento, pero como pasó con todos los cambios anteriores, el cambio tecnológico conlleva necesariamente un cambio conceptual que, en pocos años (todo va mucho más rápido esta vez) nos hará leer las tesis del ensayista con la misma sonrisa condescendiente con que leemos a algunos contemporáneos del de Maguncia tachando a la imprenta de invento del demonio.

Marcos Taracido | 11 de octubre de 2012

Comentarios

  1. Palimp
    2012-10-12 17:44

    Comparto tus críticas; quienes defienden el libro de papel frente al digital (y me incluyo) tienen más motivos sentimentales que otra cosa. A mí me gusta más el papel pero leo hasta en el móvil: lo importante es el contenido.

    Pero sigo pensando que para una gran mayoría de lectores, que apenas leen cinco libros al año, el libro electrónico no les aporta ninguna ventaja.

  2. Marcos
    2012-10-13 12:50

    Esa es la actitud, Palimp :) Lo decía Alberto aquí al lado: la pasión ciega e impide razonar con claridad, lógico y normal.

    Y no creo que sea cuestión de si les aporta algo o no: es que pronto a los editores les resultará insoportablemente caro editar en papel. El cambio es irreversible.

    Saludos

  3. Miguel A. Román
    2012-10-13 14:32

    Te confirmo que el libro electrónico puede ser leído en vuelo. Lo he usado en el último año en varias compañías aéreas y no he recibido ninguna advertencia de los TCP. De hecho cada vez veo más gente que lo usa. De momento lo apagamos durante despegue y aterrizaje, pese a que una vez activado el “modo vuelo” (es decir: desactivar cualquier tipo de radiofrecuencia, wifi, 3G, etc.) no debería interferir con los instrumentos de vuelo (y, en todo caso, menos que las pantallas LCD por donde te dan ahora las instrucciones de seguridad).

    Además me permite inyectarme música a través de los auriculares ayudándome a aislarme del bullicio circundante y, al ser rígido, puedo seguir leyendo mientras engullo el rancho de a bordo.

    Creo que argumentar a favor o contra de los cambios tecnológicos es un desperdicio de tiempo e ingenio. Los automóviles han traido un inquietante número de accidentes y contaminación del medio ambiente, pero no creo que vayamos a volver al coche de caballos. Mi vitrocerámica tiene varios inconvenientes frente al fuego de gas a la hora de cocinar, pero me aporta seguridad y facilidad en la limpieza. Cuando mi reloj de pulsera se detiene tengo que ir a un comercio a cambiarle la batería y estoy varias horas sin él, pero me temo que, aunque quisiera, no encontraría ahora un reloj de cuerda. Y un mp3 tiene muchísima menos calidad de sonido y sentimiento de grandeza que una sala de conciertos desde la fila 7,

    Los cambios tecnológicos se adoptan por un conjunto de ventajas o por la presión del mercado o lo que sea, pero no por cuestiones filosóficas. Y lo que tenga que ser será, aunque alcen su voz los agoreros o grupos nostálgicos se antrincheren en sus castillos.

    Y lo que no va a suceder, pues no sucederá. La televisión no ha acabado con la radio ni la fotografía con la pintura. Al contrario: la “competencia” ha servido para que esas técnicas encuentren fórmulas nuevas, atractivas y creativas.

    Y lo que es seguro, y la historia lo demuestra, es que quienes no se adapten serán arrollados.

  4. Palimp
    2012-10-13 16:11

    Yo también creo que el cambio es irreversible, pero más por la omnipresencia de dispositivos electrónicos (teléfonos, tabletas) que por el precio del papel.

  5. crivote
    2012-10-14 02:12

    Curiosamente, este artículo me ha traído a la mente otro reciente de este LdN sobre los cambios en la ortografía (especialmente acentos), y como el autor ponía una frontera moral para él infranqueable sin más justificación que lo mal que le sonaban, o que eran arbitrarios. En el fondo, el mal que nos aqueja a muchos creo que es una neofobia intrínseca al modo en que de niños aprendemos cómo son (o deben ser) las cosas, creando arquetipos mentales que a ciertas edades, por más que racionalmente veamos que no se sostienen, son muy difíciles de superar.

  6. Álber Vázquez
    2012-10-15 12:36

    Como siempre, en este web no se dicen más que irracionalidades y sinsentidos. Hoy, el amigo Miguel A. se ha lucido diciendo esto:

    Cuando mi reloj de pulsera se detiene tengo que ir a un comercio a cambiarle la batería y estoy varias horas sin él, pero me temo que, aunque quisiera, no encontraría ahora un reloj de cuerda.

    Pues podrida mentira. Yo tengo unos veinticinco relojes de cuerda, casi todos comprados por mí mismo en este siglo y casi todos funcionando normalmente. Salvo en ocasiones especiales, siempre uso reloj de cuerda.

    ¡Malditos pilistas!


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