La Factoría de Ultramarinos Imperiales ofrecerá a sus clientes, a través de la guillotina-piano —su dispositivo más acomodaticio—, un sinfín de discusiones vehementes sobre el arte y la cultura, y nada más. Josep Izquierdo es recargador de sentidos, contribuyente neto al imperio simbólico que define lo humano. Y si escribe, escritor.
Llevo todo el curso citando la saga de Stephenie Meyer en mis clases de literatura para hacer entender a mis alumnas que el texto que ha convulsionado sus emociones hasta el delirio y excitado sus hormonas hasta la masturbación (no necesariamente física) es una inteligente recopilación de los tópicos culturales de la sociedad occidental en torno al amor, el sexo y sus consecuencias. Trágicas, por supuesto. Todo ello al servicio de uno de los fundamentos mayores de esa misma cultura: el miedo al otro, el miedo a “lo otro”. Pocas dudas de que, en el ser humano en general, ese miedo se despliega en esplendor durante el tránsito de la infancia a la edad adulta, y que afecta especialmente a aquellos seres humanos que son percibidos como “otros”: las mujeres. El miedo es siempre un instrumento de poder, y a pesar de nuestros esfuerzos las mujeres no tienen el poder si no es que hacen un esfuerzo, en muchas ocasiones sobrehumano, por dejar de ser “otro”, “la otro”, “lo otro”, por sentir, decir y actuar como hombres.
Es por eso por lo que he dicho “mis alumnas” (y debo añadir aquí: y mi hija) no porque dé clases en un instituto segregado. Lo he hecho porque sólo ellas habían leído la saga, confirmando la nada ambigua intención de Meyer cuando la escribió. Ellos, como mucho, habían visto alguna de las películas, seguramente arrastrados por sus parejas adolescentes sin ninguna resistencia hacia la oscuridad de una sala de proyección. Con una notable excepción: la de mi mejor alumno, que admitió haberla leído a pesar del escarnio que ello suponía a ojos del resto de los chicos, pues entendió que el libro le enseñaría muchas cosas sobre las mujeres. Como así es. Por no decirlo sólo con mis palabras, cito a Laura Miller a través de Martin Schifino, en una estupenda reseña publicada en el número de julio de Revista de Libros: “La fantasía femenina de ser rescatada de la oscuridad por un hombre poderoso y deslumbrante, de ser puesta a salvo de las vicisitudes de la vida por su fuerza y su dinero: todo esto resulta ser un sueño difícil de dejar atrás”. Pero las palabras de Miller no capturan del todo la esencia de la saga, y por tanto dejan sin explicar el porqué de tan fulgurante éxito entre las adolescentes de la cultura occidental. No se trata simplemente del cuento de la Cenicienta y su príncipe azul que la rescata de los peligros del mundo. El príncipe azul es el peligro: como vampiro, su desmesurada fuerza hará que la consumación de su relación (es decir, el miedo al sexo) se dilate durante tres de los cuatro verbosos volúmenes de la saga. Casi dos mil páginas que siguen al pié de la letra el tópico occidental de que el amor es imposible, en este caso porque el acto sexual en si, el hecho de que el protagonista masculino pudiese “dejarse llevar” sin restricciones, podía suponer la muerte para la protagonista, reflejando así fielmente el miedo de nuestras adolescentes a la primera penetración sexual, sobre la cual lo saben todo a nivel mecánico, pero lo ignoran todo a nivel emocional, todavía hoy tanto como durante la Edad Media.
Cuando Schifino califica la saga, hasta ese momento, como romance artúrico no está nada desencaminado, pues en alguno de ellos el miedo a la fortaleza física del hombre durante el acto sexual, que puede dañar e, incluso, matar, es manifiesta, y alcanza a sus homólogas tardías, las novelas caballerescas, como el Tirant lo Blanc, en la escena en que Tirant y Carmesina consuman su relación, descrita y narrada por la propia protagonista como si del asalto a un castillo se tratase. En todas ellas, y en la novela sentimental del siglo XV y principios del XVI, y en La Celestina, la consumación sexual comporta la muerte.
En la saga de Stephenie Meyer la consumación sexual comporta una muerte metafórica y diferida: el embarazo subsiguiente produce un híbrido humano-vampiro con la fuerza de su padre ya desde el vientre, que rompe la espalda, literalmente, de su madre durante el parto: la única forma de que la heroína viva es que muera: que sea convertida en vampiro por su amado, en una reiteración metafórica del primer desfloramiento, que en este caso remite al miedo a la falta de control de las mujeres sobre su biología, más concretamente el miedo al parto.
Y si todo hubiese acabado ahí, el resultado hubiese sido notable. Aún para alguien que, según Stephen King “no sabe escribir”, o según Martín Schifino “escribe mal con inmensa energía”, habría logrado transmitir los temores de nuestras adolescentes ante lo que el mundo hará con sus vidas con notable fidelidad: con los mismos clichés y tópicos con que ellas mismas lo harían. Pero durante las siguientes quinientas páginas, y como dice también Schifino, se convierte en una novela burguesa que no traspasa el límite moral del melodrama victoriano, puesto que todo acaba bien.
Pero eso también es un reflejo de cómo hemos educado a nuestras mujeres jóvenes. Las hemos educado en la incapacidad para percibir su condición de “otro”, y por tanto en la incapacidad para transformarlo.
PD. Y les dejo durante un par de viernes. Me marcho a Londres con mi mujer y mi hija, a ver si la ventilo de miasmas crepusculares, novolunares, eclipsales y amanecéricas. De momento le he impuesto como medicina la lectura de La evolución de Calpunia Tate. Volveré con ustedes el viernes 23 de julio.
2010-07-06 02:30
De acuerdo en lo que escribes, excepto porque hubieras puesto la indicación de “spoiler” al principio, porque yo que apenas leí Eclipse, me he enterado de cosas que ahora quisiera borrar de mi mente para leer Amanecer sin conocer el futuro :-)
Pero volviendo al comentario de los libros, en Crepúsculo, me quedo con el comentario de cuando lo terminé:
Quiero destacar que independientemente de ser un libro de vampiros, me quedo con la parte “humana”, es decir, el primer amor, el amor prohibido, áquel que sabes de antemano que está mal estar cerca de él, que tarde o temprano se volverá doloroso para uno de los dos o para ambos… sin embargo el amor es más fuerte y hace que exista la ilusión y la esperanza de que al final se encontrará una solución para que todo funcione. http://www.bookcrossing.com/journal/7164241/
Para Luna nueva, es el desengaño y la ruptura del primer amor, aquel que deja una huella pronfunda que sientes que no puedes respirar.
Y para Eclipse además de lo que comentas del temor al primer contacto sexual y a la espera del matrimonio, a mí no me gustó la infidelidad de Bella aunque destaco otras cosas en mi comentario: http://www.bookcrossing.com/journal/7411474/
No soy una adolescente y obvio que a esta autora le falta mucho para llegar a escribir bien, de hecho a mí el personaje de Bella no me gusta, tiendo a desesperarme cuando lo leo, el primer libro lo leí motivada a un circulo de lectura que comenzó en México y los otros los he leído por curiosidad porque no me gusta dejar las cosas a medias, ya veremos que opino del último, sin embargo como todos lo libros que tienen un boom publicitario, destaco la idea de que acercan a los jóvenes a la lectura, sólo espero que después de leer sagas famosas, se acerquen a las librerías y las bibliotecas para leer algo diferente.