Se publican aquí críticas de libros que por algún motivo —pequeñas editoriales, escasa distribución, desconocimiento del autor, fuera de modas— no aparecen en los medios y publicaciones tradicionales.
Cinco letras. Con sólo cinco letras podemos hacer multitud de palabras. A modo de juego, cojamos cinco al azar y construyamos una. Nos sale “robot”. Démosle un significado: “Máquina o ingenio electrónico programable, capaz de manipular objetos y realizar operaciones antes reservadas sólo a las personas”. Inventemos un pasado para ella. Digamos que la palabra procede de otro vocablo checo, “robota”, que quiere decir “servidumbre”o “esclavitud”.Varios autores
Robot (Vol. 1)
Glénat, Barcelona, 2007
164 págs, 24,95 €
ISBN: 978-84-8357-201-6
Ahora que ya tenemos nuestra palabra de cinco letras de partida, sigamos jugando con ella. Quizá otros ya lo hayan hecho antes. Si bien le hemos dado un pasado, no pocos han inventado multitud de futuros para ella. Los robots han poblado todo tipo de historias de ciencia-ficción, tanto en el mundo del cine como en literatura, videojuegos y todo tipo de medios. Entre ellos los comics. Hoy hablaremos de estos últimos.
Robot no es meramente un cómic como aquellos a los que estamos acostumbrados. No se trata de un relato sobre máquinas con vida propia en un mundo futurista más o menos verosímil. No de uno solo al menos. Este libro es, por así decirlo, una obra de arte en conjunto. No hay más que abrir por una página al azar para quedar embelesado con sus ilustraciones. Entonces abrimos por otra y vemos un estilo completamente diferente, una técnica distinta, unos trazos y luces y sombras que nada tienen que ver. Sin embargo, en todo el libro encontramos el mismo acabado impecable, la misma obsesión por el retoque y la perfección, la misma intachable calidad artística.
Porque tenemos ante nosotros una surtida colección de historias cortas en viñetas, que en conjunto resultan de lo más variopinta, tanto en temática y contenidos como en estilos e impresión. Robot es una recopilación de historias cortas, de apenas algunas páginas cada una, que ambientan todo tipo de situaciones en trasfondos imposibles. Muchas de ellas son autoconclusivas, pero otras en cambio nos dejan expectantes con deseos de comprar inmediatamente el siguiente número para saber cómo siguen. Curiosamente, la presencia robótica o futurista sólo se da en algunas pocas historias, encontrándonos incluso bellas aventuras épicas de fantasía como la de las dos encantadoras brujitas hermanas de Eventyr. Pero, si hay algo de lo que sin duda alguna más encontramos en este libro es otra palabra, de cinco letras, similar —fonéticamente hablando— a la de nuestro juego: “color”. El color no es sólo una tónica, una marca de identidad, una vía para impresionar la vista, realzar o provocar efectismos puramente visuales. En una de las historias (_Evony & Ivory_), es hasta incluso el leitmotiv explícito. Cuando el continente es tan impresionante, tan preciosista, tan expresivo, puede no ser necesario el contenido, o un contenido mínimo, de guión repleto de sinsentidos, casi ininteligible. Ahora bien, tras estos favorables remarques, podría quizá destacarse una serie de inconvenientes de la obra desde ciertos puntos de vista. Por un lado, algunos viejos puristas proseguirían la ya antediluviana batalla de la mano humana frente al maquillaje posterior del ordenador. Es cierto que veremos en las páginas de este libro casi un tributo al retoque digital, pero debe reconocerse que si bien eso es ya igualmente un arte en sí mismo, tenemos además que la base esquelética de los lápices de los excelentes dibujantes asiáticos que aquí se reúnen es innegable. En el arte, a diferencia de otras cosas, al final no importa el medio, sino el fin. El color es lo que destaca, lo que importa.Por otro lado, el hecho de que sea un recopilatorio, que no tengamos una historia única, completa, íntegra, sino un batiburrillo multicolor, una amalgama de autores, de vivencias y experiencias, casi un cajón de sastre si se prefiere, nos lleva a asociarlo con una palabra: dispersión. Para el lector habitual de principios, nudos y desenlaces más o menos enlazados, esta obra puede resultar incómoda para la mente, por muy agradable que sea para los sentidos. Pero para aquellos sibaritas o simplemente buenos amantes de los comics, puede ser todo un hallazgo.
Quizá entre estos últimos tengamos algunos supervivientes de la “generación CIMOC”. Para los no iniciados, baste decir que CIMOC —de nuevo palabra de cinco letras— fue aquella revista para adultos de los ochenta y primera mitad de los noventa que, en una tónica similar a Robot, gozó en España de buena cantidad de adeptos —ciento setenta y seis números en quince años de publicación hasta su desaparición en 1995 la avalan—. En ella se daban cita a través de historias cortas o series por capítulos autores de la talla de Jodorowski —El incal, entre otras muchas cosas en otros campos del arte—, o las magníficas portadas de Luis Royo.Con Robot tenemos por tanto ante nosotros una muestra más de un fenómeno que no es ni mucho menos nuevo en Japón, su país de origen. Las revistas como Shonen Jump —por citar una de las más conocidas— que compendian trabajos con mayor o menor continuidad de muchos autores o mangakas son muy habituales y de gran tirada allí. Es por eso que, aunque Glénat nos haya traído aquí y hasta ahora el segundo volumen, en tierras niponas encontramos recién publicado ya el décimo. Esperemos con avidez y paciencia a un tiempo que lleguen todos aquí también.
Se diga lo que se diga, Robot es toda una obra de arte de principio a fin, traída a nosotros desde el Lejano Oriente para deleitarnos con la fuerza de sus colores, la variedad de sus contenidos —algunos más adultos, otros para todos los públicos— y el adictivo impacto de lo nuevo, de lo fresco, de lo exótico. Un agradable caleidoscopio gráfico para lectores con paladares exigentes que no quedarán defraudados. Para quien quiera saber más, tiene un buen reportaje de la propia editorial en:
http://www.edicionesglenat.es/asp/reportaje.asp?pid=195.