por Marcos Taracido

Horacio Quiroga
Historia de un amor turbio
El Nadir, Valencia, 2008
139 páginas | 14 €
ISBN: 978-84-935601-4-0
Ilustraciones de René Parra

Hay dos modos de acercarse a Historia de un amor turbio: desde el conocimiento crítico de la obra de Horacio Quiroga o desde el plácido sillón del lector que desconoce (u olvida conscientemente, si se pudiese) la obra del autor uruguayo. Los que se encuentren en el primer caso buscarán y rebuscarán entre las páginas de la novela al Quiroga que impulsó la narrativa breve latinoamericana desde su acercamiento brutal, retorcido y ambiguo a la selva de Misiones, pero sólo encontrarán al Quiroga parisino, una novela amable y sentimental, bien armada y bien escrita, pero sin sangre ni alimañas. Si acaso, algo de esa turbiedad, cierta fatalidad sentimental, esa separación espesa y equívoca entre los amantes, preludia a los personajes atormentados y condenados de sus cuentos. Hay entre este texto y Cuentos de la selva o Los desterrados la misma distancia que entre la imagen que de él ofrecen una fotografía del dandy y otra del aventurero.

Por lo demás, la novela está perfectamente construida, y tiene la virtud de comenzar desvelándonos el final: el amor que se nos narra se nos anuncia fracasado desde el principio; y aún así el lector recorrerá sus páginas con interés y atento a los escasos vaivenes de la relación, más contruída por las ausencias que por el contacto directo. Los diálogos, abundantes, funcionan más que como motor como confirmadores de lo que los silencios de la trama hacen sospechar. Y el estilo es de un modernismo lacónico, un poco con la decadencia de las Sonatas, pero con una ambición francesa que trata de dar primacía al lenguaje sentimental. Destaca la decisión de los personajes femeninos, tanto de Eglé como de su hermana, ambas de fuerte carácter y alejadas del modelo ñoño decimonónico. Y Rohán se muestra como un perfecto remedo del autor, con esos dolores gástricos tan biográficos como útiles para acentuar la personalidad tormentosa del protagonista. Y en cualquier caso sí se percibe esa tendencia a la destrucción de Quiroga, aunque aquí sólo sea sentimental: los personajes están solos, abandonados casi, y la novela es una historia de la lenta degradación de una relación amorosa, una degradación que sucede un poco absurdamente, con la misma pasividad con que todos los personajes de Quiroga se enfrentan a su destino, por desatinado o incongruente que sea.