La Factoría de Ultramarinos Imperiales ofrecerá a sus clientes, a través de la guillotina-piano —su dispositivo más acomodaticio—, un sinfín de discusiones vehementes sobre el arte y la cultura, y nada más. Josep Izquierdo es recargador de sentidos, contribuyente neto al imperio simbólico que define lo humano. Y si escribe, escritor.
Voy a generalizar, claro. Y espero que el lector sabrá advertir que hay excepciones que, lamentablemente, confirman la regla. Pero me parece intolerable, aunque significativo, que las grandes editoriales españolas nos tomen el pelo y el dinero impunemente, y que contribuyan con ello al desprestigio del libro español y de las lenguas que éstos vehiculan.
Tengo ante mis ojos dos libros: The Crisis of the Twelfth Century: Power, Lordship, and the Origins of European Government, de Thomas N. Bisson, publicado en los EUA por Princeton University Press en 2009, y su traducción al castellano en la Editorial Crítica (que forma parte del grupo Planeta) en 2010. Los dos en hardback. En tapa dura, vamos. El primero me costó unos 33 euros al cambio. El segundo, 45.
El primero pesa aproximadamente 975 gramos (lo deberían ver ustedes ahora, metidito en la cubeta de mi peso de cocina que tal que ayer contenía un filete de emperador…). Y el segundo 1425 gramos. El primero mide 150×223×43, y el segundo 168×237×48. El primero tiene 677 páginas y el segundo 847. La cubierta del primero, en una tela encerada marrón, resistirá algún que otro café derramado. La del segundo, en papel imitación tela negro, más vale mantenerlo protegido con la sobrecubierta, porque resiste mal incluso unas manos sudorosas. Por tamaño y peso, el primero es un volumen manejable y transportable aunque no sea ideal para leer de pie en el metro. El segundo es útil para hacer pesas (ya que no para castigar a un niño con los brazos en cruz por su peso, que roza ya lo cruel).
Todo esto sin siquiera abrir el libro. Lo leí en inglés, primero, y compré la traducción para asegurarme de que había entendido lo que debía entender. Ya ven, uno tiene sus inseguridades, más que nada porque mi inglés es completamente autodidacta.
El volumen en inglés posee un diseño gráfico cuidado, con una tipografía legible y elegante (creo que es una Bembo) en todos los tamaños que utiliza (creo que una doce, u once y medio para el cuerpo principal del texto) y en todas sus formas, con una caja de escritura de 36 líneas. Las notas están a pie de página, como debe cualquier libro erudito. La disposición de la página es limpia, con márgenes correctos entre los que llama la atención y el agradecimiento del anotador un generoso margen inferior, que alivia considerablemente la visión de la caja de escritura. Los márgenes, pues, no sólo permiten leer sin fatiga sino incluso anotar con cierta holgura. El volumen en español está impreso en una voluminosa Times de 14 puntos, que la primera vez que abres el libro da la sensación de que sea negrita, en una caja de escritura de 38 líneas, y sin ajustes de kerning. Si añadimos que no trae las notas a pie de página, sino al final, contribuyendo así a la sensación de relleno excesivo de la página, su lectura se convierte en una tortura visual, a lo que contribuye enormemente que el margen interior de la página y el margen inferior tengan exactamente el mismo tamaño. En realidad, el espacio que deja en blanco la página en inglés no es significativamente mayor que el de la página en español (apenas tres puntos y medio porcentuales), pero el diseño ha hecho de la primera una ordenada hilera de hormiguitas, y de la segunda una baraúnda de hormigas gigantes después de un pisotón.
No quiero dejar de lado, antes de seguir, la cuestión de las notas a pie de página o al final. Las notas marginales y a pie de página son una conquista de la inteligencia humana en relación con el texto escrito y con la imprenta: permiten jerarquizar los contenidos, conjugar texto y comentario, o distinguir visualmente entre hechos, teorías e hipótesis, cosas todas ellas imprescindibles para la correcta intelección de escritos que tengan como objetivo el sabio prodesse y no (o no sólo) el consumo popular e inmediato del delectare. Exiliar las notas a pie de página al final del libro no sólo lo hace incómodo (por tener que ir peregrinando de un lado a otro del libro), sino que lo desnaturaliza. Hay un hecho que lo evidencia. El libro en su versión española, en realidad, sí tiene notas a pie de página: se ha pedido a los traductores que “expliquen” términos, hechos y personas que pudieran ser arcanos para el lector, con el objetivo evidente de rebajar el nivel de conocimientos que deba poseer el lector potencial. No hay problema, pero, entonces, ¿Por qué se aumenta en un tercio su tamaño, su peso y su extensión? Si descuidas el diseño, vas a perder más lectores de los que ganarás “facilitando” el texto y el contenido, porque no les dará tiempo a entrar antes de sentir un inmediato rechazo ante el objeto físico que todavía es un libro, y su negocio.
En cuanto a facilitar el texto y su contenido: ¿a qué juegan las editoriales con las traducciones? ¿Qué pasa, que les han pagado por página traducida en lugar de por página del original? ¿Que les han dado dos semanas para realizar el trabajo? El libro en inglés está escrito con un estilo muy consciente, muy trabajado desde el punto de vista expresivo. El autor, en el prefacio, elogia a los estudiosos de la historia institucional tradicional frente a los “new historians”, y dice de aquellos que “escriben mejor (creo), o por lo menos de forma más convincente”. Y efectivamente Bisson escribe mejor y más convincentemente de lo que lo hacen la mayoría de los eruditos especializados en historia medieval. Esa forma convincente es austera sin que ello signifique que sea insustancial, al contrario. La traducción es, como mínimo, verbosa, cuando no manifiestamente descuidada, con momentos delirantes: como aquel, en el prefacio, en que el profesor Bisson recuerda a su esposa fallecida en 2005: “que a los cuarenta y tres años me instó en sus últimos momentos a terminar lo que con tanta paciencia me había venido animando a hacer.” Y a continuación habla de “nuestras hijas y sus esposos” de modo que se entiende que ya estaban casadas en esa fecha. O bien tanto la esposa como las hijas se casaron muy tempranamente, o hay un error de traducción: “And my wife of forty-three years” debería haberse traducido por “mi esposa durante cuarenta y tres años”.
Y si eso puede parecer anecdótico, no lo es tanto esto otro: “Al definir la tiranía, Juan de Salisbury emplea la fórmula ‘señorío violento’, noción con la que alude a un gobierno voluntarioso o contrario a la ley”, porque no se entiende. No se entiende por qué Juan de Salisbury equipara tiranía, señorío violento, gobierno contrario a la ley con “un gobierno voluntarioso”. La razón es que no lo hace, porque el adjetivo que utiliza Bisson es wilful, que además de voluntario (pero no “voluntarioso”) significa malicioso o doloso.
Y delirante si el texto en castellano habla de un poder represivo vulnerable al “enfurecido empuje de las gentes sometidas” donde el inglés dice “assaults […] from the people bellow”.
Así que uno acaba, efectivamente, enfurecido.
2010-08-07 12:35
Me ha gustado mucho tu artículo, pero anda, cuídame la ortografía … :)
2010-08-08 21:55
Glups! Gracias por el aviso (a tí, a Marcos y a Ana). La verdad, ha sido una descortesía imperdonable por mi parte. Corregido. Ruego disculpas.
2010-08-10 16:46
Realmente sí está bien el artículo y más d eun libro he preferido leerlo en inglés pese a que a veces tengo dificultades. Así aprendo un poco más. Soy de esos “frikis” que cuando hacen una reseña o una recomendación en www.entrelectores.com dice si hay fallos en la traducción o si es mejor leerlo en versión original, o, al menos, cuando son autores de lengua inglesa. Nunca superaremos en literatura a ese “no por mucho madrugar amanece más temprano “ de el resplandor.
;-)
2010-08-11 14:24
… y que contribuyan con ello al desprestigio del libro español y de las lenguas que éstos vehiculan.
el libro … estos…
vehiculan…
Sr. Josep…. bueno… nada, nada…