La Factoría de Ultramarinos Imperiales ofrecerá a sus clientes, a través de la guillotina-piano —su dispositivo más acomodaticio—, un sinfín de discusiones vehementes sobre el arte y la cultura, y nada más. Josep Izquierdo es recargador de sentidos, contribuyente neto al imperio simbólico que define lo humano. Y si escribe, escritor.
Los abucheos a Zapatero durante el desfile militar del 12 de octubre han provocado un repentino interés entre algunas autoridades (por lo menos el rey y el príncipe) y algunos medios (por lo menos en uno) por la mala educación de los asistentes. Más allá de la discusión entre la libertad de expresión y la falta de respeto que algunos plantean, mi sorpresa ha sido mayúscula cuando, de repente, tantos parecen escandalizados por sutilezas del alma que la experiencia cotidiana nos demuestra que a nadie importan.
Hacer una lista demostrativa me parece huero: enciendan el televisor, salgan a la calle, escuchen a sus vecinos, entren en un aula, asistan a un mítin. La buena educación ha sido erradicada de nuestra realidad social, deplorada a izquierdas como excrecencia moral de la burguesía y, si bien es cierto que más recientemente, execrada a derechas por atentar contra las libertades individuales. Ahora mismo no es más que un residuo caduco del pasado, una indecente forma de hipocresía porque, al fin y al cabo, ¿qué otro desahogo le resta a quien vive en los estrechos límites de una sociedad cuyos mecanismos económicos no comprende y, por tanto, no controla, cuyo futuro depende de otros, cuyo presente no le permite alcanzar la satisfacción de sus deseos, y cuyo pasado fue feliz no porque lo fuese realmente, sino porque ése es el pathos del concepto cultural de pasado? Y mientras, la izquierda bienpensante lanzada a la carrera en su batalla por la recuperación de los “valores”, es decir, empezando la casa por el tejado.
La buena educación es la destilación de una comunidad social cuyo bienestar produce el excedente emocional necesario para que nos preocupe el prójimo y sus sentimientos. O la imposición por vía penal de determinados modos de relación social. La mala educación es, pues, el síntoma de nuestro tiempo, tan evitable como un herpes labial. Y tan agradable.
2010-10-17 23:23
Menos mal que en el palco las autoridades guardaron las formas :->
Saludos, enhorabuena por la web.