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Pocas veces una gran novela gana un prestigioso premio literario, pocas veces un prestigioso premio no se va por los augurios de altas ventas que pueda traer una novela. Tal es el caso de Los ejércitos, del escritor colombiano Evelio Rosero, que ganó finalmente el II Premio Tusquets Editores de Novela el 28 de noviembre de 2006, luego de que un año antes, la primera convocatoria fuera declarada desierta (en ausencia de méritos de los más de 350 manuscritos que se presentaron), según lo sentenciaron los mismos miembros del jurado —Alberto Manuel, Almudena Grandes, Alberto Ruy Sánchez, Francisco Goldman y Beatriz de Moura. Las obras finalistas fueron: El silencio del reloj del argentino Lorenzo Pinares (seudónimo), El fantasma nostálgico del peruano Carlos Calderón Fajardo y Las cárceles de la española Ofelia (seudónimo) de los 438 manuscritos que se presentaron para la segunda convocatoria. La novela ganadora fue presentado en abril en España, y hace unos días durante la Feria Internacional del Libro de Bogotá.Evelio Rosero
Los ejércitos
Tusquets, Barcelona, 2007
208 páginas, 14,42 &euro
ISBN: 978-84-8310-391-3
Los ejércitos es una novela de la Colombia del conflicto interno, cuyo escenario fue muy generalizado algunos años atrás, pero del que hoy sólo quedan algunos brotes esporádicos en regiones limítrofes y selváticas, como también actos terroristas que, sin embargo, no llegan a golpear aún a Bogotá, la capital. Precisamente es allá, en esos lejanos parajes, donde se localiza el argumento de la novela. La vida de pueblo sin grandes acontecimientos (excepto la guerra que transcurre sobre y por debajo de él), y que por momentos es el eco de lo mejor de la literatura colombiana, que tiene como precursor a la novela de la violencia de los años 50 y 60 y, por supuesto, un clima político y social mucho más actualizado y definido que el que se mostrara en El Coronel No Tiene Quien le Escriba, de Gabriel García Márquez. Rosero ha construido una novela perfectamente equilibrada, donde las tensiones no han sido planificadas de antemano, hay una naturalidad desbordante a lo largo de las 203 páginas que componen su universo.
La novela ganadora del II Premio Tusquets (y es en últimas el primero), se convierte en una de las obras más coherentes y relevantes que se ha publicado en los últimos 10 años en Colombia. Una obra que, sin caer en el activismo político o la retórica ética, va al fondo de los conflictos de los que Colombia aún no se recupera: el drama de los secuestrados por los grupos al margen de la ley, y de los cientos, algunos para este año completan más de una década de cautiverio; las tomas guerrilleras, los homicidios, las desapariciones forzadas. Presente, muy sutil, aparece el deseo de los colombianos —y de todos los demás hispanoamericanos— de inmigrar, para buscar una vida mejor en Estados Unidos o Europa. El debate todavía nacional sobre la violencia toma en Los ejércitos la forma del terror y la desconfianza permanente de los habitantes de San Vicente y San José (dos microcosmos de esa Colombia que nadie registra) ante toda encarnación de la violencia: guerrilleros, paramilitares, ejército y hasta la misma población civil, pues nadie sabe realmente en cuál bando están los demás. La violencia es así el miedo por la desconfianza general.
La literatura de la violencia en Colombia retrató durante algunas décadas la cruda realidad del fenómeno que sacudió al país desde 1948, pero que tiene raíces mucho más profundas en las fallidas reformas sociales y las contiendas partidistas en las que también intervino la Iglesia. Precisamente, «la violencia» era el retrato del caos que vivía el país con bandas de matones políticos a sueldo que iban de pueblo en pueblo buscando “contrarios”, los abusos de la policía y el ejército mismo y la desolación, en sus distintas formas y dimensiones. Se trataba de una violencia que consistía en el miedo constante de que algo peor sucediera, en un país que por entonces estaba ampliamente politizado y terminó en una dictadura. Pero en Los ejércitos, Rosero ha reconstruido el drama nacional (desde la independencia) hasta darle una proporción panorámica, ajustada a los tiempos que corren. Incluso, el lector desprevenido podría creer que se trata de una historia ocurrida hace 50 años, pero en realidad el fondo de la novela es más actual y vivo de lo que parece, y sus personajes y calles mudas por la Ley Seca y el Toque de Queda existen.
Una de las cosas más inquietantes de la obra de Evelio Rosero es su inmaculada prosa, cuyas oraciones siempre son muy bien escogidas, las palabras siempre tienen una función dondequiera que estén, no hay nada que impida el inevitable curso de la novela. Al principio, cuesta trabajo acostumbrarse al ritmo que impone el narrador (en primera persona), pero luego de pasar las páginas finalmente el lector se acopla y disfruta de cada línea como si saboreara un buen poema —hay suficiente poesía en el libro. El final, no es sino la gran metáfora de la tragedia del país, e Ismael, el personaje principal, simboliza en últimas a todos los latinoamericanos. Escrita en la magistral y muy sofisticada prosa del más importante escritor colombiano después de García Márquez, Los ejércitos es el drama diario de una parte de Colombia, cuando menos asolada por la corrupción política, azotada por todas las formas de “ejércitos” que, finalmente, sólo traen la destrucción, desde donde se les mire.
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