La Factoría de Ultramarinos Imperiales ofrecerá a sus clientes, a través de la guillotina-piano —su dispositivo más acomodaticio—, un sinfín de discusiones vehementes sobre el arte y la cultura, y nada más. Josep Izquierdo es recargador de sentidos, contribuyente neto al imperio simbólico que define lo humano. Y si escribe, escritor.
La realidad de los medios de masas nos ha ofrecido esta semana uno de sus episodios más esplendorosos, en dos partes. En la primera, el presidente Aznar (no escatimemos título, no seamos mezquinos) concedió una entrevista a Antena 3 Televisión en la que demostró una vez más, para pasmo de los suyos y regocijo del resto, que lo suyo tiene más relación con la patología mental que con la ideología. En la segunda, aderezada con un fallo técnico que pospuso el programa 24 horas y dramatizó la espera con especulaciones confabulatorias, El Intermedio, de La Sexta Televisión, se encargó de que sus espectadores no albergaran duda alguna sobre la insanidad mental del expresidente.
Pero lo más significativo del episodio mediático en cuestión no es cuánto fustigó Aznar a Rajoy y al resto del partido, o cuánto nos reímos de ello. Lo más significativo fue que ambos espectáculos nos fueron ofrecido por el mismo grupo mediático, A3media, al que pertenecen Antena 3 y La Sexta. Hace tiempo que me tiene maravillado la perspicacia, la sagacidad de los directivos de este grupo mediático, que ha conseguido reunir en su seno a los espectadores de la España más cañí con los de la España más indignada. Añadamos, además, que A3media forma parte del grupo empresarial Planeta, que incluye, además de televisiones y radios, al periódico La Razón, y, naturalmente, a la editorial del mismo nombre y sus filiales, la primera del país.
La cuestión es que lo que acabo de llamar sagacidad debería ser mejor definido como cálculo empresarial fundamentado en un conocimiento sociológico profundo de los mecanismos que rigen la interacción mediática en nuestra sociedad. Dicho más simplemente, Antena 3 provoca, y La Sexta reacciona, siguiendo los impulsos y las exaltaciones emocionales provocados por la actual situación de confrontación social. Bueno, esta es la interpretación benevolente, la que darían los implicados: ellos no crean a Aznar, ni crean a sus detractores, sólo les alimentan. Pero yo no tengo tan claro que eso sea así.
Creo que estamos metidos en el transparente y denso magma de los medios de masas: buscando entre la sobreabundancia de información y la desjerarquización de las interpretaciones (principalmente a través de las redes sociales) el rastro de un complot universal que proporcione sentido a nuestra fragilidad. En lugar de salir a explorar con espíritu de aventura la nueva sociedad, nos quedamos a la vera del fuego lamentando que la sociedad capitalista no es lo que ella dice que es. Pero ahora todos somos observadores y todos somos observados, lo cual implica la contingencia de todos los criterios y de todas las posiciones del observador, lo que nos lleva a un cambio permanente de perspectiva. La moral (y entendamos la ideología como una forma de moral) ya no es un instrumento que nos permita establecer un sistema de valores (si existe el bien es porque alguien lo observa y lo garantiza, al menos como concepto) sino un dispositivo que garantiza los criterios de observación y creación de realidad de los medios de masas. La bondad y la maldad ya no son percibidos como criterios objetivos, sino como condiciones de observación. Lo malo (Aznar) presupone lo bueno (los espectadores de El Intermedio), al tiempo que alimenta y estabiliza el constante devenir de rupturas temporales y sociales, el conflicto y la diferencia, que los medios de masas necesitan como motores de la comunicación social que representa a la realidad.
Sabemos que la moral es, por tanto, una estrategia, y no un hecho. Y en el caso que nos ocupa, que Aznar sea bueno para Antena 3, y malo para La Sexta, es una estrategia para la representación de nuestra realidad, pero no es nuestra realidad. Lo digo porque a veces se nos olvida.
2013-05-29 19:55
Quedo perplejo y decepcionado. ¿¡La Razón y el Intermedio están en el mismo grupo?!