La Factoría de Ultramarinos Imperiales ofrecerá a sus clientes, a través de la guillotina-piano —su dispositivo más acomodaticio—, un sinfín de discusiones vehementes sobre el arte y la cultura, y nada más. Josep Izquierdo es recargador de sentidos, contribuyente neto al imperio simbólico que define lo humano. Y si escribe, escritor.
Contra lo que pueda parecer, es una maldición china: ¡ojalá vivas tiempos interesantes! Qué jodíos, estos chinos; habrá que ver como les parecen de interesantes, y de malditos, los tiempos que está viviendo el mundo árabe. Por si deciden seguir el ejemplo, digo.
Me permitirá el amable lector que obvie el análisis de los acontecimientos que se han desarrollado en Túnez y Egipto durante los últimos días. Más que nada porque falta todavía lo fundamental: ¿cuál será el resultado una vez se estabilicen los movimientos de masas que se han producido? ¿un grado mayor de democracia, si es que finalmente se produce, implicará necesariamente una vida mejor para los árabes?¿Si el movimiento se extiende, cuánto tardarán en darse cuenta de que su futuro está en una especie de mercado común árabe, y cuáles serán las implicaciones de ello para Europa? ¿Si el modelo perseguido es el de la democracia a la turca, será Turquía un puente entre dos mundos, con un pie en la Unió Europea y otro en el mundo árabe? ¿De qué modo influirá en el conflicto entre israelíes y palestinos?
Tiempos interesantes. Miro atrás, aunque solo con el rabillo del ojo para evitar tentaciones nostálgicas, y descubro para mi desolación que lo han sido, sin que apenas me diera cuenta: viví la muerte de Franco, la transición a la democracia, su consolidación a través de un gobierno de izquierdas y la entrada en el Mercado Común Europeo. He vivido los años ochenta, con su Reagan y su Tatcher, y la caída del telón de acero; la última guerra en Europa, la revolución iraní, las intervenciones militares occidentales en Afganistan e Irak, el 11S, el 11M; el auge y la caída de las dictaduras argentina y chilena, el renacimiento de Brasil, el desastre centroamericano y la caída en picado de México; El ocaso de Japón y el despertar de China; el final del apartheid, y, ahora, el de unas cuantas dictaduras árabes; sin olvidar unas cuantas crisis económicas, durante las cuales siempre nos ha parecido que el cielo se desplomaba, definitivamente, sobre nuestras cabezas. Todo ello aderezado con (si no gracias a, en muchos casos) una revolución tecnológico-mediática sin precedentes que ha transformado aquel hábitat infantil con una sola cadena de televisión y un teléfono fijo con un número de tres cifras. 465, aún lo recuerdo.
Hemos vivido tiempos interesantes, y todavía lo hacemos: tendríamos que repetir como un mantra los versos de Gil de Biedma, que nosotros, los que fuimos, ya no somos los mismos. Ni, claro está, el mundo.