La Factoría de Ultramarinos Imperiales ofrecerá a sus clientes, a través de la guillotina-piano —su dispositivo más acomodaticio—, un sinfín de discusiones vehementes sobre el arte y la cultura, y nada más. Josep Izquierdo es recargador de sentidos, contribuyente neto al imperio simbólico que define lo humano. Y si escribe, escritor.
La noche del domingo pasado parecía destinada a un aburrido recuento electoral que desembocaría en un resultado electoral más aburrido aún. Solo me reconfortaba que, a diferencia de otras aburridas noches de domingo, en ésta emitían el segundo capítulo de Sherlock en un canal de cable. Genial, pensé: a ver si tenemos resuelto lo de las elecciones para las diez y puedo dedicarme un poco a los placeres de la inteligencia.
Pero los medios de comunicación tienen razones que la razón no entiende, y a eso de la hora de cierre de los colegios electorales Wikileaks y los periódicos a los que se ofreció la exclusiva de nuevas revelaciones sobre la diplomacia estadounidense desataron un bombardeo informativo que aún dura. Más de uno, entre los que no me cuento, debió pensar que se había desatado una conjura cósmica para enterrar el resultado de las elecciones catalanas entre montañas de información basura. Todo hay que decirlo, es probable que el resultado del partido del día siguiente fuese más determinante en el estado de ánimo de las relaciones entre Catalunya y el resto del estado que las propias elecciones, y desde luego recibieron más cobertura mediática. Y en cualquier caso, creo que tanto quienes ganaron como quienes perdieron agradecieron que pasase de ellos el cáliz mediático, con la muy probable excepción del PP.
Pero aunque tirios y troyanos agradeciésemos que la noticia dejase de ser notícia, la rapidez con que lo hizo dejaba un cierto sabor agridulce. Y puede que más cuando comprobamos que la información sobre hechos dejaba paso a la información sobre opiniones, estados de ánimo, cabreos, rabietas, displicencia, bravuconería y demás actitudes inherentemente humanas que los diplomáticos estadounidenses —que los diplomáticos, tout court— despliegan en sus reportes palaciegos.
La cuestión era, y sigue siendo, cuál era la noticia: ¿qué pensaba la diplomacia estadounidense sobre Berlusconi, Putin, Sarkozy, Gadafi, los Kirschner, Cuba y Venezuela, el rey de Marruecos, Irán, los países del golfo, Corea del Norte o China? No. Todos lo sabíamos. ¿Que Rajoy no tiene carisma? ¿Que Aznar sueña dormido y despierto con volver a la política activa como salvador de la patria que hundió en una vorágine inmobiliaria? No. Todos lo sabemos. ¿Que el gobierno socialista da una de cal —retirando a las tropas de Irak— y otra de arena —dejando que la CIA nos sobrevuele a su antojo? Como si no conociéramos ya a Moratinos: esa es su especialidad, que para eso es diplomático de carrera. ¿Que la fiscalía general del estado tiene tanto tiempo libre como para asesorar a los estadounidenses sobre como evitar al juez Garzón o a la família de José Couso en sus demandas de Justicia? No sé de qué guindo pueden pretender que nos acabemos de caer!
Hay quien cree que la noticia son las pruebas. Qué error. ¿Quién necesitaba pruebas? ¿quién las necesita en un mundo en el que los hechos son tomados a beneficio de inventario una vez y otra, y en el que lo relevante, es decir, lo que mueve millones, no es lo que realmente sucede sino lo que algunos creen que puede suceder, los rumores, las previsiones, los riesgos? Si alguna cosa han probado las revelaciones de Wikileaks es que la noticia es la noticia: que los medios de comunicación tradicionales se alíen con los nuevos medios para no perder relevancia en el mercado de la comunicación. Esta join venture que se augura como una constante en los tiempos que vienen responde a la necesidad de los medios de continuar encarnando la representación de lo público y manifestar su independencia, utópica, de los deseos del espectador, o de los intereses del mercado o del poder.
Así que a nadie le extrañe si esa noche de domingo decidí cerrar mi ordenador y sumergirme en la extraña fantasía de que un hombre inteligente y socialmente disfuncional sea capaz de discernir, mediante la observación, la deducción y las pruebas, entre la verdad redentora y la mentira criminal.
2010-12-04 12:39
Si algo bueno tiene el caso Wikileaks es el renovado interés de los usuarios por redes como FreeNet o por conceptos que manejamos algunos frikis como el Criptoanarquismo y las Redes oscuras
De lo que si estoy seguro es que el diario El Pais ha encontrado un filón para posicionarse en los primeros puestos del Mercado de la Atención. El negocio es lo primero y el espectáculo absolutamente necesario para mejorar las cuentas de resultados.
Saludos
2010-12-04 13:25
No sé, pero a veces tengo la impresión de que para algunos da exactamente igual qué es lo que pase, todo se interpreta en clave cínica (del cinismo bien entendido, pero cinismo). ¿Que hay intereses de por medio? Siempre. ¿Qué para El País es un negocio? Evidente. ¿Qué es un soplo de aire fresco para nuestras democracias, independientemente de que vaya o no a suponer un cambio radical? Pues yo creo que también.
Saludos
2010-12-04 13:55
A mi lo que me molesta es que esos aires frescos sirvan para alimentar el cinismo de los Mercados o de los publicistas o cosas aún peores. Debe ser la edad y lo mucho vivido que le hace a uno desconfiar de todo :-)
Y ya que estamos, en apoyo a Wikileaks, he dado de alta este subdominio http://wikileaks.anboto.net/ por aquello de que el ICAM persigue tambien a wikileaks