La Factoría de Ultramarinos Imperiales ofrecerá a sus clientes, a través de la guillotina-piano —su dispositivo más acomodaticio—, un sinfín de discusiones vehementes sobre el arte y la cultura, y nada más. Josep Izquierdo es recargador de sentidos, contribuyente neto al imperio simbólico que define lo humano. Y si escribe, escritor.
Dejamos atrás el siglo XX con inconsciencia, la del que sabe que en la parte trasera de toda alegría hay una fecha de caducidad que una voluntaria ofuscación visual o intelectual nos impide interpretar correctamente.
Tan intensa es nuestra vocación de futuro como el inconsciente deseo de que sus promesas jamás se realicen. El deseo es siempre la clave: el hombre es un animal que desea.
El deseo es al laico lo que la esperanza al religioso. El laico se siente culpable por desear, el religioso se siente culpable si no tiene esperanza: el hombre es un animal que se siente culpable.
Y tiene razones para ello. Ya somos siete mil millones de seres humanos sobre el planeta, y antes de que hayamos salido de la crisis ya deberíamos estar hablando de cuánto territorio planetario arrasaremos para producir la soja que comerán los chanchitos que comerán nuestros hijitos que criarán más hijos para más tierra, más soja, más chanchos, más hijos… El hombre es un animal en extinción.
Y decía Leopardi, y citaba Beckett, y podría la cita encabezar la última encuesta del CIS: “non che la speme, il desiderio è spento”. No sólo la esperanza, sino el deseo ha muerto.