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La guillotina-piano por Josep Izquierdo

La Factoría de Ultramarinos Imperiales ofrecerá a sus clientes, a través de la guillotina-piano —su dispositivo más acomodaticio—, un sinfín de discusiones vehementes sobre el arte y la cultura, y nada más. Josep Izquierdo es recargador de sentidos, contribuyente neto al imperio simbólico que define lo humano. Y si escribe, escritor.

Ética y bien común, con Aristóteles y Malla

Siempre ando atareado. Si no hago algo es porque estoy haciendo otra cosa. Dos trabajos (poco) remunerados no me bastan, y me apunto a un bombardeo con tal de completar el presupuesto familiar, o de desarrollar de forma activa y, en la medida que puedo, comprometida, mis capacidades. En términos aristotélicos, persigo la felicidad, consciente de que en el camino, a lo sumo, conseguiré llevar una vida virtuosa, aunque dudo mucho que el obispo de Alcalá tenga la misma opinión que yo sobre mis esfuerzos.


El estagirita ya dejó bien claro que la virtud es un hábito que se desarrolla en comunidad gracias al lenguaje. Que nuestras virtudes y nuestros vicios lo son en relación con el otro, y en comunicación con el otro. Ética, política y felicidad (en el sentido en que aquí hablamos de felicidad) forman una trinidad que difícilmente encuentra eco en nuestras atribuladas vidas contemporáneas.


Es por ello que me llamó tanto la atención un pasaje del manuscrito que leo y copio los miércoles por la tarde en el Archivo de la Catedral de València. Sí, por si no tenía bastante, en catalán decimos que "a qui no té faena nostre senyor li’n dóna" (a quien no tiene trabajo, nuestro señor se lo da), y sólo los miércoles por la tarde porque es el único hueco en la agenda en que coinciden mis horarios y los del archivo. El texto es de Felip de Malla, un personaje excepcional del siglo XV catalán, como excepcional es también su obra, aunque en parte desconocida, carencia que intento paliar a ratos perdidos. El supradicho fue Maestro en Artes y en Teología por la Universidad de París, consejero y embajador de tres reyes de la Corona de Aragón, participó en acontecimientos históricos nacionales (compromiso de Caspe) e internacionales (Concilio de Constanza, que puso fin al cisma de Occidente), casi obispo, casi cardenal, casi Papa (obtuvo seis votos en Constanza). Y en el final de su carrera (murió en 1431), Presidente de la Generalitat de Catalunya. Durante su mandato escribió el libro que estudio, la segunda parte del Memorial del pecador remut (Memorial del pecador redimido). Se trata de un larguísimo diálogo entre la personificación de la Teologia y Malla sobre la redención humana a través de la pasión de Cristo.


Les traduzco el texto: "Pero ahora de esta materia no quiero contigo hablar más largamente, porque, así como aquella persona que es apresurada y mira siempre delante de si para llegar a su objetivo, todo el pasado dejado tras sus hombros, ni se detiene en la hora en que está cansada, ni responde a todos cuando es saludada, o preguntada, ni satisface sus deseos menores por el mayor deseo de cumplir lo que le queda, lo cual lo mantiene ansioso, así yo, considerando el  gran camino que me queda, y viendo que tu estás a menudo ocupado, y no me puedes oir tal como yo querría y tu deseo seria, no me quiero entretener tanto en llegar al fondo de todas las cosas que no consiguiera llegar a su conclusión, porque tantos asuntos te turban que sólo por las tardes puedo contigo reposadamente departir, y aquellas no todas, ni siquiera las más, por lo que conviene que mis narraciones sean más breves, si bien sé que por ti son muy deseadas, pero tu no eres solamente tuyo, así como no son de ellos mismos los hombres que viven en las tierras pobladas, porque no pueden ni deben serlo, porque, a pesar de que que cada uno se deba más a si mismo que a la patria espiritualmente, porque la caridad comienza por uno mismo, y más debe ser amada la virtud para uno mismo que para otro, sin embargo, en lo temporal más debe cada uno a la patria que a si –plus enim debere patrie quam vite non solum catholici sed etiam gentiles philosophi predicaverunt–, y quien uno mismo no da a los demás, o no devuelve, más propiamente hablando, injuria al público al cual se debe él mismo, sobre todo en caso de necesidad: si Jesús, que no debía nada, se dio por el bien común, bien debe cada uno entregarse, pues para hacerlo ha nacido."


Ahí están las prisas, Aristóteles, las muchas ocupaciones, las tardes robadas para dedicarlas a la escritura, y el trabajo por la comunidad como un imperativo moral. Después de mi, son ustedes los primeros en leerlo en más de quinientos años, y no dejo de sentirme más próximo a su alma que a la de muchos de mis coetáneos.

Josep Izquierdo | 25 de mayo de 2012

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