Miguel Santa Olalla
Artículo publicado simultáneamente en Boulesis
Hace algo más de un mes, se lanzaba a la red Nuevo bachillerato, una iniciativa organizada de forma conjunta entre Libro de Notas y Boulesis. Ahora que todo ha terminado, ha llegado la hora de hacer balance, y de publicar el número de firmas recibidas, que ya han sido enviadas junto a una carta a D. Alejandro Tiana Ferrer, secretario de Estado de educación. En total han sido 220 las firmas recibidas, y se han enviado 81 correos electrónicos lo que, evidentemente, es un resultado ridículo, si tenemos en cuenta la cantidad de personas y grupos sociales interesados en el mundo de la educación. Entre alumnos, padres y profesores, sólo 220 personas parecen apoyar unas propuestas que pretendían ser de mínimos, como era un bachillerato de 3 años, que se aprobara por cursos y no por asignaturas, que diera más valor a las asignaturas instrumentales, que contara con unos mínimos en lo referente a faltas de ortografía, abandonos o casos de indisciplina. Con el apoyo recibido, es obligado puntualizar y valorar lo conseguido.
Para empezar quisiera dejar bien claro que la iniciativa surgió a partir de un artículo en el que en LdN se criticaba al bachillerato, y otro que salió publicado en Boulesis sobre la imposibilidad de que la sociedad civil intervenga en la elaboración de las leyes. Se va a aprobar el bachillerato, venía a decirse allí, sin que nadie pueda decir nada en contra. Como oportunidad para que estas voces contrarias a aspectos elementales del bachillerato, se hizo el esfuerzo de crear una página web en menos de una semana y tratar de expresar ideas mínimas y elementales, de modo que quien no estuviera de acuerdo con el borrador del bachillerato, pudiera al menos expresar su punto de vista. Ahí nació Nuevo bachillerato, como una forma de canalizar el desacuerdo y de promover, por otro lado, el debate en torno a la configuración de esta etapa. Esta era toda su “orientación política e ideológica”, algo de lo que se habló en varias páginas, tratando de encontrar fantasmas donde tan sólo había la coincidencia de dos opiniones en el tiempo.
En cuanto se lanzó la iniciativa se contactó con los sindicatos mayoritarios y se enviaron correos electrónicos a los medios de comunicación más importantes, así como a las bitácoras más influyentes, esperando no su apoyo, sino al menos la difusión de la iniciativa y la discusión de la misma. Se han recibido apoyos de sindicatos y de varias asociaciones, sí, pero lamentablemente no de los mayoritarios. Ningún medio de comunicación ha querido prestar atención a la propuesta, y tampoco las grandes bitácoras mediáticas (estas sí, sin líneas ideológicas…), donde supuestamenta la libertad y el diálogo campan a sus anchas, han mostrado el más mínimo ínterés por lo que se envió. Nos guste o no, esta es la capacidad de influencia de Internet: 220 personas a las que hay que agradecer su apoyo, del mismo modo que hay que agradecer a todos los que no firmaron, pero al menos discutieron en sus bitácoras (la mayoría de ellas educativas) las ideas centrales que se presentaban.
Llegados aquí está claro que alguna de estas hipótesis o una mezcla de las mismas tiene que se verdadera:
- La propuesta era un auténtica locura
- Las ideas estaban mal formuladas o articuladas entre sí
- La capacidad de difusión de la información de Internet es mucho más pequeña de lo que se dice
- Los profesores no se conectan a Internet y por tanto permanecen al margen de este tipo de iniciativas
- La sociedad en general (y los profesores como colectivo) están en contra de un bachillerato de 3 años
- La pasividad de la sociedad civil inunda todo, y nadie se mueve por nada. Vivimos en una anestesia completa respecto a los desarrollos legales y las decisiones políticas.
Probablemente, llegar al fondo de la cuestión sea imposible, y haya que encontrar una explicación en una combinación de estas ideas. Se trata, en todo caso, de una cuestión secundaria, vista la prácticamente nula repercusión de Nuevo bachillerato. En cualquier caso, y como conclusión quisiera aclarar también algunos aspectos sobre el contenido (al menos como yo lo interpreto) de la iniciativa:
- Frente a lo que se ha dicho, no se fomentaba el catastrofismo ni el texto pretendía afirmar que se esté hundiendo el sistema educativo. En ningún punto del manifiesto se dice nada parecido. Simplemente aparece una propuesta alternativa a esa idea que apareció en los medios de comunicación a finales de abril, según la cual se podría aprobar por tramos el bachillerato.
- Es un error politizar la educación: se habla de educación, y no por ello hemos de dividirlo todo en función de las ideas que, coyunturalmente, sean defendidas por unos u otros partidos políticos. La madurez de la sociedad civil implica una capacidad de juicio independiente de los grandes partidos que tratan de “maquetar” y monopolizar posiciones, de agrupar y de eliminar la capacidad crítica. Que los partidos políticos decidan nuestro sistema educativo, no convierte la educación en un tema político. La educación no es política, y deberíamos ser capaces de separar ambas áreas, siendo conscientes de que existen relaciones entre ambas.
- Conectando con este punto, hay quienes argumentan que uno de los fines del sistema educativo es “compensar desigualdades sociales y económicas, hacer de la sociedad un lugar más justo”. El modo de hacerlo no es permitir que se apruebe por asignaturas o reducir los niveles educativos. Los efectos de estas medidas son perversos: los que más tienen pueden permitirse ir a centros privados que terminan, esos sí, educando élites (no sólo económicas, también intelectuales). Una pregunta es suficiente para desenmascarar ese argumento: ¿Dónde estudian los hijos de los políticos que marcan las líneas educativas? Una sociedad justa e igualitaria debe contar con un sistema educativo grauito, sí, pero exigente y que dote a quienes están dentro del mismo del mayor nivel intelectual posible. Lo contrario es falaz. Las desigualdades no se corrigen rebajando niveles o facilitando aprobados, promociones o titulaciones, sino con otras medidas políticas (estas sí son políticas) como por ejemplo un sistema de becas que prime al alumno por sus resultados, y que le incentive a estudiar. ¿Para cuándo un sistema de becas que, a partir de cierta edad, pague por estudiar un sueldo mensual (equivalente al que ganaría en el mundo laboral) a los alumnos sin recursos?
- Deberíamos perder el miedo a la palabra excelencia, y desterrar fantasmas que ligan este tipo de sustantivos a un partido político determinado. El desgaste social de este término ha hecho que, en la misma propuesta de Nuevo bachillerato, esta palabra aparezca en el mismo párrafo que habla de “cuestiones tan básicas como las faltas de ortografía, el abandono de asignaturas, o las actitudes inadecuadas para una etapa postobligatoria deben ser abordadas con rigor y firmeza”. Algo funciona mal en el sistema cuando los “excelentes” son los que no cometen faltas, no abandonan asignaturas y no faltan el respeto de los profesores en una etapa como el bachillerato. A esa excelencia nos referíamos, y sin querer ser extremistas, a menudo tales criterios se ven incumplidos en las aulas de bachiller.
- Y un poco más del tema de la excelencia, ampliándolo a la sociedad: ¿queremos tener médicos que aprueben la carrera en 10 años? ¿Construyen nuestros puentes ingenieros que sacaron su bachiller en 6? Si es posible (y nuestro bolsillo nos lo permite) buscamos los mejores médicos, los mejores ingenieros, los mejores talleres para nuestro coche. ¿A qué viene entonces decir que la excelencia no debe ser uno de los criterios del bachiller? La esquizofrenia mental entre el mundo educativo y el real aumenta día a día. En la vida social se valora lo excelente, pero por lo que se ve no son pocos los que piensan que esto no debe valorarse en el sistema educativo. Vivimos en sociedades competitivas, en las que se busca lo mejor, y nuestros sistema públicos de educación parecen conformarse con que lo mejor “crezca” espontáneamente en sus aulas. Un sistema educativo público valora lo mejor y sabe fomentarlo. Existen otras alternativas, sí, pero un tanto hipócritas. No vivimos, nos guste o no, en el país de las maravillas, y quienes educan alumnos orientados al mundo profesional (tanto en ciclos formativos como en universidades) saben de qué estoy hablando.
Hasta aquí llegó nuevo bachillerato, una aventura corta pero intensa, llena de cruces de argumentos e ideas, que quizás haya alcanzado más eco en las pocas bitácoras educativas que lo han comentado (a las que reitero el agradecimiento, aunque sólo sea por fomentar el pensamiento alrededor de estos temas). Ahora ya podemos irnos a descansar tranquilos que es lo que queremos, ¿o no?