Libro de notas

Edición LdN
Pura Coincidencia por Santi Pagés

Un telefilm sin historia ni interés. Un culebrón con actores atroces y maquillaje pésimo. Una serie cancelada por falta de audiencia. Una novela gastada por los bordes. Una canción en repeat desde el lunes. Una pared cubierta con fotos de estrellas. Cada sábado, verán descomponerse una vida cuyo parecido con la ficción es pura coincidencia.

Las montañas de la luna

Día 1
Estamos llenos de ánimo. No podríamos haber comenzado mejor. El delegado nos ha enseñado las instalaciones esta mañana y parece que nos han concedido casi todo lo que pedimos. Una zona en el sótano exclusiva para nosotros, con una sala enorme de trabajo, el superordenador, una cocina bien provista y un arcón repleto de alimentos congelados. La única decepción ha sido comprobar que no tendremos dormitorios separados. A y yo compartiremos una diminuta estancia en la que apenas caben las dos literas. Pero nos arreglaremos. Hemos conocido al resto del personal del instituto, el comedor, el área común y los otros despachos. Los empleados seguirán con su vida normal mientras nosotros trabajamos allá abajo. Hasta han organizado una pequeña recepción para nosotros. Ha sido una situación algo incómoda. Mientras el delegado daba un pequeño discurso todos nos miraban deseosos., buscando nuestros ojos, esperando unas palabras que les convencieran, que les hiciera creer que, como dicen las noticias, los dos teóricos más brillantes de su generación lo conseguirán, que A y yo encontraremos la solución que nos salvará a todos. Sus esperanzas me han resultado asfixiantes. Han brindado con champán, encontrado a saber dónde y por qué medios, y después han irrumpido en aplausos de ánimo. Me he sonrojado, lo admito. Después, en el búnker, como ya lo hemos bautizado, A y yo hemos acordado un plan de trabajo. Hemos convenido que daremos un paseo cada día al atardecer y que usaremos la piscina del instituto al menos cada dos días para relajarnos. Aunque nos aleje del trabajo, si no permanecemos sanos, estamos condenados al fracaso. He decidido también escribir este diario para dejar alguna constancia de todo esto. De nuestro intento. Y poder recordar nuestros propósitos si en algún momento perdemos el rumbo.

Día 2
Hemos comenzado trabajando a muy buen ritmo. En apenas dos horas hemos descubierto lo incompleto de nuestros cálculos iniciales. Por pura pereza no consideramos que las restricciones que definen las soluciones esquina podían saciarse y en vez de tres casos, tendremos que analizar cinco. Epistemológicamente estamos más cerca de la verdad lo cual es siempre un paso adelante, por modesto que sea. Hemos almorzado con el resto de investigadores en el comedor. Un pollo asado bastante aceptable. Las cocineras nos han tratado cariñosamente y A ha hecho sus habituales bromas sobre la pechuga. Su ingenuidad siempre es refrescante. Hace un rato hemos dado nuestro primer paseo por el parque que rodea el instituto. El camino por la chopera con sus troncos pintados de blanco ha sido especialmente hermoso. Varios investigadores se nos han acercado para desearnos suerte. No se atrevieron a preguntarnos por el trabajo. Son amables. No quieren molestarnos.

Día 3
Tras resolver dos casos nos sentimos eufóricos. Ha sido arduo no obstante. Hemos alternado el papel con la pizarra, que yo prefiero porque me permite ver las ecuaciones en grande, unas junto a otras, y puedo probar a combinarlas visualmente para encontrar el sentido que sabemos esconden. Hemos merendado una buena ración de la bollería industrial que a A tanto le gusta. Sé que el azúcar nos ayuda a pensar mejor, pero si esto continúa así voy a engordar tanto que no cabré en la litera. Durante el paseo A me ha dicho que echa de menos a su esposa. Como yo no he respondido, no ha añadido nada más al respecto.

Día 4
El delegado nos ha visitado en mitad de nuestra primera discusión. A y yo no nos poníamos de acuerdo sobre la relevancia del tercer caso debido a esa fastidiosa costumbre que tiene de buscar siempre atajos y rehuir el trabajo duro. La interrupción nos ha servido para calmarnos. El delegado nos ha preguntado cuándo obtendremos los primeros resultados. No ha quedado nada impresionado con nuestro “avance epistemológico” de hace dos días. Para él solo cuenta que ahora tenemos que analizar cinco casos en vez de tres. Siempre supe que este sería el problema de trabajar para el gobierno. Necesitan mostrar a la opinión pública que hacen algo, aunque esté equivocado. Lo irónico es que conserven esa forma de pensar en estas circunstancias, en las que un error significará que no habrá próximas elecciones. Ni ninguna otra. Confiamos en vosotros chicos, ha dicho el delegado al irse.

Día 7
Llevamos una semana aquí y empiezo a notar los efectos de la inmersión total que nos hemos impuesto. A y yo no hablamos ya de nada que no esté relacionado con el trabajo. No hemos pisado la piscina. Hemos interrumpido los paseos. Seguimos comiendo en el comedor, pero por puro compromiso, porque la comida es de una calidad lamentable. Lo que nos gustaría es no salir del búnker, no parar. Apenas descanso. Mi mente sigue trabajando, sigue queriendo ayudarme cuando estoy durmiendo. Cuando apenas entro en el sueño creo verlo todo claro. Pero sé por experiencia que es un espejismo. He decido comenzar a tomar Orfidal. Aún así al releer las entradas anteriores de este diario me he propuesto que hemos de enmendar nuestros hábitos.

Día 9
La vuelta al plan de trabajo y recreo nos ha dado la lucidez suficiente como para poder completar los cálculos del cuarto caso. Ha sido casi intuitivo. Las ecuaciones se simplificaban por si solas, danzaban como hermosas y delgadas bailarinas hasta colocarse unas junto a otras, radiantes de sentido. Ha sido maravilloso. A me ha dicho que le encantaría echarle un polvo a su mujer para celebrarlo. Me he reído. Se ha tenido que conformar con subir a la secretaría del instituto y llamarle desde allí por teléfono. Yo preferiría que estuviéramos aislados totalmente del mundo exterior para evitar cualquier distracción, pero la ocasión lo merecía. Mientras me he quedado en el búnker jugando al buscaminas, el único pasatiempo que nos hemos permitido tener.

Día 13
A se ha ido a pasear esta tarde. En su ausencia el delegado ha bajado al búnker y hemos hablado un buen rato. Hemos bebido el vodka que escondo en el congelador. Cuando se ha relajado me ha confesado que la situación es crítica. El gobierno apenas puede mantener el control. Al parecer varios asesores consideran que nuestro proyecto es una pérdida de tiempo, un montaje publicitario de dos chalados buscando notoriedad, y que no obtendremos resultados. Están presionando para que lo cancelen. Le he dicho que nuestro presupuesto es ínfimo y que apenas consumimos recursos. Te sorprendería saber hasta qué punto pueden alterarse los hechos, me ha respondido. He intentado tranquilizarle diciéndole que pronto terminaremos de establecer las predicciones del quinto caso y que entonces podremos empezar con las simulaciones y por fin producir los primeros números. En realidad no me preocupa lo que piensen de mí ni mi futuro político, me ha dicho, haré todo lo que pueda por defenderos porque sé que si os cancelan estamos condenados de verdad. Se ha vuelto a poner la chaqueta y se ha marchado. Esta noche tomaré dos Orfidales.

Día 19
En la última semana hemos tenido que reconstruir casi todos los cálculos. A se equivocó con ellos el día que le deje sólo para ir a la piscina. Su punto fuerte son las intuiciones, pero es un desastre con el papel y el lápiz. Tengo que corregirle casi a cada paso y trabajar por los dos me agota tanto que a veces bajo la guardia. Tendré que vigilarle de cerca. Ya no puedo confiar en él. Hay demasiado en riesgo. Para colmo la cocina del instituto estaba cerrada. Hoy no daban comidas. Hemos intentado buscar al gerente para que nos diera una explicación, pero nadie sabía dónde está. Hemos visto a muy poca gente ahí arriba. El instituto estaba prácticamente desierto. Qué día más terrible.

Día 25
Tras unos cuantos días sin salir del búnker y un tremendo esfuerzo hemos reconstruido cuidadosamente todos nuestros cálculos y resuelto el quinto caso. Eso quiere decir que mañana mismo podremos comenzar con las simulaciones. He decidido dejar los Orfidales por el momento por temor a tolerarlo demasiado pronto. Mañana programaremos las pruebas preliminares y pondremos al superordenador a trabajar. Y podremos relajarnos.

Día 26
No hay nadie allá arriba. Solo pasillos vacíos. Ningún despacho estaba abierto. Algunas hojas de papel por el suelo y cajas de cartón rotas. Hemos entrado en la secretaria rompiendo el cristal de la puerta. Los ordenadores funcionaban. El suministro eléctrico parece estar asegurado. Pero no había conexión a internet ni funcionaba el teléfono. Parece que estamos totalmente aislados. Salimos del edificio. Hacía una mañana muy plácida. Nada inusual salvo una soledad absoluta, una soledad que la cancelación del proyecto no puede explicar ¿Dónde están todos? ¿Habrá sucedido ya? A no ha pronunciado una palabra más en todo el día. He tenido que programar las simulaciones yo solo.

Día 32
A apenas me habla. Me mira programar. Sé lo que piensa. Se pregunta por la utilidad de todo esto. Pero a mi no se me ocurre nada más que hacer. Quisiera pensar que vendrán a buscarnos. Que el personal del instituto se ha desmoralizado y marchado porque poco o muy poco pueden hacer. Pero el delegado sabe que estamos aquí y que podemos conseguirlo con un poco más de tiempo. Pero el tiempo se termina. He decidido comenzar a trabajar de madrugada aunque aquí abajo el día y la noche se estén convirtiendo en meras convenciones. Combinaré el Durvitan con Xanax para dormir en ciclos de tres horas y permanecer bien despierto el resto.

Día 45
Llevo tres días explorando los alrededores del instituto. No he encontrado nada de interés. Solo he escuchado el sonido de dos o tres vehículos, pero muy lejanos. El ordenador está corriendo las simulaciones mientras tanto. Cada iteración le lleva casi doce horas. He introducido unas condiciones iniciales sencillas, pero el volumen de datos es enorme así que el algoritmo tardará bastante en converger. Pese a todo, eso me da cierta tranquilidad. A sigue ausente.

Día 49
He vuelto a discutir con A. No soportaba verle más tiempo tirado en el sofá del estudio, mirando la pared sin hacer nada. Le he reprochado su inactividad. A ti te resulta muy fácil hablar, B, tu mujer no ha muerto, me ha dicho. Le he respondido que eso no lo sabe con seguridad, que puede que la situación esté controlada. Pero en el fondo sé que tiene razón. La zona donde su vive su esposa será (¿ha sido?) una de las primeras en verse afectadas. Traté sin demasiado convencimiento de decirle que aunque estuviera en lo cierto aún podemos salvar a muchos. Solo oí un buah como respuesta.

Día 63
No me encuentro nada bien. Tengo fiebre y me he tenido que quedar en la cama. La mala alimentación me ha debilitado. He soñado cosas horribles, con líneas de programación, alfas y lambdas que cobraban vida y saltaban de la pantalla, con la gente del instituto gritando, señalándome con el dedo, persiguiéndome por los pasillos oscuros. Al menos A ha comenzado a analizar los resultados de las simulaciones que terminaron por fin ayer. Si toma mi relevo puede que aún lo logremos.

Día 66
Tras unos días de delirios y pesadillas febriles comienzo a sentirme mejor. La sopa enlatada ha obrado milagros. Me he levantado por primera vez y he visto a A programando en su portátil. Ahora recuerdo por qué somos amigos. Me ha dicho que ha encontrado una forma de simplificar las simulaciones. Le he abrazado y jugado a que le contagiaba. No recordaba ya la última vez que reímos.

Día 68
Pensaba que aún eran mis delirios, pero esta noche he oído ruidos allá arriba. Pisadas y muebles arrastrados por el suelo. Sé que A se levantó a ver qué pasaba, pero el sueño me pudo antes de que él volviera. Por la mañana le pregunté qué había visto. Con un rictus terroríficamente serio me ha dicho que es mejor que no subamos más. Ha atrancado las puertas. La sequedad de su respuesta ha sido tal que no he querido preguntarle por qué. Jamás le había visto así.

Día 79
Estamos perdidos. Los resultados de las simulaciones de A no tienen ningún sentido. Es decir, lo tienen, porque la computadora ha conseguido completarlos, pero son de una complejidad tal que no está dentro de las capacidades humanas entenderlos. A ha comenzado a buscar patrones, a intentar encontrarles un significado. Pero es una labor imposible. Son tan largos, contienen tantas expresiones interminables que tardará años, siglos, antes de poder compactarlas en una forma que pueda usarse. Para aliviar la angustia he tomado los dos últimos Orfidales. Apenas me quedan ya drogas.

Día 102
En el último mes, A ha perdido todo contacto con la realidad. Sigue mirando los listados de ecuaciones, buscando, rodeándolas con círculos, trazando líneas y flechas entre ellas. Ha empapelado el suelo de la cocina con todas las hojas de resultados y las mira subido a una silla queriendo encontrarles un sentido. Ya no me dirige la palabra. Habla sólo. No atiende a razones. En una ocasión estuve como él y sé a dónde conduce esto. Está demacrado. Deshidratado. Sus labios están completamente secos. Olvida alimentarse como es debido y ya casi solo come bollos. Yo prefiero ni mirarme en el espejo por temor a lo que voy a ver, pero al menos trato de cocinar algo, aunque sea en el microondas. Las provisiones aún duran, pero A se consumirá antes. Y pronto nos quedaremos sin papel.

Día 104
Tenemos que intentar sobrevivir. Para qué, me ha respondido A. No he sabido qué decirle.

Día 116
Tiene que haber una solución sencilla. He mirado con calma las simulaciones previas que A descartó cuando yo estaba enfermo y he comenzado a encontrar patrones. Quizá formas lineales, una transformación afín, algo tan sencillo como eso. La belleza es la clave. La simplicidad es belleza. El universo es bello y simple. ¿Por qué no? Puedo ver la solución ahí, brillando en su sencillez, esperándome. Quizá mediante prueba y error me acercare al óptimo, como los inventores clásicos, olvidando fundamentos, marcos teóricos, usando solo mi intuición.

Día 125
El retrete ha dejado de funcionar.

Día 132
A lleva días llenando de ecuaciones las paredes de nuestro cuarto. El papel se ha agotado. Tengo que escribir en este diario a escondidas. Si lo descubriera me lo arrebataría sin pensarlo y lo usaría para sus cálculos enfermos e inútiles. Por lo general está quieto y tranquilo. Pero de vez en cuando se detiene y mira sus garabatos con ojos desorbitados. A es un explorador perdido. Perdido en una jungla de operaciones y letras griegas, buscando las fuentes del Nilo, el Mokèlé mbèmbé, las ciudades de Cíbola, luchando contra nativos hostiles y animales de ojos ardientes que le acechan en la espesura. La jungla es su Zona. Y es ya imposible rescatarle.

Día 158
Estoy cerca, muy cerca. He perfeccionado una forma funcional y la he probado en regiones pequeñas del espacio de parámetros para minimizar así el tiempo de computación. No se cuanto tiempo durará el generador de emergencia o la fuente de energía que sea que nos proporciona electricidad. Mañana comenzaré con los cálculos. Tengo confianza.

Día 170
He matado a A. Cuando ha apartado las literas para poder proseguir con sus cálculos en la pared ha debido de ver el escondrijo donde guardaba mi diario. Mientras, yo estaba en el estudio ocupado en el ordenador, y le he oído gritar completamente demente, corriendo por el pasillo, insultándome. He salido a su encuentro porque temía que dañara el equipo, pero me ha sorprendido antes de alcanzar la puerta y me ha tirado de un empujón al suelo. Me ha intentado estrangular pero he conseguido darle un puñetazo en la barbilla y en ese momento de desconcierto he podido colocarme encima de él, rodear su cuello con mis manos y apretar hasta estrangularle. No ha ofrecido demasiada resistencia. Aunque era más grande que yo, estaba muy débil. Poco más que un patético ermitaño, un despojo hirsuto y desequilibrado. He metido su cadáver en el arcón de los congelados.

Día 174
Esta noche he visto cómo los cálculos que A grabó en las paredes de nuestro cuarto refulgían en la oscuridad. Eran tan incandescentes que podía leerlos incluso con los ojos cerrados.

Día 185
Cuando corría una segunda serie de simulaciones parciales la corriente se ha ido. El ordenador se ha apagado con un pequeño chisporroteo y me he quedado casi un minuto mirando atónito la pantalla en negro antes de entender qué había sucedido. Poco más puedo hacer. Estas hojas, los intersticios entre estas notas son la última ventana, la última posibilidad. O tal vez ni eso.

Día 198
Esta noche, en el techo del cuarto he visto dos conjuntos convexos, redondeados, perfectos, que se abrían ante mí como un páramo oscuro e inmenso. De algún punto lejano entre ellos surgió un hiperplano gigantesco y liso, silencioso y vacío, que lentamente se dirigió hacia las dos masas hasta encajarse entre ellos como una cuchilla Después estalló en un fogonazo blanco y al disiparse lo vi, pude verlo. La solución estaba ahí.

Día 200
No me levanto apenas de la cama. Permanezco adormilado la mayor parte del tiempo. Espero un sueño, el sueño que lo aclare todo. Porque sé que todo está ya dentro de mí, las variables, los parámetros, los espacios, solo necesitan recombinarse, usarme como vehículo. A veces creo que ya ha sucedido, y trato de esbozarlo en los márgenes de este diario. Pero nunca tiene sentido. Da igual. Solo tengo que seguir esperando. Sucederá.

Día 201
Eureka.

Santi Pagés | 13 de junio de 2009

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