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Teatro abandonado por Alberto Haj-Saleh

Teatro Abandonado trata de recoger el 19 de cada mes fragmentos intermedios de obras teatrales que fueron dejadas a su suerte, a medio acabar, condenadas al olvido. Alberto Haj-Saleh es editor de Libro de Notas y de la bitácora Reducir al mínimo.

Intervalos Regulares

por Halthorb S. Jaelae

SEGUNDO ACTO

La misma habitación, pero ya ha anochecido. Ahora todo está iluminado por un flexo bastante triste en la mesita de la esquina del sofá.

RAFFAELE no se ha movido un centímetro de la posición en la que lo dejamos. Sentado a la mesa del salón, la espalda curvada, los ojos sobre el ordenador pero sin moverse ni un ápice hacia él. A su lado, el cenicero lleno hasta arriba de cáscaras de pistachos y distribuidos por la mesa varios objetos que parecen decir: «un día difícil». Una tableta de chocolate alemán a medio comer, hasta tres tazas diferentes de café, botellas de agua medio llenas, revistas de crucigramas abiertas… RAFFAELE ya no tiene la mirada desquiciada de antes. Ahora está perdida, fija en la pantalla del ordenador pero claramente sin mirarla.
Un rumor infernal asciende desde la ventana que da a la calle. Es alguien echándole una bronca brutal a otro alguien, que no se defiende. La voz es ininteligible, suena como los generales nazis increpando a los prisioneros americanos en las películas. A veces alguna expresión suelta, «¡y una mierda!» y cosas por el estilo, pero poco más. Durante todo el segundo acto esa discusión estará siempre presente y su volumen irá creciendo paulatinamente. A intervalos regulares aparecerá: El ruido horrendo de un niñato en una moto. El ruido horrendo de otro niñato en otra moto. El ruido horrendo de un coche que debe estar tuneado con seis altavoces añadidos donde suena reaggetón. Un bebé que llora. La madre del bebé que llora desesperándose y gritando al bebé que llora. El ruido horrendo de una moto con el tubo de escape roto, posiblemente sin niñato, más bien con viejecito. Cinco niños que siguen jugando en la calle al fútbol a pesar de: a) la prohibición de jugar al fútbol en la calle; b) las horas que son; y c) hoy es un día entre lunes y jueves y mañana, teóricamente, habría colegio. El rumor de una conversación que se anima en una cervecería de las que debe poner aceitunas y camarones con la cerveza. La sirena de un coche de policía que reverbera por un juego de ecos y, a pesar de que posiblemente está pasando por la avenida, el viento y las paredes hace converger ese ruido bajo la ventana de RAFFAELE.

A medida que aparezcan, a intervalos regulares, los ruidos y rumores antes descritos, la bronca brutal de ese alguien que gritaba o amenazaba a otro alguien siempre acabará imponiéndose a todo lo demás, pero permaneciendo siempre ininteligible.

RAFFAELE se levanta desesperado por el ruido (el inicial, el de la bronca, los demás irán apareciendo luego, a intervalos regulares) y clama al cielo.

RAFFAELE: (…) (No se le entiende porque su voz está ahogada por los gritos que provienen de la calle)1


1 (NOTA PARA MÁS TARDE: Se supone que en este momento RAFFAELE ha decidido suicidarse pero entre el ruido de fuera y las visitas cada 20 minutos de personas inesperadas e innecesarias – su vecina pidiéndole mirar una cosa en Internet porque «ella no sabe», el portero preguntando si la bicicleta del cuartillo de máquinas es suya, su tía porque ha hecho empanadillas de más y quiere dejarle unas cuantas – lo pospone tanto que acaba no encontrando nunca el momento. La conversación de RAFFAELE con las personas que vienen de forma inesperada e innecesaria no se escuchará nunca por culpa de los ruidos y gritos que provienen de la calle así que en todo lo que viene a partir de aquí no hay diálogos inteligibles.)

Alberto Haj-Saleh | 19 de junio de 2007

Comentarios

  1. Otis B. Driftwood
    2007-06-19 13:35

    “así que en todo lo que viene a partir de aquí no hay diálogos inteligibles”

    Coño, yo he visto esta obra. Y esta peli. Y he leído este libro. Y he oído a estos políticos.

    Creo que me va a gustar esta sección. Nepotismo puro, no se crean :-)

  2. Marcos
    2007-06-19 14:53

    ¿De la imposibilidad de suicidarse? El propio entorno que le lleva a la desesperación, le impide curarse, bien sea radicalmente.

    Bienvenidos estos rescates.

    Saludos

  3. Alberto
    2007-06-19 15:05

    No suicidarse por pura desesperación. Tiene su gracia, sí...

  4. María José
    2007-06-19 15:20

    Yo había interpretado que no se suicidaba, no por desesperación, sino por falta de concentración en la tarea, como cuando eres pequeño y no puedes terminar los deberes.

    Me encanta la idea de que un nota a pie de página levante todo el texto.

  5. Rosita Fraguel
    2007-06-19 17:16

    “...ha decidido suicidarse pero entre el ruido de fuera y las visitas cada 20 minutos de personas inesperadas e innecesarias … lo pospone tanto que acaba no encontrando nunca el momento.”

    Sí, creo que eso ha salvado la vida de muchos…

    “seguir con vida es ser valiente o no tener donde caerse muerto”

    :|

  6. Oyros
    2007-06-19 22:12

    Cuando el mundo está en tu contra, no te deja ni morirte.

  7. Mariajo
    2007-06-20 00:54

    Lo he leído cuatro veces ya, y cada vez me produce más sensación de angustia, de agobio. Si le tuviese que poner un cuadro al lado, sin duda sería el Grito de Munch.

    Me encanta, Alberto. Y me gusta más todavía no tener el antes ni el después.

    Enhorabuena y bienvenido.

    [A María José: creo que así solucionamos el pequeño problemilla de las confusiones… :) ]

  8. Luther Blissett
    2007-06-20 03:00

    Y lo cierto es que no hacen falta más palabras para contarlo. Con mínimas pinceladas, cualquiera es capaz de reconstruir una acción que dura ya unas cuantas horas.
    No poder disponer de un momento de encuentro íntimo consigo mismo para tomar la decisión última (y más importante, quizá) de su vida debe de ser frustrante. Y más cuando se debe a intromisiones indeseadas y no a la ansiada aparición de un deus ex machina consciente del momento. Quizá de ahí la mirada perdida sobre la pantalla del ordenador.
    Me gusta la nueva sección.

  9. María José
    2007-06-20 17:32

    María José, muchas gracias. Pero también tenía su encanto eso de aparecer con el mismo nombre. Ten en cuenta que por lo que se nos distingue es por el contenido. Tu escribes mejor que yo.

    No deja de ser curioso, siguiendo con esta doble identidad, que yo pusiera el mismo ejemplo en un texto de Marcos.

  10. María José
    2007-06-20 20:36

    Firmaremos como María José ambas, pues, y que sean los demás lo que se preocupen por saber quién es quién.

    Oye, me he quedado muy sorprendida con lo de ‘El grito’... qué cosas, ¿no? Ahora dime que también te gusta el gazpacho y empezaré a asustarme de verdad. :P

    (Alberto, si te das cuenta da igual dónde postees. Nosotros siempre terminaremos viniendo a hablar sobre lo que nos dé la gana.)

  11. Alberto
    2007-06-20 20:38

    Que novedad… en cuanto propongo algo la gente pasa cordialmente de mí :-)

    Muchísimas gracias a todos por la bienvenida. Así da gusto.

  12. J. Addams
    2007-06-20 22:52

    ya me la imagino representada, con un toque de comedia a lo Darío Fo.
    Gran éxito, seguro.
    saludos

  13. Beatriz
    2007-06-21 08:13

    Volviendo a la obrita mínima, a mí me parece que el protagonista no se suicida porque, en realidad, no es necesario: ya está muerto. Por eso tiene la mirada perdida en la pantalla. Pero nadie se da cuenta. Lo que me inquieta es por qué no se dan cuenta los demás…

  14. Marcos
    2007-06-21 10:08

    Muy aguda visión, Beatriz. Entonces, quizás los demás no se den cuentan porque es un muerto en vida, un zombi, o una especie de fantasma, algo muy habirtual por otra parte y de los que estamos rodeados sin que apenas llamen ya nuestra atención. O la llamemos.

    Saludos

  15. Ana Lorenzo
    2007-06-21 11:15

    Es genial que el ruido y las interrupciones sean capaces de no dejarle suicidarse. Una vez decidido, de forma claustrofóbica, rodeado de ruidos, acaba bloqueado, de forma claustrofóbica también; dan ganas de gritar a todos que paren y le dejen en paz, abrirle la ventana y empujarle, pobre.
    Esa angustia que tiene, desde luego, logras contagiarla.

    Un beso.


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