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Teatro abandonado por Alberto Haj-Saleh

Teatro Abandonado trata de recoger el 19 de cada mes fragmentos intermedios de obras teatrales que fueron dejadas a su suerte, a medio acabar, condenadas al olvido. Alberto Haj-Saleh es editor de Libro de Notas y de la bitácora Reducir al mínimo.

Ante todo, discreción

Por M. Valli

ALIDA entra en el escenario desnudo portando en brazos un taburete alto, de los de barra de bar, con asiento rojo desgarrado del que sale una asquerosa gomaespuma amarilla. Viste ropa blanca holgada y lleva la cara maquillada como un payaso triste clásico: rostro blanco, cruz en un ojo, parche en otro, labios oscuros, una pequeña lágrima gris dibujada en una mejilla. Coloca con parsimonia el taburete en el centro, bajo el único foco encendido y se sienta trabajosamente, dando la espalda al público

ALIDA: (Alida hablará al principio con voz queda, como si una chica extremadamente tímida estuviera pasando el resfriado de su vida. Posteriormente y a medida que va hablando, su tono se volverá cada vez más enérgico y firme para acabar desgarrado y envuelto en una agresividad insoportable. La actriz deberá tener en cuenta esta acotación a pesar de que a su juicio las palabras que tiene que decir puedan no estar dotadas de esa agresividad o desgarramiento que ahora señalo). Perdona que te hable así, de espaldas, pero siempre que me miras dejo de hablar para empezar a recitar. De todas formas el contexto me lo permite, aquí, subida sobre un escenario, donde en realidad cualquier cosa vale, hasta hablar de espaldas, ¿no crees? Quería contarte que fue una suerte que llegaran José Pedro y Sandra a tomar café ayer, por sorpresa, porque evitó lo que podía haber sido una pelea. Llevo toda la mañana intentando recordar qué me hizo enfadar así para provocar que te enfadaras así pero cuando nos peleamos, aunque no nos peleamos nunca, al cabo de poco tiempo sólo recuerdo la sensación de rabia pero nunca los motivos. Llegaron y al principio pensé que era un fastidio y que tenían muy mal don de la oportunidad, pero en realidad es un pensamiento idiota, porque pensar que alguien es inoportuno por interrumpir una pelea es más bien fruto del momento que de la reflexión. Claro que yo no reflexiono cuando me enfado, aunque me veas siempre contenida, pero ya sabes que estas paredes oyen demasiado, esta misma mañana volví a escuchar a la de al lado exprimiendo naranjas o pomelos. Pero aunque hable bajito sabes que estoy enfadada, aunque tal vez no lo sepas, porque tú también hablas bajito. Bajito pero seco, porque dices siempre frases muy cortas que me hacen daño. Luego me sorprende la sonrisa enorme que sacas en cuanto aparece alguien, me estoy acordando del viernes santo, cuando me obligaste a ir a comer torrijas a casa de tus padres. No es que no me gusten tus padres pero les haces demasiado caso. Pero yo no quería ir a comer torrijas ni me gusta el viernes santo, ni conozco a tus tíos que me miran como si fuera un insecto, ya tenemos una edad y no me gusta que me miren, ni que me hablen como si me conocieran, ni que me digan cuándo me tengo que casar o que quedarme embarazada. Era maravilloso ver la sonrisa enorme que tenías durante toda la merienda, aunque fuese una sonrisa entre paréntesis, entre el ceño fruncido del coche de ida y el ceño fruncido del coche de vuelta. Pero en los paréntesis te disfruto un poquito. Tengo que reconocer que siempre me tratas con educación, aunque a veces me reprendes demasiado. Las buenas formas, la educación, cuando grito no me hablas, aunque yo creo que no grito nunca porque no me sale la voz. Es que cuando me miras tan serio me da frío y aunque quisiera gritarte no podría, porque me hielas la garganta. Luego a veces entre risas dices que grito mucho y que soy una cabezota, yo me río porque eres muy ingenioso cuando te lo propones, como ayer con José Pedro y Sandra, que se desternillaban con tu teoría de las parejas imposibles. Yo ya te la he oído más veces pero me hace gracia cuando la cuentas, no tanto como la primera vez pero eres muy ágil con este tipo de historietas. Que lástima que al cerrar la puerta tú si te acordaras de que estábamos enfadados, es difícil crear vacío en una cama que no es tan grande, pero tú lo consigues, siempre consigues lo que te propones, aunque tú tampoco me gritas nunca, cosa que te agradezco. A veces creo que me gustaría que me gritaras en lugar de decirme lo que no es correcto hacer en público, pero te prometí que iría al psiquiatra a tratar mis malas maneras, e iré, aunque no sé si aprovechar para tratar más cosas. Cada cosa tiene su lugar y su momento, siempre me lo has dejado muy claro. Discreción. Ante todo discreción.

Se da lentamente la vuelta sobre el taburete y se queda de frente al público.

ALIDA: Así que aquí me tienes, en lo alto del escenario vestida de payaso, que es lo que se hace en el escenario. Y aquí arriba todo vale porque aquí todo se dice. Así que tengo que decirte que te odio, que eres un enfermo y que te deseo todo mal. Que me haces darme asco cada vez que me miro al espejo y que tu familia es la degradación de la especie humana. Que te metas la corrección y la discreción, las palabras ágiles y los comentarios hirientes, los chisteos y los desaires por el agujero del culo. Y también quería decirte que voy a quedarme en este escenario, donde me siento bien y segura y puedo decirte lo que me dé la gana porque es el sitio correcto para hacerlo, así que no me moveré ni de este asiento ni de este teatro, hasta que decidas marcharte, morirte o cualquier cosa que te borre para siempre.

Mira al público. Si lo hubiera. No se va a mover de ahí nunca más. Nunca más.

Alberto Haj-Saleh | 19 de noviembre de 2007

Comentarios

  1. Manuel Haj-Saleh
    2007-11-19 09:53

    clapclapclapclapclapclap….

  2. Merche
    2007-11-19 17:40

    Me estremece ese rencor que es capaz de permanecer inalterado tras horas guardando las apariencias tras una falsa sonrisa delante de terceros. Demasiado teatro en la vida real.

  3. Ana Lorenzo
    2007-11-19 19:10

    Alberto, es una obra de arte. Que no me digan ahora que leyendo un texto se puede adivinar si es autor o autora. Me quito el sombrero.
    Un beso.

  4. J. Addams
    2007-11-19 19:52

    muy buena la acotación del principio, marcando los tonos… y qué buen remate final, en todo lo alto. Me gustó
    saludos

  5. Airos
    2007-11-19 22:55

    Escuece menos de lo que me gusta, pero escuece bastante.
    Gracias.

  6. Julia
    2007-11-20 12:46

    La vida como escenario en el que nos presentamos con máscaras de teatro griego, sonrientes o tristes. Tal vez el problema sea saber si detrás de la máscara esta la realidad o como en una muñeca rusa, se esconde otra distinta. Alida parece que al final se nos presenta como es, sin velos, tirando al suelo del escenario todo lo que la tapa. Magnífico Alberto, y además me ha gustado ese juego interprete autor: Alida – M.- Valli.

  7. María José
    2007-11-20 13:44

    Me ha gustado mucho, mucho el final. No sé decir si me provoca tristeza, desamparo, amargura. Quizá un poco de todo eso junto.

    Creo que siempre es en ese punto cuando sacas tus escenas del escenario teatral (valga la redundancia) y terminan por convertirse en algo dolorosamente reales.

  8. Ana Lorenzo
    2007-11-20 14:12

    A mí me parece que Alida es siempre ella, en la parte primera, de espaldas, es ella que se cree menos que él, que le agradece que no la grite (acabáramos, igual un día va y le agradece que no la pegue) y que le admira y le quiere, pero no se quiere, no se quiere, hasta le promete ir al psiquiatra… seguro que el problema esá en ella, seguro. En la parte segunda, de cara, vestida de payaso clásico, el odio, el saber que el problema es él, el enfermo es él, la admiración y el amor no pueden sostener lo insostenible de que cada vez que se vea a través de sus ojos se vea como una mierda.
    Alberto es un mago que se ha metido en el alma de una mujer y no sé cómo narices lo ha hecho. La primera vez que leí Ante todo, discreción apenas podía creerlo.
    Un beso.

  9. oyros
    2007-11-20 18:38

    A veces me pregunto si reprimirse continuamente es una forma civilizada de vivir. A veces me pregunto si es una forma civilizada de sobrevivir. Y, sin embargo, muchas veces, sin autorepresión no habría civilización.

  10. Alberto
    2007-11-20 18:58

    Caray…

    ¿Mago? No creo, supongo que la srta. Valli escribió este texto basándose en la mera observación de algo que no por repetido deja de sorprender. Lo dramático es cuando el amor y la admiración desaparece pero no así la autorepresión, que funciona como mecanismo aprendido e inmutable.


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