Se publican aquí críticas de libros que por algún motivo —pequeñas editoriales, escasa distribución, desconocimiento del autor, fuera de modas— no aparecen en los medios y publicaciones tradicionales.
Por Alberto Haj-Saleh
Osamu Tezuka
Lost World
Glénat, Barcelona, 2007
248 págs, 8’95 €
ISBN: 978-84-8449-938-1
Llevo toda la vida leyendo cómics, pero me confieso en pañales cuando hablamos del universo de la historieta japonesa. Mi acercamiento al manga siempre ha sido accidental o nostálgico. Accidental cuando por pura casualidad me he encontrado en casa ajena alguna colección completa de cómics del lejano oriente, como me ocurrió hace años con Video Girl Ai de Masazaku Katsura, un culebrón adolescente en toda regla que me enganchó de la manera más pecaminosa posible. Nostálgico cuando uno no puede resistirse a comprar las versiones en papel de series que ha visto toda la vida, como Mazinger Z por ejemplo. Por eso cuando llegó a mis manos este Lost World de Osamu Tezuka mi mirada era casi completamente virgen: realmente no sabía con lo que me iba a enfrentar.
El nombre de Tezuka me resultaba familiar por la película de animación de hace algunos años Metrópolis, recordaba su nombre en los créditos como autor del cómic original inspirador del film, pero poco más. Rebuscando un poco más en la red me he encuentro con que estoy ante una de las primeras obras de alguien considerado como el “dios del manga”, un auténtico pionero y precursor de las historietas largas seriadas tal y como las conocemos ahora, o de un rasgo tan indentificable dentro del cómic japonés como son los ojos desmesuradamente grandes. Varias de sus obras ( Astroboy, La princesa caballero, Adolf) están consideradas clásicos fundamentales por los entendidos y su nombre es reverenciado por aficionados y autores.
Pero saber todo esto no me convierte en un experto así que sólo me queda abrir el cómic y a ver que pasa. ¿Y qué pasa?
Lost World es un cómic sencillo hasta límites insospechados. Los dibujos me recuerdan a los cortos de animación de la Warner Bros y de la Disney de los años cuarenta, ágiles, rápidos, personajes divertidos y sin complejidades. El argumento no puede ser más simple: el planeta Mamango, que en su día se separó de la Tierra, vuelve a acercarse a nuestro mundo y un joven y apuesto científico, acompañado de un equipo muy variopinto, viaja hasta allí para explorar ese mundo perdido.La presentación y el planteamiento es infantil e inocente al máximo, lo que dota al discurso de una frescura ingenua que, pasada la sorpresa inicial, cambia completamente la manera de enfocar el cómic para pasar a ser un objeto de disfrute puro, sin recovecos intrincados ni dobles lecturas. Acción y aventuras presentadas sin muchas explicaciones (me resultó particularmente divertida la presentación del detective Mostacho, uno de los protagonistas, justo al principio de la historieta: entra en el apartamento donde se ha comentado un crimen y dice: “es que pasaba por aquí y oí ruidos”. Y ya está, para qué contextualizar más si lo importante es que está allí).
Otro de los elementos que me ha sorprendido del relato es su insospechada crueldad, algo que me ha hecho recordar los cuentos clásicos infantiles, donde los niños son abandonados en el bosque por los padres sin más remordimientos o la mamá cabra llena de piedras el estómago del lobo para que se ahogue en el río. Sucede algo parecido en este Lost World, donde presenciamos asesinatos a sangre fría, canibalismo (más o menos), traiciones despiadadas… todo ello resuelto la mayor parte de los casos con un enfado por parte de los héroes y poco más. Al estar exento de dramatismo, al no acentuarse el drama, la mirada turbia de adulto que poso sobre el relato hace que me revuelva incómodo deseando volver a tener siete años para no llevarme las manos a la cabeza ante relatos extremos sobre el bien y el mal.
Y es que esto es Lost World, un cómic blanco y limpio, divertido, veloz, aventurero y casi una máquina del tiempo en la que el lector debe echar fuera de su cerebro todo lo aprendido hasta ahora y dejarse llevar por el relato en estado puro, la linealidad como virtud, la sencillez como reivindicación. No veo la hora de seguir indagando en otros cómics de este “dios del manga”.
2009-04-03 13:58
Me encantan los comics y me pasaría la vida leyéndolos, pero aparte de pequeños bocaditos-muestra como los de la Lambiek Comiclopedia, consultar on line a los autores preferidos es bastante árduo. Aún me encantaría más que hubiera revistas gratuitas de cómic en la red que pudieran financiarse con ayudas colaterales, no tengo ni idea de lo que estoy diciendo, pero seguro que vosotros sí, xq Libro de Notas es lo mejor de lo mejor en su ámbito y de algún modo lo habéis conseguido. Bueno, paciencia.