Se publican aquí críticas de libros que por algún motivo —pequeñas editoriales, escasa distribución, desconocimiento del autor, fuera de modas— no aparecen en los medios y publicaciones tradicionales.
Alan Wallis
The Soft Cage: Surveillance in America from Slave Passes to the War on Terror, Christian Parenti, Basic Books, 273 páginas, 2003.
Este libro va más allá del asombro habitualmente expresado en los medios hacia las nuevas tecnologías de vigilancia, para plantear la cuestión en un contexto histórico aterrorador y, a la vez, iluminador. Se explica, por ejemplo, que durante la época de la esclavitud, la vigilancia dependía de tres “tecnologías de información”: el pase escrito que el esclavo tenía que llevar para circular fuera de la hacienda, las patrullas armadas que cazaban a los fugitivos, y los carteles que describían a fugitivos individuales. Con las anécdotas de George Washington y su vigilancia y castigo de sus propios esclavos, se muestra que para encontrar la represión americana, no hace falta mirar más lejos que la cara que aparece en todos los billetes de un dólar. Sin embargo, es también la continuidad entre estos ejemplos tempranos y los capítulos posteriores que hace que este libro sea tan perturbador.
La resistencia popular es una fuerza que empuja la visión unida de pasado y presente que se ofrece en este libro. Estaba prohibido enseñar a leer a los esclavos, pero muchos fugitivos, como el famoso abolicionista Frederick Douglass, aprendieron a escribir sus propios pases. Más adelante las autoridades remplazaron el pase escrito a mano con un carné metálico sellado, que era mucho más difícil falsificar y fue el primer carné americano con número de serie. Los esclavos fugitivos, Parenti dice también, solían buscar la anonimidad de las ciudades costeñas, en las cuales, como la sociedad blanca los perseguía, se podían contratar por salarios muy bajos, al igual que los “ilegales” de hoy.
Otro tema importante en esta historia es lo que Parenti llama “Function creep”: el extender el empleo de una medida represiva poco a poco para aplicarla a cada vez más gente. Los carnés con número de serie se han hecho más o menos universales en los Estados Unidos desde la época de la esclavitud, y el sistema informático que se estrenó en los 80 para impedir que los inmigrantes cobraran ilegalmente la asistencia pública ya se ha hecho disponible a los trabajadores sociales para vigilar a ciudadanos americanos también. El número de seguro social, antes utilizado exclusivamente para el seguro social, ahora ya se usa para identificar a los que pagan impuestos, para solicitar trabajo o tarjetas de crédito y normalmente para ir al hospital también. En este contexto, ya no parece sorprendente la noticia de las listas de vigilancia antiterrorista que se han expandido para incluir a manifestantes izquierdistas o pacifistas.
La unidad temática que se logra en este libro es impresionante, dada la gran variedad de ejemplos, pero muchas veces son los ejemplos mismos que le dan vida. En una carta, George Washington se queja de que una esclava llamada Caroline “solo” le haya hecho cinco camisas en la semana pasada, a pesar de que no estaba enferma; un chofer que hace entregas a domicilio cuenta que fue despedido cuando su sistema de rastreo GPS detectó una parada de descanso no autorizada de 18 minutos; y una estudiante nota que en el colegio “Vayas donde vayas, hay una cámara justo encima de ti. Vamos, si estás con tu novio o lo que sea, te están mirando constantemente.”