Mostrar los miedos, la soledad y el aislamiento, el vértigo ante el abismo de la indefensión, y el modo de afrontarlos de los niños. Y hacerlo desde la belleza estética, y desde una cadencia rítmica acorde a los pasos indecisos del sujeto, y sin miedo a mostrar un lado oscuro de la infancia alejado de la espectacularidad del maltrato físico, la guerra o la desprotección social: esto tienen en común tres cómics magníficos y profundos:

La montaña mágica (Jiro Taniguchi, Ponent Mont). Reconozco mi dificultad para afrontar el imaginario japonés en cualquiera de sus manifestaciones culturales; me atrae. Su concepción de los fantástico y los límites de la ficción me atraen y me ofuscan a un tiempo. A Kenichi se le ha muerto su padre hace unos años, y ahora su madre es ingresada en estado terminal. Una montaña prohibida guarda el secreto de su salvación. Y del contraste entre la dolorosa realidad del niño y el giro fantástico de la trama surge una deliciosa narración, clásica en la estructura, el dibujo y asequible tanto a la infancia como a quienes la han perdido.

Madre, vuelve a casa (Paul Hornschemeier, Astiberri). Uno de los libros más duros que he leído nunca. Una crónica del dolor, y de la huida de ese dolor. Un niño ve cómo, en la más absoluta soledad, ha de enfrentarse a la muerte de su madre y la enajenación que esta provoca en su padre. Hornscheimeier enfoca la crudeza de la historia desde un minimalismo tanto de estructuración narrativa como de trazo y color (el sepia y agrisado predominantes). Y aquí es una fantasía mucho más real y delicada y enfermiza con la que afrontan, sin demasiado éxito, el miedo.

La noche estrellada (Jimmy Liao, Barbara Fiore Editora). Un album hermosísimo en todos sus aspectos. Una historia preciosa sobre una niña que se siente ajena al mundo que le rodea, y que encuentra a un niño que parece compartir su soledad y entenderla. Y los maravillosos cuadros de Liao, con tanta sensibilidad para perfilar los rostros infantiles como arrojo para usar el color como transmisor de sentimientos y pura belleza.

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Nota:
Los cómics son caros, muy caros. 15, 20, 25 euros por libros que se leen en un par de horas. El precio está justificado: son ediciones muy costosas, con buen papel y buenas tintas para reflejar lo más fielmente posible los trazos y colores de los autores. Ya lo he dicho más veces: el mundo del cómic tiene una oportunidad inmejorable para lanzarse al libro digital, donde pueden aprovechar mejor que nadie los mucho menores costes de producción. La fotografía vio esto muy rápidamente, pero el tebeo se resiste, más conservador en este aspecto incluso que los bestsellers novelísticos. Una pena.