La Factoría de Ultramarinos Imperiales ofrecerá a sus clientes, a través de la guillotina-piano —su dispositivo más acomodaticio—, un sinfín de discusiones vehementes sobre el arte y la cultura, y nada más. Josep Izquierdo es recargador de sentidos, contribuyente neto al imperio simbólico que define lo humano. Y si escribe, escritor.
Ustedes me permitirán que a veces me ponga judtiano, y me dé por afirmar, también, que lo que me atormenta de la democracia de masas es su tendencia a producir políticos mediocres (observarán, por el eufemismo, que me contengo como también lo hizo Judt), o que la gran mayoría de los seres humanos de hoy en día simplemente no son competentes para proteger sus propios intereses. Normalmente, cuando lo pienso sonrío, me callo, y sigo con lo mío. Pero hoy no.
Sobre la primera afirmación, sobran los ejemplos desde Aznar en adelante. Y no lo digo porque el PP sea el único que produce políticos con tara en democracia, sino porque, por circunstancias históricas, fue el primero que se “crió” en democracia. Recordé las palabras de Judt a propósito de la notícia que leí sobre un ministro de exteriores polaco que al parecer es la excepción que confirma la regla. Sea. La regla queda confirmada a la espera de que el congreso del PSOE en Sevilla nos lleve a la conclusión que debe ser bordada en todos los mapas de España con hilo de oro.
Sobre la segunda afirmación, ya sé que es muy malaje y nada, nada, políticamente correcta, pero entenderán que no estan los tiempos para paños calientes: confiar en que un partido de derechas regenere la sociedad y la economía para proteger a los más desfavorecidos y mantener el statu quo de la clase media es una manifestación palmaria de esa incompetencia de que hablábamos. Ahí están sus medidas de gobierno para demostrarlo, en dos direcciones: una, la económica, nos asegura años de recesión, y la otra, la social (retrogradación de la ley del aborto, reformas educativas unilaterales e improvisadas, deterioro de los servicios públicos…), años de sufrimiento social.
Un ejemplo de lo que conozco. La política de recortes en educación no sólo persigue una racionalización del sistema para elevar la productividad (eufemísticamente hablando), sino que, como parte de esa racionalización pretende que los profesores de más edad, (en València, cuanto más mayores y más preparados, más se les recorta) opten por una jubilación prematura ante la pérdida de calidad en el empleo, porque ahora saben qué jubilación se les quedará, pero puede que mañana no haya dinero para jubilaciones…
El resultado es que se dilapida capital humano. Gente sabia, que no sólo sabe por diablo, sino por viejo, que aúna conocimiento, información y experiencia. Es decir, recortamos en las cosas importantes. Un país que funciona así no puede acabar bien.