Marcos Taracido

Emilio Bueso
Noche cerrada
Verbigracia, Bilbao, 2007
201 páginas, 12 &euro
ISBN: 8493535516

Escribir una novela adscribiéndola a un género determinado y reconocible tiene la ventaja de montarse sobre una tradición, y de encauzar la trama y los recursos en unas reglas y raíles que hacen crecer y fluir el texto con mayor facilidad; y tiene el inconveniente, para la inmensa mayoría de los mortales, de verse menos libres entre los corsés, y de lograr diferenciarse. En cualquier caso, hace falta tener algo que contar. Y Emilio Bueso tenía una buena historia entre las manos, una historia que su imaginación tejió con un buen puñado de ingredientes atractivos: por un lado, la acertada oportunidad de usar un tema tan actual como el de las fosas comunes de la Guerra Civil española y la recuperación histórica que se está llevando a cabo; por otro, un paraje perfecto para el ejercicio del terror: una región asolada, olvidada, aíslada del mundo como un punto oscuro que todos evitan sin razón aparente… y una fábrica abandonada, con esa arquitectura gótica que le otorga el paso de los años; y el definitivo: la vigilancia solitaria y nocturna de ese entorno.

Así, Bueso estructura la novela en torno a la soledad y la oscuridad, hasta el punto de que las escenas de calma y tensión se suceden alternando día y noche, y el miedo sólo llega en las escenas en que la vigilante de seguridad Alicia Ordóñez realiza sus solitarias guardias nocturnas. Las escenas diurnas se utilizan para perfilar a los personajes y aportar los datos necesarios que vayan explicando lo que sucede en la vieja fábrica, y sirven como contrapunto al horror que emana del sitio en cuanto cae la noche, horror muy bien logrado en los primeros capítulos. La luz frente a la oscuridad es la acertada oposición que mueve el discurso.

Pero Noche cerrada falla en otros aspectos. Hay un exceso de detalles que lejos de enriquecer ralentizan la trama —como la digresión sobre la guerra de Irak—, y en ocasiones los diálogos se alargan en exceso y tienen dificultades para cerrarse; algunos personajes están irregularmente construídos y resultan incoherentes, especialmente su compañero Suso, con diálogos poco adecuados a su perfil. Es significativo que los personajes más impactantes y elaborados son los que menos presencia y diálogos tienen, Gómez y Bakunin. Y el miedo, realmente logrado, como decía, en los primeros capítulos, se amortigua porque la trama se va adivinando con antelación y poco a poco va perdiendo fuerza a medida que se acerca el final y se exacerban y emergen los ingredientes sobrenaturales —con la excepción del brillante descenso al pozo, aún y todo suponiendo lo que está pasando—, con un desenlace exagerado y desproporcionado que no merecen ni la idea ni el desarrollo inicial.

Así y todo, la novela contiene buenas dosis de originalidad y hace confluír acertadamente el terror con un hecho histórico, y Bueso muestra fuerza narrativa en algunas escenas y pasajes que recuerdan a obras clásicas del género en literatura y cine: el encuentro en el hospital entre Gómez y la protagonista son un buen ejemplo de estos retazos de buen narrador.