La Factoría de Ultramarinos Imperiales ofrecerá a sus clientes, a través de la guillotina-piano —su dispositivo más acomodaticio—, un sinfín de discusiones vehementes sobre el arte y la cultura, y nada más. Josep Izquierdo es recargador de sentidos, contribuyente neto al imperio simbólico que define lo humano. Y si escribe, escritor.
Como filólogo no puedo dejar de percibir ciertos usos del lenguaje que determinan la calidad de la democracia en que vivimos. Cuando hablamos de estos temas hay que acudir, necesariamente, a un libro capital sobre el lenguaje totalitario: LTI. Apuntes de un filólogo, de Víctor Klemperer. LTI es la sigla de Lingua tertii imperii, la lengua del tercer Reich, y el libro es una reflexión ensayística (no “científica” en el sentido en que la filologia universitaria gusta de autodefinirse hoy en día) sobre el lenguaje totalitario y sus efectos. Ya oigo a algunos poner el grito en el cielo por comparar la democracia actual, o alguno de sus partidos, con el Tercer Reich o con el NSPAD. No lo hago, aunque permítaseme afirmar que el PP (y algún otro partido) apuestan decididamente por una democracia de baja calidad mediante recursos e instrumentos como, entre otros, un determinado tipo de retórica política que los partidos totalitarios europeos pulieron con esmero. Si existe algo parecido al libro de Klemperer para el ámbito soviético, lo desconozco, pero me gustaría que alguien me lo indicara, porque mi tesis de partida es que puede que las palabras fuesen diferentes, pero no su función. Algo de ello se adivina en el Joseph Roth y su Viaje a Rusia.
Fijemos nuestra atención en el capítulo “La maldición del superlativo”, cuya tesis principal es que “la propaganda reconocida como mentira y fanfarronada sigue surtiendo su efecto si se tiene la caradura de continuar practicándola sin inmutarse.” Las diversas formas retóricas del superlativo como mentira y como fanfarronada. Me he entretenido hojeando el programa electoral del PP para las elecciones autonómicas del 22 en la Comunitat Valenciana (sí, estoy muy enfermo, qué quieren), y no pude pasar del prólogo sin que el recuerdo de Klemperer acudiera a mi mente, ahora verán por qué.
Aunque el filólogo alemán reconoce que “algunas lenguas son más receptivas al superlativo que otras”, lo cual ilustra con algún ejemplo de la publicidad norteamericana, también añade que se percibe “cierta sincera ingenuidad” en sus números exagerados que buscan más una alegre complicidad con el consumidor que una mentira. En el superlativo totalitario Klemperer percibe, contra el superlativo comercial amable, “la exacerbación del superlativismo” y la “malvolencia deliberada” que “siempre busca el engaño y la intoxicación”. Este tema no es baladí: una de las críticas más frecuentes a quienes nos empeñamos en dilucidar las razones de la hegemonía de la derecha española y europea es que creemos que la gente es tonta. Es justo lo contrario: quien lo cree es la derecha, uno de cuyos fundamentos es la convicción de que las masas son irreflexivas y poseen una infinita capacidad de embrutecimiento.
Klemperer divide los superlativos en cuatro categorías: primera, “superlativos numéricos y palabras similares a números”; segunda, “formas del adjetivo en grado superlativo”; tercera, “expresiones individuales que llevan implícito un valor superlativo”; y cuarta, “frases impregnadas de un valor superlativo”. Tomemos como texto de análisis el supradicho programa electoral de PPCV para estas elecciones autonómicas.
Ejemplos del primer caso: “Gracias a la gestión de los gobiernos del Partido Popular y al trabajo de cada uno de los cinco millones de alicantinos, castellonenses y valencianos hemos conseguido poner en marcha una transformación que ha situado a la Comunitat Valenciana en el lugar que le corresponde.” ¿También los bebés de pocos meses, los niños de pocos años, los jubilados, los ancianos, los indigentes, los delincuentes, la población reclusa? Porque todos ellos están incluidos en esos cinco millones. Otro: “Hemos construido una sociedad abierta e integradora, basada en la libertad y la tolerancia, que ha recibido a un millón de nuevos ciudadanos que han querido venir a convivir con nosotros para ayudarnos a seguir creciendo.” En primer lugar fíjense en el eufemismo que incluye “inmigrante”, “extranjero” y nuevos nacimientos (puesto que ningún español podría considerarse un “nuevo ciudadano en la Comunitat Valenciana). En segundo, si la población actual en edades comprendidas entre 0 y 14 años es de 750.000, y la tasa de población inmigrante es el 15%, es decir, otros 750.000, pero la población total sólo ha aumentado en un millón desde que ganaron las primeras elecciones autonómicas en 1995, ¿dónde está la mentira? ¿Y a qué interés sirve? Más: “Hemos hecho mucho y lo hemos hecho bien. Un hospital al año, una depuradora al mes y un colegio a la semana.” ¿16 hospitales, 192 depuradoras y 832 colegios? Sólo en colegios se han pasado de 50, según las cifras de la empresa pública que se encarga de construirlos. Más: “18.000 millones de euros en 8 años para garantizar la sociedad del bienestar e impulsar nuestra economía hoy y en las próximas décadas.” Si tenemos en cuenta que sólo el presupuesto consolidado para el año 2010 era de 16.715 millones de euros, 18.000 en ocho años parecen una cifra ridícula, y lo es.
Ejemplo del segundo y del cuarto caso, puesto que aúna un superlativo con una palabra cargada de sentido superlativo, sobre todo como último término de una comparación en grado de superioridad: “Durante los últimos años, la Comunitat Valenciana ha vivido el periodo de mayor crecimiento económico, social, cultural y político de su historia.” Al Rey Sol lo contemplaba “el universo”, al Führer le escuchaba “el mundo”. A Camps, “la historia”. Ya se ve que las querencias religiosas del Molt Honorable no son precisamente franciscanas.
Ejemplo del tercer caso: “hemos conseguido poner en marcha una transformación que ha situado a la Comunitat Valenciana en el lugar que le corresponde en España y en el mundo”. ¿Como el Führer, pero menos que el Rey Sol? Cabe recordar que mundo (Welt) fue uno de los sufijos superlativos preferidos por el Tercer Reich, para quien sus aliados eran potencias mundiales, tanto como sus enemigos lo eran del mundo.
Y todo esto sin pasar de los cinco párrafos de la página 3 del programa electoral, que tiene ¡317! Qué duda cabe que es un programa superlativo escrito en un lenguaje popular: la LTI.
2011-05-14 13:05
Muy educativo, ahora ya tengo las herramientas para describir la propaganda electoral.
Desguazado y a piecitas todo esto parece una gran broma para “cada uno de los cinco millones de alicantinos, castellonenses y valencianos”.
2011-05-17 12:10
La verdad es que desconocía Kemplerer, pero sí he leído y reeleído 1984 de Orwell, e indagando en Wikipedia descubro que su novela coincide en fecha de publicación con la obra que citas. La teoría de la neolengua de Orwell, aunque totalmente irrealizable, viene a indicar la importancia capital del lenguaje en un sistema horrorosamente totalitario como el que se describe en la novela. El lenguaje es una heramienta indispensable, es la llave que da acceso al posterior dominio absoluto de las masas.