La Factoría de Ultramarinos Imperiales ofrecerá a sus clientes, a través de la guillotina-piano —su dispositivo más acomodaticio—, un sinfín de discusiones vehementes sobre el arte y la cultura, y nada más. Josep Izquierdo es recargador de sentidos, contribuyente neto al imperio simbólico que define lo humano. Y si escribe, escritor.
Artefactos
Lo mejor y lo peor de Pasolini es que es italiano. Y ya sabes que lo digo para bien. O para no mucho mal, al menos. Pero, básicamente, para bien. Y «italiano» ya es una generalización, como lo es «español». Y sospecho que para él mismo friulano también lo era, como para mí valenciano. Pero eso vino después, la política de Pasolini vino después. Lo primero fueron los rostros, los cuerpos y el paisaje de Il vangelo secondo Matteo. Yo tenía unos trece años, calculo, y aquellos primeros planos de María y José, nada más empezar la película, y aquella casa, aquel camino, aquellos tapiales que lo bordeaban me eran tan próximos, y al tiempo tan abominables… Eran mi infancia, los rostros de mis vecinos, los de mi familia, el corral de Comediana, en la Calderona, donde pasamos el verano del 75 conviviendo mis tíos y sus hijos y nosotros, que lo éramos casi, en un único espacio, una antigua cuadra en la que dormir, y cocinar, y dejar que las horas pasaran, como supe después, al modo en que los jornaleros del campo pasaban las horas y los días, antes de que todo cambiara a finales de los 60. Il vangelo no contaba, pues, una historia de dos mil años, sino un mundo que estaba desapareciendo en aquel mismo 1963 en que se rodó. Para mí, era el mundo de mi familia y de mi pueblo que desaparecía, y al que yo no me aferraba en absoluto. No lo supe entonces, claro; como no supe que María en sus últimos días era la madre de Pasolini, que Jesús era un anarquista español exiliado de 19 años, o que el apóstol Felipe era Giorgio Agamben. Entonces todo eso no me hubiera dicho nada, o al menos lo que me dice ahora. Pero todo eso estaba en mí cuando leí a Pasolini, años más tarde, y cómo me influyó su lectura, que es lo que te interesa ahora. De hecho, me costaba encontrar la clave interpretativa de Pasolini hasta «Il vuoto del potere», el artículo de las luciérnagas. Ahí estaba la dovela central del arco intelectual de Pasolini: el verdadero fascismo es el que la emprende con los valores, con las almas, con los lenguajes, con los gestos, con los cuerpos del pueblo, un pueblo que se ha convertido en degenerado, ridículo, monstruoso, criminal, a través del comportamiento impuesto por el poder del consumo que «conduce, sin verdugos ni ejecuciones en masa, a la supresión de amplias porciones de la sociedad misma, asimilándola al modo y a la cualidad de vida de la burguesía». «Basta con salir a la calle para comprenderlo», dijo entonces, como pudo decir que bastaba con asomarse a la televisión berlusconiana, para verlo. La tragedia es que no existen ya seres humanos: no se ven mas que artefactos singulares que se lanzan unos contra otros. Pasolini avanzaba por el camino de Débord, sin duda, y ya sabes de mis distancias con Débord (y con Pasolini, dicho sea de paso). Bueno, en cualquier caso, ése es el sentido de Salò o le 120 giornate di Sodoma, que tan pocos han entendido, y que es casi una premonición de los escándalos sexuales de Berlusconi, o del modo en que corrupción política y social nos convierte, aquí, en artefactos para ser usados.
2013-08-07 00:47
Creímos que tal vez te resulte interesante leer nuestro serial, “Cómo perdimos el tiempo”, como complemento a la lectura estival.
http://indianowatch.wordpress.com/
Un saludo,
IndianoWatch