TdC es un diario de lecturas, un viaje semanal por la cultura. Marcos Taracido es editor de Libro de notas. Escribió también las columnas El entomólogo, Jácaras y mogigangas y Leve historia del mundo [Libro en papel y pdf]. Ha publicado también el cómic Tratado del miedo. La cita es los jueves.
Inicio lo que espero sea una serie mensual o bimensual, dependiendo del ritmo de lectura: breves reseñas, notas o apuntes de lo leído hasta la fecha. Empiezo por las lecturas de enero y febrero:
Lengua de Madera (Hilario Barrero) Empecé el año con él y lo leí de un tirón, cosa que no me sucedía desde hace… años. Ya hablé de él.
Potrillo (Charles Wright) y Deshielo a mediodía (Tomas Tranströmer, 2011) El primero me provocó este artículo, y me gustó más que el segundo, o lo digo de otro modo: llegué más Wright que a Tranströmer, me veo más tras la pluma del americano que del sueco. Ambos me gustaron en cualquier caso, y de ambos quiero leer más. Y lo siguiente no es baladí en estos tiempos de naderías: ambos son poesía.
Calabata (Grojo). Primer libro de la editorial INK ME y resultado de un crowdfunding. Inicia lo que parece una serie infantil protagonizada por una calabaza con cuerpo humano. Pensada para los más pequeños, creo, el dibujo produce un extraño efecto por su mezcla de lo que parece un trazo más clásico con otro de más plástico, como si dos lápices distintos llevasen a cabo el proyecto. Calabata no puede dormir y decide contarle su insomnio a sus amigos.
Los chicos del otro lado (1) (Nykko, Bannister). Album infantil de acción trepidante y buen dibujo. Al leerlo recuerdo, no sé si con acertado sentido o no, Los Goonies y La princesa prometida. Realismo fantástico para una aventura de amistad, valor y civilizaciones extrañas.
La noche estrellada (Jimmy Liao), La montaña mágica (Jiro Taniguchi) y Madre, vuelve a casa (Paul Hornschemeier). Los tres reseñados aquí.
Frankenstein (Shelley / Marion Mousse). Muy interesante la colección de clásicos adaptados al cómic. Ojeé varios (Tom Sawyer, Robinson Crusoe…) y aunque en general todos tienen buena pinta este tiene el dibujo más adulto y el tratamiento menos juvenil de todos. Una estupenda iniciativa.
Contrato con Dios y Las reglas del juego. No, no había leído nada de Will Eisner, así que fue todo un descubrimiento: un dominio absoluto de la narrativa en viñetas, de la ambientación y del delicado y agudo giro argumental a sus tramas. También algo de monotonía y déjà vu.
El viajero de la tundra (Jiro Taniguchi). Me esperaba otra cosa después de leer La montaña mágica. Me dejó bastante indiferente esta reunión de relatos breves.
Chernobil (Natacha Bustos / Francisco Sánchez). Un gran descubrimiento. Texto y dibujo se compenetran maravillosamente para narrar la desolación de tras la catástrofe. Una historia llena de silencios, que, sin ser perfecta, resulta conmovedora.
Aldebarán (Leo). Un portentoso despliegue de imaginación futurista que peca de demasiadas concesiones: personajes en general muy estereotipados y dibujo de serie juvenil-playera: resulta molesto que todas las mujeres que salen sean bellas y/o cachondas y todos los jóvenes cachas y guapos. Dicen que la segunda parte está muy bien, iré a por ella.
Aventuras de un oficinista japonés (José Domingo). Lo dije todo por aquí.
Material de derribo (José Gares Crespo). Un poemario en todo el sentido de la palabra: sólido y uniforme. Hallazgos puntuales en una poesía serena y de corte cernudiano.
Paris (Mario Levrero). Otro descubrimiento. Un chorro de prosa para elaborar una mezcla de los Sueños quevedianos, las fantasías de Cortázar y Kafka.
El niño perdido (Thomas Wolfe). Comencé a leerlo por obligación de regalo familiar. Casi abandono tras diez o doce páginas y acabé embobado y asombrada de la sencillez y delicadez con que construye una historia tan tenue como tierna y poética.
Pyongyang y Crónicas birmanas (Guy Delisle) El (los) documental perfecto, y una demostración más de la ductilidad del cómic. Delisle sabe qué contar y cómo hacerlo, y transforma una estancia en una dictadura en un mosaico perfecto y alucinado (alucinado el sujeto y alucinado el objeto y alucinados nosotros, los testigos) que sólo puede afrontar desde la ironía. Grande.