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La guillotina-piano por Josep Izquierdo

La Factoría de Ultramarinos Imperiales ofrecerá a sus clientes, a través de la guillotina-piano —su dispositivo más acomodaticio—, un sinfín de discusiones vehementes sobre el arte y la cultura, y nada más. Josep Izquierdo es recargador de sentidos, contribuyente neto al imperio simbólico que define lo humano. Y si escribe, escritor.

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Autorretrato. Un filólogo que ha acabado poniendo un tenderete en el mercadillo de la sociología y la filosofía, en donde vendo hermenéutica confeccionada en maquiladoras a tres por uno, sostenes metafísicos a euro el par, excepto los de copa F para impedidos intelectuales y juventud firmemente convencida de que sin tetas no hay paraíso, y un cajón de sastre que reúne ideas sobre historia, política, arte y cultura en general, en donde sólo pido la voluntad por pieza.

Uno en realidad es el niño que era a los diez años, ese niño en el que están recién impresas las huellas y los símbolos del carácter. Puede que ésta sea la primera fase estable de nuestra vida. Y que ese niño (quien-se-era-siendo-ese-niño) no regresa hasta pasados los cuarenta. Siempre seremos el que fue feliz o desgraciado, quien vivió y quien sobrevivió. A partir de ese momento la vida se convierte en un carrusel de autonegación y de autoodio que no se detendrá, en el mejor de los casos, hasta la madurez. Llegar a los cuarenta aceptando que, en realidad, eres el niño enfermo, o la niña feliz, o el hermano mayor, o el chico, o la chica, el huérfano, el niño violado, o el niño roto.

La sociedad alimenta las contradicciones hasta límites que difícilmente puede soportar una mente sana sin método, criterios ni discernimiento. Que la escuela dimita de combatir esas contradicciones supone dimitir de su finalidad de organizar óptimamente las mentes de quienes les han sido confiados para ello. El maestro ha perdido prestigio porque ha perdido autodisciplina y ejemplaridad.

La democracia y los límites de la violencia no son fenómenos naturales, sino el fruto de la capacidad humana para modificar su naturaleza a través de la elaboración de pautas sociales basadas en la memoria, en la cooperación y en la transmisión de conocimiento: historia, derecho, cultura. Y esto se enseña. Porque no es natural, y porque la cultura sólo vive si se transmite.

Llamamos Dios a lo que no entendemos, a lo que permanece misterioso después que la razón nos haya iluminado, lo ignoto, lo desconocido, lo inexplicable. Dios es aquello que nos da miedo, lo que nos deja inermes ante el enemigo, ante nosotros mismos. Pero como aprendimos de Freud y de Borges, el miedo crea la imagen aterradora, y no al revés. Dios es humano en la medida en que lo creamos nosotros para poner orden y sentido en el caos que nos rodea, pero no deja de ser una criatura nacida de la tiniebla. Dios es la tiniebla.

No hay regreso, no se puede volver a un lugar que ya no existe tal y como existió cuando existió con nosotros. No podemos volver a ningún lugar físicamente, ya no existe, sólo es el recuerdo, la tradición, la literatura.


“Todos vivimos enredados en cuerdas de arpón. Todos hemos nacido con ronzales en nuestros cuellos; pero es sólo cuando somos sorprendidos por el imprevisto y brusco momento de la muerte que comprendemos los silenciosos, sutiles y siempre presentes peligros de la vida. Y si usted es un filósofo, aún sentado en un bote ballenero no sentirá en su corazón más terror del que sentirá sentado al atardecer frente al fuego de su hogar con un atizador, y no con un arpón, a su lado.” Moby Dick

Josep Izquierdo | 23 de noviembre de 2012

Comentarios

  1. gadmin
    2012-11-26 12:40

    He transcrito parte de este texto a mi blog en

    http://unbosqueinterior.blogspot.com/2012/11/el-miedo-crea-la-imagen-aterradora.html


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