La Factoría de Ultramarinos Imperiales ofrecerá a sus clientes, a través de la guillotina-piano —su dispositivo más acomodaticio—, un sinfín de discusiones vehementes sobre el arte y la cultura, y nada más. Josep Izquierdo es recargador de sentidos, contribuyente neto al imperio simbólico que define lo humano. Y si escribe, escritor.
En el 2004 Roger Colom y yo mismo andábamos, literalmente, la escritura de una obra teatral que titulamos La visita en homenaje a una obra renacentista valenciana sobre la clase alta local y sus usos y costumbres. Era el noveno año triunfal del PP en el gobierno autónomo valenciano, y el decimotercero en la ciudad. No hubo posibilidad de estrenarla. Rescato aquí un fragmento que esta semana, como movido por extrañas fuerzas, o por renovados impulsos, he reencontrado en mi ordenador. Creo que el fragmento es autónomo y no necesita que les hable de la obra que lo incluía. Si acaso en otra ocasión. Ahora, agazapados a la espera de la llegada de los bárbaros (barbaroi: los que dicen bar, bar, bar; esto es, bla, bla, bla. Extranjeros lenguaraces), de nuevos Pepes Nadie como los aquí retratados, creo que conviene revisitar el texto que debe más a la mano y el cerebro de Roger que al mío, pero que firmamos los dos.
ENTREVISTA CON EL CONSTRUCTOR PEPE NADIE
Esclavo: En la entradilla de la entrevista haré una breve caracterización. No es que sea muy necesario presentarle al público, pero es lo habitual.
Constructor: Bien, bien. No te diré cómo tienes que hacer tu trabajo, aunque, dadas las circunstancias, no estaría de más que destacaras el lado más humano de mi personalidad y de mi trabajo: mi amor a la naturaleza y mi benéfica labor en pro de la comunidad.
Esclavo: No tengo problemas con ello, pero, ¿será creíble?
Constructor: ¿Insinúas que miento?
Esclavo: Sólo discuto la estrategia.
Constructor: Deja eso para los hombres fuertes, capaces de modelar el destino a su imagen. En asuntos de estado, los más débiles están siempre equivocados.
Esclavo: No hace falta que se meta conmigo.
Constructor: ¿Lo ves? Te lo has tomado como una cuestión personal. Ésa es tu debilidad. La misma que lleva a algunos políticos, más interesados en lo que debería ser que en lo que realmente es, a aplicar al servicio de los asuntos públicos ideas y normas tan crudas, verdes, sin pulir ni contaminar, que inevitablemente conducen sus sociedades al caos. Mira lo que nos ha pasado. Una guerra inútil basada en principios humanitarios inútiles.
Esclavo: ¿Insinúa que el gobierno ha equivocado sus razones para ir a la guerra?
Constructor: La legitimidad de un gobierno es un asunto sin importancia, lo único que importa es su efectividad y supervivencia. (hiperbólico) Pero nuestros políticos son muy virtuosos. ¿Resultado? Donde no hay un poder fuerte, no hay ley. Donde no hay ley, no hay injusticia. Todo vale. En la guerra la fuerza y el fraude son dos virtudes cardinales. Oye, todo esto es off the record, por supuesto.
Esclavo: Por supuesto.
Constructor: Bueno, pregunta ya.
Esclavo: A propósito del fraude…
Constructor: Qué, ¿son ganas de joder, es que no escuchas, o es que no entiendes?
Esclavo: Vale, vale. Empecemos otra vez. Uno de los aspectos más ignorados de su personalidad es el amor por la naturaleza. Hábleme de ello.
Constructor: Sí. Mi huerto es mi refugio y el alimento de mis sueños. Labrar la tierra con esfuerzo, dominar los surcos y planificarlos para un mejor aprovechamiento de los recursos. Plantar las verduras y los árboles adecuados al clima y las estaciones para maximizar los resultados y permitir beneficios constantes. Controlar su crecimiento y dirigirlo para que aprovechen mejor el agua y el sol, y para que los frutos futuros no se estorben los unos a los otros y puedan crecer y multiplicarse. Su utilidad es tangible, accesible a todo el mundo, nadie la cuestiona.
Esclavo: Parece contradictorio con su profesión.
Constructor: ¿Contradictorio, dices? Nuestras ideas crecen ya corruptas con nuestra conducta. Es el pecado original. ¿Que no te aprendiste el catecismo, o qué?
Esclavo: Bueno, sí, pero…
Constructor: En una época enferma como ésta quien presuma de poner una virtud pura y sincera al servicio del mundo, o no sabe lo que es virtud, o si lo sabe, es un hipócrita, y diga lo que diga, hace mil cosas contra su propia conciencia.
Esclavo: Lo que yo quería decir es…
Constructor: Que me contradigo. ¿Y quién no?
Esclavo: Vale, vale, ya voy pillando lo que quiere decir: la honradez está prohibida, la corrupción gana puntos, la verdad es silenciada, las mentiras corren desenfrenadas de lengua en lengua.
Constructor: ¡Claro, los jóvenes se debilitan y los ancianos rejuvenecen! Las bestias actúan como hombres y los hombres como bestias. Las mujeres jóvenes lloran y las viejas ríen. Los leones son corderitos y las ovejas matan para comer, las gallinas cantan y los gallos vuelan.
Esclavo: Sí, eso lo sabemos todos, lo que yo…
Constructor: Los que deberían gobernar por su sabiduría y conocimiento son relegados, despreciados, olvidados y humillados, y por eso han renunciado a presentarse a las elecciones. Los que deberían ser súbditos por su ignorancia e incapacidad, gobiernan, son exportadores de su propia incompetencia, no saben nada, ni siquiera lo que quieren. Si yo sólo pago cincuenta veces más impuestos que tu, ¿por qué mi voto vale lo mismo que el tuyo, por qué no puedo votar cincuenta veces y tú sólo una?
Esclavo: Me lo tomo como una pregunta retórica. Pero su alusión a los malos gobernantes parece dirigida directamente al gobierno de nuestra ciudad.
Constructor: Es una afirmación general, no estaba pensando en nadie concreto, sino en los tiempos que nos ha tocado vivir. La vida en sociedad es como caminar entre la muchedumbre: debes hacerte a un lado, mantener los codos pegados al cuerpo, retroceder o avanzar, incluso abandonar el camino recto según lo que encuentres. Debes vivir no tanto conforme a ti mismo sino conforme a lo que los otros te proponen, conforme a los tiempos, conforme a los hombres…
Esclavo: Conforme a los hombres y a las mujeres…
Constructor: Conforme a los negocios.
Esclavo: ¿Así pues, todo es negociable?
Constructor: (burlándose con la voz) ¿Así pues, todo es negociable? ¿Así pues, en este mundo traidor, nada es verdad ni es mentira, todo es según el color del cristal con que se mira? (con su voz) Todo, hasta la verdad, se negocia. ¿Dónde conseguiste el título de periodista? ¿te tocó en un huevo kinder?
Esclavo: (ofendido) ¡Soy licenciado por la Universidad de Valencia!
Constructor: (displicente) Oh, usted perdone. Eso lo aclara todo.
Esclavo: ¿Y no teme usted que sus esfuerzos, sus trabajos, sean incomprendidos, que en el futuro se le trate con el desprecio que merecen los traidores?
Constructor: No, no lo creo. Soy fiel a nuestro bando hasta la muerte, pero sólo si puedo negociar mi posición en este bando. Es cierto que tendrán una mala opinión de mi durante un tiempo, pero la opinión pública es una pluma al viento de la Historia. Me creerán hipócrita, ruin, falsario e injusto, pero no podrán demostrar nada. Aunque todo, en realidad, depende de la prensa que compren.
Esclavo: Un ser despreciable, entonces.
Constructor: Un gran hombre, con la fuerza y el valor necesarios para hacer el trabajo sucio, para cumplir con mi deber aún poniendo en riesgo mi buen nombre.
Esclavo:¿Así pues, no le importa la opinión que tengan de usted?
Constructor: ¡Claro que me importa! Parece que usted no entiende lo que le digo. Se desprecia a los que se hacen daño a ellos mismos, a los que no aman su trabajo, a los que no hacen nada de provecho ni se interesan por nada. Parásitos. No són más que fábricas de estiércol, a las que sólo les espera el silencio de la Historia. De mí hablarán: velo por mis intereses, amo mi trabajo y contribuyo decisivamente al desarrollo de mi ciudad.
Esclavo: ¿Vendiéndola?
Constructor: Sigue sin comprender. Una ciudad próspera es como un huerto en sazón, y yo soy el labrador que recoge el fruto de su arduo trabajo.
Esclavo: (Quitándose el sombrero y sacando del bolsillo un viejo recorte de periódico) A la mañana siguiente apareció en un diario local el siguiente titular: “El constructor
José Nadie declara que las ciudades son como plantas, y hay que podarlas.” Quizá fuera verdad que el periodista no entendió las palabras de su entrevistado. Pero nosotros, ustedes y yo, señoras y señores, sabemos lo contrario, ¿no es así?
2011-12-03 22:13
¡Ah, qué tiempos aquellos! La verdad es que, en lugar de hacer teatro, podríamos haber conformado un dúo de flamenco pop: Los Casandros. Ya decíamos muchas cosas entonces que ahora son obvias.
(Vale la pena recordar que a los norteamericanos que lucharon en las Brigadas Internacionales durante nuestra Guerra Civil luego se les acusó de luchar contra el fascismo prematuramente.)
Ahora ya sólo queda desmantelar el Estado (sobre todo la parte donde dice “de Bienestar”); eso es lo que hemos votado.
2011-12-04 23:46
Que bueno!