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La guillotina-piano por Josep Izquierdo

La Factoría de Ultramarinos Imperiales ofrecerá a sus clientes, a través de la guillotina-piano —su dispositivo más acomodaticio—, un sinfín de discusiones vehementes sobre el arte y la cultura, y nada más. Josep Izquierdo es recargador de sentidos, contribuyente neto al imperio simbólico que define lo humano. Y si escribe, escritor.

Caligari, entre Obama y Medvédev

Patidifuso me quedé, en cuanto vi la foto de Obama y Medvédev zampándose una hamburguesa. Ya imaginarán ustedes que no tengo nada en contra de las hamburguesas (de hecho, las de El Federal, en Buenos Aires, me parecieron más pantagruélicas que las que puedo apreciar en la fotografía), pero la imagen del líder del mundo libre (y Commander in Chief) departiendo amigablemente con el presidente de la segunda potencia nuclear del planeta bajo el cartel de El gabinete del doctor Caligari me pareció, cuanto menos, inquietante. Tanto como para aplazar un artículo sobre la deslocalización autonómica de la pulsión autoritaria de la derecha española.


La trama de El gabinete del doctor Caligari es un flashbacks, que se inicia como la narración de uno de los personajes principales, Francis, a otro hombre. Cuenta que él mismo y otro personaje, Alan, aman a la misma mujer en la ciudad ficticia de Holstenwall. Sin embargo, el siniestro doctor Caligari llega a la ciudad para abrir un stand en la feria local y presentar su espectáculo de sonambulismo. Esa misma noche, una serie de asesinatos extraños comienza a tener lugar. Francis y Alan van a ver el show del Dr. Caligari al día siguiente. Su sonámbulo, Cesare, predice que Alan estará muerto en la madrugada, lo cual sucede porque César lo mata durante la noche. Francis, naturalmente, sospecha que César y Caligari tienen algo que ver con la muerte de Alan, pero otro sospechoso es arrestado después de tratar de imitar los crímenes de Cesare. Finalmente, parece que Caligari (y Cesare) son responsables de la muerte de Alan, y Francis persigue al doctor. Francis pierde su rastro cerca de un manicomio. Entra en el asilo y pregunta a los asistentes si tienen un paciente llamado Caligari. Uno de ellos responde que sólo el responsable del asilo puede revelar los nombres de los pacientes. Francis va a verlo, sólo para darse cuenta de que el jefe del asilo es Caligari. Finalmente, después de la muerte de Cesare al tratar de raptar a la prometida de Francis, Caligari se muestra como un loco, y Francis, ayudado por los asistentes del asilo, detienen a Caligari.


Pero el productor, por presiones comerciales y políticas, impuso un cambio: al final el espectador descubre que el loco no es Caligari, sino Francis, y que Caligari es su médico. El nuevo final, como dice Kracauer, “pervertía e incluso pervertía, sus intenciones intrínsecas. Mientras que la narración original exponía la locura inherente a la autoridad, El Caligari de Wiene [el productor] glorificaba a ésta y condenaba a su antagonista como loco”, a través de una jugada estilística que aunaba la tradición del narrador taimado, que no revelará hasta el final que él es el asesino, con la creación de una realidad alternativa que el público puede considerar como falsa (tipo Blade Runner, Matrix o, más recientemente, Avatar). Aunque probablemente, el núcleo original de la película conseguía transmitir la idea de que la autoridad enferma podía ser abolida sin necesidad de recurrir al surgimiento de un “Hombre Nuevo” que restaurase una autoridad legítima, sana. No puede decirse lo mismo de bastante del cine expresionista que le siguió, aunque sí  del cine negro de los años cuarenta que se inspiró en él, hasta llegar a Blade Runner, Matrix  y Avatar, no sólo citadas en orden cronológico, sino en grado de aproximación a la revolucionaria forma que adquirieron las ideas pacifistas que inspiraron Caligari.


Por eso no pude más que sentir un escalofrío en cuanto vi la foto. ¿Me miente un narrador taimado, y Obama pretende transmitir el aldeanismo del presidente ruso, y por extensión autoritaria, todos sus conciudadanos, o alguien ha creado una realidad alternativa en la que Obama apuesta por acosar a Europa también desde el este? Sí, sí, yo también deliro, como Francis. ¿o como Caligari?

Josep Izquierdo | 25 de junio de 2010

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