Se publican aquí críticas de libros que por algún motivo —pequeñas editoriales, escasa distribución, desconocimiento del autor, fuera de modas— no aparecen en los medios y publicaciones tradicionales.
HB
Título: Once de marzo. Antología de haikus desde Lucena
Prólogo: Luis Felipe Comendador
Editorial: Lara Cantizani
Lugar y fecha de edición: 2º. A E.S.O. I.E.S. Clara Campoamor, 2004
Cuando la muerte se acerca a ti salta una sensibilidad que te defiende y hace que el dolor sea más llevadero. Cuando la muerte toca a una nación, representada en un atentando en el que mueren, entre otros, muchos niños que iban a la escuela, todo el país se conmueve y se solidarizan y levantan altares, llevan flores, encienden velas, recuerdan rostros. En Lucena, 31 alumnos de 14 años de 2 A E.S.O de la I.E.S. Clara Campoamor, se refugiaron en la poesía, como hicimos muchos de nosotros cuando el 11 de septiembre en Nueva York, y escribieron haikus.
El poeta y director de la colección de poesía 4 Estaciones, Lara Cantizani, fue el promotor y el que llevó adelante el proyecto que ahora se ve realizado en un hermoso y escalofriante volumen que bajo el título Once de marzo. Antología de haikus desde Lucena presenta 41 poemas escritos desde la tristeza y también desde la rabia. El libro lleva un prólogo de Luis Felipe Comendador que destaca el conjunto de “voces frescas, todavía por hacer, que han sido convocadas por un suceso terrible, el atentado del once de marzo en Madrid” y se alegra del resultado que ha sido “en todos los casos muy digno y en algunos sobresalientes”. Abre el libro cinco haukus que pertenecen a poetas “mayores” entre ellos Almuzara, el propio Lara Cantizani y Joseph Maria Rodríguez, editor del libro de haikus Alfileres. Siguen los escritos especialmente por esas voces frescas, llenas de intensidad para un suceso sangriento. Y este libro es, para mí, uno de los homenajes más emocionantes, serenos pero punzantes que, desde la lejanía, registro en honor de las víctimas. Estos poemas me han dado una visión mucho más profunda y más honda que toda la información que me llegó en esos días. La poesía es a veces un arma cargada de verdad y de transparencia. Un filtro. Y desde el primer haiku escrito por los jóvenes de Lucena hasta el último se oye el rumor, la rabia, el dolor, la desesperanza, la impotencia y se nota el mundo joven lleno de vida, mezclado con la muerte. Voces nuevas para tapar una voz vieja. Y uno encuentra poemas en los que se mezcla lo cotidiano con lo trascendental, el mundo del sonido con el mundo de la luz, la vida y la munda. Y así Araceli Castillo López escribe un haiku en el que vierte el momento en que estaría desayunando con Cola-Cao cuando escuchó la noticia:
Sin cola-cao cucharada infeliz. La leche agria.
O José Luis Corredera Espejo con esta pregunta:
¿Cómo lloráis si han robado los ojos, cómo lloráis?
A Ana Isabel Calzado Marín se le ha quedado grabado el sonido de los móviles que sonaban y nadie contestaba:
Móvil inmóvil.
Una selva de aullidos
sin receptor.
Y este haiku que tiene mucho de andaluz, de soleá dolorida con ese “na” tan fuerte y tan sonoro:
Labios vacíos
que ya no beberán
na de los míos.
Al final, en la última página, hay un profundo haiku anónimo que tiene el recuerdo de un verso de Pavese (“Vendrá la muerte y tendrá tus ojos”) y tiene también el sonido de la vida.
Pasó la muerte
y no tuve tus ojos.
Hay esperanzas.
Un libro que es el homenaje de unos estudiantes que reaccionan ante una tragedia que les duele. Un libro lleno de dolor y de sensibilidad y también un semillero de futuras voces. Un libro que a mí me hubiera gustado que hubieran escrito mis alumnos cuando el 11 de septiembre. Un manual para la vida y también para la esperanza.