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La guillotina-piano por Josep Izquierdo

La Factoría de Ultramarinos Imperiales ofrecerá a sus clientes, a través de la guillotina-piano —su dispositivo más acomodaticio—, un sinfín de discusiones vehementes sobre el arte y la cultura, y nada más. Josep Izquierdo es recargador de sentidos, contribuyente neto al imperio simbólico que define lo humano. Y si escribe, escritor.

Dietario

Después de un puñado de artículos merodeando por la política y la sociologia de salón, me apetecía hablar esta vez de cosas importantes, de las que guardo un buen puñado en el cajón de las ideas. Pero estos cambios de tercio me piden un tiempo que no siempre tengo: la lentitud a la hora de escribir es una de las consecuencias de mis años como profesor universitario, en que escribía para ser juzgado, no para ser querido. Con todo, rescato del cajón siguiente algunos apuntes de un dietario que no es tal, sino más bien fichas, post-its, retazos de folio y fragmentos que han acabado desgajados de su lugar original.


1) Mi apasionado amigo: espero que en las emociones no te identifiques con lo que Scalabrini Ortiz dice del porteño, que "se emociona, más que por los hechos, por la emoción que enrasa a todos los porteños". No me lo parece, pero tenía ganas de meter una cita de por medio. A los lumpenintelectuales nos gusta exhibir las lecturas: somos los nuevos ricos de la cultura.


2) Mis secretos: la nostalgia y mi hija. De la primera, tal vez cumpla a mi modo lo que Borges decía del Tango: "crea un  turbio / pasado irreal que de algún modo es cierto, / el recuerdo imposible de haber muerto / peleando, en una esquina del suburbio." Mi recuerdo imposible: me mataron una madrugada de primavera de 1940, fusilado por los fascistas, dejando una viuda de familia reaccionaria, a quien yo mismo, como buen comunista, enseñé  a leer y escribir, y dos hijos: al niño sólo lo vi una vez. Otro recuerdo imposible: poeta. Y no sigo, que me desnudo demasiado y, aunque siempre dispuesto a presentar el parte meteorológico sentimental de la Internacional Melancólica en calzoncillos, soy tímido con mi alma.


3) Mi hija fue un acto de voluntad en uno de los peores momentos de mi vida profesional y personal. Cuando descubrí en carne propia que el hombre es un lobo para el hombre, y yo, más que hombre, fui cabritilla, cebo para el tigre, atada de una pata a la estaca. Mejor haber muerto en el momento de descubrirlo, como le pasó a mi abuelo en 1940. El optimismo fracasado de mi abuelo le llevó a la tumba, y de milagro no acabó en una fosa común como las que ahora se van encontrando en España. A mí, que aprendo más de las experiencias ajenas que de las propias, mi optimismo fracasado me llevó a la paternidad: una niña que guarde la memoria de su padre y la transmita, como mi padre me transmitió la memoria del suyo. Un puro acto de egoísmo, ya ves. Irene se convirtió en mi nuevo motor, y resultó más potente, más sólido, más capaz y más osado: mi hija me hizo mejor, y mi trabajo es que, algún día, lo sepa.


4) Con todo, no soy un tipo familiar según los patrones tradicionales españoles o italianos: la familia no se elige, pero yo elegí a mi hija. Tengo responsabilidades hacia quienes me han elegido: mi padre, mi madre, mi mujer, mis amigos. Y hacia quien yo elijo: mi hija, mi mujer, mis amigos. Y nada más, y nadie más.


5) "Extraño" es un adjetivo positivo. Por si lo dudas. Forma parte de la jerga, como cuando los XXX me preguntaron qué me había parecido el Arturo Ui que representaban en el Sanmartín, porque ellos iban a verlo al día siguiente: "espectacular", dije, tras una fracción letal de segundo. Pobrecitos míos, no lo entendieron. Aún hoy deben creer que me gustó.


6) "Apasionado" también lo es. Rara cualidad, hoy en día, porque da miedo: la pasión te empuja permanentemente a la frustración y al fracaso, pues nada que hagas estará a la altura de esa pasión. Puede conducir, pues, a la inacción: si mis obras no están a la altura de mi pasión, más vale que no haga nada. Pero lo peor es el fracaso y el resentimiento: si no se es consciente que la pasión y el fracaso son la cara y la cruz de la misma moneda, y se asume, la misma pasión puede llevar, y lleva, al peor de los monstruos: el resentimiento. El resentimiento es impotente y estéril: ¿conoces alguna obra de arte (de cualquier arte) que sea fruto del resentimiento? los resentidos no pueden consentir que los demás creen, pues ello pone en evidencia su infecundidad y su incomprensión de los verdaderos mecanismos de la creación: “fracasa otra vez, fracasa mejor”.

Josep Izquierdo | 21 de enero de 2011

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