La Factoría de Ultramarinos Imperiales ofrecerá a sus clientes, a través de la guillotina-piano —su dispositivo más acomodaticio—, un sinfín de discusiones vehementes sobre el arte y la cultura, y nada más. Josep Izquierdo es recargador de sentidos, contribuyente neto al imperio simbólico que define lo humano. Y si escribe, escritor.
La cultura impresa en castellano arrastra un grave déficit de infraestructura cultural: a pesar de la riqueza de su oferta, carece de medios que promuevan el conocimiento de su oferta a un público midcult que no puede manifestarse individualmente ni reconocerse colectivamente porque nadie se le dirige. Fíjense ustedes que dije cultura impresa en castellano. Presupongo que no soy el único a quien le pueda interesar lo que se publica en Buenos Aires, Ciudad de México o Bogotá, o en Brasil, tanto como lo que lo hace en Madrid o Barcelona. Y lo que se publica en inglés francés y alemán, en cuanto pueda ser pertinente para los debates culturales que se tejen en castellano.
Ayer me llegó la carta de despedida de Revista de Libros, la única revista de reseñas de libros en castellano no exclusivamente literaria. “De forma imprevista para nosotros, y por fuerza mayor, la Fundación Caja Madrid nos ha comunicado la necesidad de suspender su apoyo económico a Revista de Libros.” No era perfecta, pero en sus quince años de trabajo cabe señalar que siempre fue honesta, o lo intentó. La piedra de toque de dicha honestidad es que siempre hubo críticas a libros malos. Una revista de libros que sólo critique libros buenos es muy sospechosa, porque en realidad cumple una misión pastoral y moral que necesita del contraste entre lo bueno y lo malo, entre caraduras malcarados rematadamente buenos e impostores bienintencionados, y cualquier cruce entre esas dos subespecies.
Que Bankia, matriz ahora de Caja Madrid y su fundación, prefiera otras aventuras culturales a Revista de Libros era previsible. Puede que en Madrid no fueran demasiado conscientes de en qué medida la fusión bancaria entre Caja Madrid y Bancaja acabaria teniendo una traducción cultural: la presencia valenciana ha acabado empujando a Caja Madrid hacia la aversión a la letra impresa y el pensamiento complejo y libre, para primar las artes plásticas con un criterio historicista. Acabaré suscribiéndome a la New York Review of Books, o la London Review of Books, y que le den al castellano y su producción editorial, si con sus paupérrimos suplementos de libros en paupérrimos periodiquillos creen que es suficiente. Me veo en la obligación de decir que hay otras revistas culturales interesantes en castellano, Minerva o Letras libres, pongo por caso, pero no son revistas de libros.
Y mientras escribo esto me entero que Fernando Villalonga, efímero (por excesivamente liberal) conseller de cultura y educación en la Comunitat Valenciana con Zaplana, ha sido fichado por Ana Botella como responsable de las artes en la ciudad de Madrid. No sé si llorar por Villalonga y felicitar a doña Ana, o al revés, mientras la jerarquía eclesiástica católica continúa promoviendo movimientos de masas para advertencia de gobernantes. Libera me, Domine, de viis inferni…