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La guillotina-piano por Josep Izquierdo

La Factoría de Ultramarinos Imperiales ofrecerá a sus clientes, a través de la guillotina-piano —su dispositivo más acomodaticio—, un sinfín de discusiones vehementes sobre el arte y la cultura, y nada más. Josep Izquierdo es recargador de sentidos, contribuyente neto al imperio simbólico que define lo humano. Y si escribe, escritor.

RTVV, que ha muerto tres veces

Mi mujer sube de la calle y me cuenta que paró en el bar de la esquina porque encontró a un amigo. El amigo charlaba con un conocido, técnico en RTVV desde hace 24 años. Mientras se toman una caña, el técnico recibe una llamada de teléfono. La atiende, cuelga, y anuncia: “ya está, los periodistas ya se han rendido. Han dicho que ellos están aquí para ejercer de periodistas y nada más, y que volvían a la programación habitual. El 27 de noviembre vamos a negro y todos a la calle.” No es casual que, en este caso, las noticias me lleguen de primera mano. Buena parte de los técnicos de RTVV son de Torrent, o han sido formados en Torrent, en los ciclos formativos de grado medio y superior en comunicación, imagen y sonido que imparte el IES La Marxadella, el más prestigioso en este campo en el País Valencià. Y que alguna relación tiene con Libro de Notas porque es mi instituto, y ese Departamento de Imagen y Sonido es el de Fernando Villavert.


El técnico cuenta que durante estos tres días de primavera, climática y emocional, de principios de noviembre, quienes han mantenido una actitud más beligerante ante el cierre han sido los trabajadores técnicos. Quienes desafiaron el corte de la señal televisiva por internet cortando a su vez las comunicaciones entre el resto de consellerías y servicios de la Generalitat hasta que, para restablecer estos últimos la Generalitat no tenía más remedio que devolverles la señal, jugando al gato y al ratón durante estos tres días, fueron ellos. Quienes sufrirán en mayor medida el páramo audiovisual en que se convertirá este pequeño país serán ellos. Cosas de la televisión, ya saben, en donde vemos sólo caras bonitas y pensamos que sólo hay caras bonitas. Mentirosas, pero bonitas.


RTVV murió hace mucho tiempo para muchos de nosotros. Concretamente, desde que dejó de ser un servicio público para convertirse, hace 18 años, en un servicio de propaganda a mayor gloria del PP. Aún así, quedaban restos de su función social en el (escaso) uso que se hacía del catalán de València, y lo constato por la indignación en Twiter de algunas de mis alumnas inmigrantes que gracias a sus programas infantiles en catalán consiguieron un conocimiento de la lengua que ni sus padres ni la sociedad de su entorno pudieron o supieron darles. Una lengua que sólo se aprende en el aula es una lengua muerta. De ahí que la falacia de un gobierno que dice cerrarla para no tener que cerrar escuelas mientras se le llena la boca con la calidad de la educación o con la educación plurilingüe sea especialmente vejatoria y denigrante si eres un docente que sabe de qué van estas cosas de la educación lingüística. Una parte muy importante de la reacción social al cierre de la televisión proviene de valencianos que, como yo mismo, creemos que un medio de comunicación en la lengua minorizada de esta comunidad autónoma es imprescindible para la supervivencia de la lengua y, por extensión, de una sociedad con identidad propia.


Y por si algún aliento de vida le quedaba a RTVV, murió definitivamente el día del accidente de metro del tres de julio de 2006, cuando desde Presidencia de la Generalitat se ordenó que la noticia fuese ocultada, se prohibió a los cámaras acercarse al lugar del accidente y se les conminó bajo amenaza a seguir estrictamente las instrucciones emanadas desde el partido y el gobierno, con los resultados que ustedes ya conocen sobradamente.


No queríamos esta RTVV, ni a estos periodistas. Para nosotros RTVV eran las migajas de lo que un día pudo ser una televisión decente en un país decente. Queríamos una televisión pública, independiente y en nuestra lengua como instrumento de vertebración de la sociedad y del territorio. Como dice un amigo mío y compañero, Santiago Almenar, hemos sido durante 18 años la madre del juicio de Salomón, y hemos preferido que el niño viviese aunque nosotros lo perdiésemos. Pero mi País Valencià no tiene precisamente a un Salomón al mando. Más bien es la madre usurpadora la que manda, y ahora que el niño ya no le reporta ningún beneficio lo mata, y sólo nos queda llorar por el hijo que perdimos tres veces. Y lo hacemos con dignidad, agradeciendo incluso que quienes tanto han colaborado en difundir el decorado arrogante y zafio de un país nouveau riche, un país coent (en valenciano, cutre en su esnobismo) se hayan atrevido al fin, y al final, a destapar su propia vergüenza y su propia traición. Se les agradece. Sin más.


Veo en las imágenes de las concentraciones que se han producido como reacción al cierre a una joven sosteniendo en alto un cartel. Rehace una cita de uno de nuestros mejores poetas en catalán, Vicent Andrés Estellés: “Qui assumirà la veu d’un poble? #RTVVnoestanca” (Quién asumirá la voz de un pueblo? RTVVnosecierra). Juventud, divino tesoro. La televisión valenciana puede que sólo haya asumido la voz de un pueblo durante tres únicos y últimos días. Como decimos en valenciano, “la milloria de la mort”. La mejoría de la muerte.

Josep Izquierdo | 08 de noviembre de 2013

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