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La guillotina-piano por Josep Izquierdo

La Factoría de Ultramarinos Imperiales ofrecerá a sus clientes, a través de la guillotina-piano —su dispositivo más acomodaticio—, un sinfín de discusiones vehementes sobre el arte y la cultura, y nada más. Josep Izquierdo es recargador de sentidos, contribuyente neto al imperio simbólico que define lo humano. Y si escribe, escritor.

dietario II

Para Roger

A Sorolla no le interesa la luz, solo una luz.

El “verismo” de Sorolla, como él mismo lo denominaba, es la dignificación del costumbrismo a través del clasicismo burgués, esto es, dotar de valor universal, a través de los modelos clásicos, a lo particular. Es la necesidad de valores inmutables e inmanentes de una clase social en perpetuo cambio, aquejada de una inestabilidad que, a su pesar, le es inherente. La revalorización popular de Sorolla se debe, en buena medida, a las mismas necesidades por parte de las nuevas clases ociosas, la neoburguesía: jubilados, pensionistas, amas de casa liberadas de sus hijos ya criados, funcionarios…

El naufragio del proletariado durante el siglo XX podría describirse en los mismos términos que la limitación del espacio lírico en la poesía trovadoresca: como una tensión contínua hacia lo inalcanzable. Si lo llamamos amor o emancipación o justicia social, qué más da.

Deslocalización del fascismo, como manchas de leopardo, no sólo territorial, sino socialmente, sobre la base de un cierto resurgimiento tribal: nacionalismo, populismo, comunitarismo… Ahora ha desaparecido todo impedimento para centrarnos en el objetivo, por lo cual el objetivo ha mutado, se ha “mimetizado”: paradójicamente, el espacio público se ha aclarado.

Dice Pessoa: “Minha anima sabe-me a antiga”. Y es que nunca abandono un puro amor por la teología, y tal vez por eso no sea enemigo de la propiedad privada, sino amigo de una vida austera.

La complacencia mata  el alma y el fracaso la redime, porque la desnuda y la devuelve a una realidad post-edénica de dolorosas alegrías y sudores fructíferos, al otro lado del jardín ameno.

Aquella sensación que produce pasarle a alguien una nota u leérsela, esperando que tenga dificultades para leerla, y que será más rápido y más efectivo reforzar y apresurar su lectura. Lo sigo haciendo aún a riesgo de hacer pasar por idiota a mi interlocutor.

No hay nostalgia en el naufragio. Sentimiento de pérdida, sí, pero no nostalgia. Patrias, terruños, personas, como barcos.

Josep Izquierdo | 04 de febrero de 2011

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