La Factoría de Ultramarinos Imperiales ofrecerá a sus clientes, a través de la guillotina-piano —su dispositivo más acomodaticio—, un sinfín de discusiones vehementes sobre el arte y la cultura, y nada más. Josep Izquierdo es recargador de sentidos, contribuyente neto al imperio simbólico que define lo humano. Y si escribe, escritor.
Rafael Beltrán, Tirant lo Blanc, de Joanot Martorell. Madrid: Editorial Síntesis (Colección “Historia de la Literatura Universal”, 6), 2006.
Nuestras aulas, en estos momentos, pese a las reformas y contrarreforma educativas, o a causa de ellas, continúan repletas de libros llamados “de texto” en los que el espacio dedicado a reproducir los textos propiamente literarios y comentarlos es ínfimo al lado del dedicado a la historia de la literatura. Un profesor de literatura en clase dedica mucho más tiempo a explicar la historia de la literatura que a explicar el texto literario, si no es que, simplemente, ordena a los alumnos que lo lean, y basta. No dudo en absoluto que nuestros alumnos acaban el bachiller habiendo leído al menos una parte de de las obras literarias más importantes de nuestras literaturas nacionales, pero, ¿qué provecho les habrá hecho esa lectura? ¿Habrán aprendido que los sueños de una cultura esconden a menudo una realidad en descomposición? ¿Que el modelo ético que nos ofrecen oculta la ausencia de referentes en la realidad para ese modelo ético? ¿Que, en este sentido, la verosimilitud, por hablar de un topos en los estudios tirantianos, es una trampa que difumina la realidad, profundamente disfuncional, de la sociedad de su tiempo, al igual que el cine y la televisión, con su verosimilitud visual y en movimiento es capaz de sustituir el stream of conciousness del espectador? ¿Que la anodina muerte del héroe, como la anodina muerte del autor, prefigura y anuncia la anodina catalepsia de su cultura durante siglos? ¿Les hablamos de estas cosas a los chicos y chicas en clase? Lo pregunto porque los libros “de texto” no dicen nada de eso, pero la lectura y comentario del texto en clase lo comportará necesariamente si somos capaces de hacerles ver así que la literatura es algo de provecho para mantenerse avisados sobre la vida que ya viven y la que todavía deben vivir.
Pero es difícil, si no imposible, que nuestros profesores de literatura puedan cumplir esta tarea, y realizar en clase este trabajo sin ayuda, sin instrumentos. Es significativo que una publicación reciente que aborda la enseñanza de la literatura en la secundaria desde el comentario del texto, no pueda aportar ningún estudio sobre el tema, ni ningún ejemplo de este procedimiento, en su bibliografía (Calatayud y Escrivà 2004). Carecemos, pues, de comentarios atentos a la letra y detallados con la tradición literaria y cultural que abran el camino para que la enseñanza de la literatura despliegue ante los alumnos todo su abanico de posibilidades de aviso, de ayuda y de guía. Y el libro de Rafael Beltrán no sólo cubre una parte de ese vacío, sino que puede y debe servir de modelo para otros libros que se tracen los mismos objetivos.
Si la crítica literaria debe ser el instrumento para el desarrollo de ese abanico, hay que decir que hay instrumentos romos, impropios y de mala calidad, como un destornillador comprado en la tienda barata de la esquina para salir del paso un domingo por la tarde. De éstos, tenemos muchos entre las aproximaciones didácticas a las obras literarias para uso enseñanza secundaria, o simplemente entre las menos frecuentes obras de divulgación crítica que deberían servir para, como dice Rafael Beltrán, “allanar, sin atajos absurdos pero con señalización simple y clara, las sendas que mejor nos orienten y conduzcan hacia la comprensión de la obra.”(p. 10).
Rafael Beltrán consigue el objetivo que él mismo establece para cualquier ensayo que tenga que llevar el sello de la alta divulgación. El suyo es un libro escrito con un rigor desacostumbrado entre las obras pretendidamente destinadas a un público no especializado, claro, y que posee la determinación de transmitir la complejidad con sencillez, y con una pasión estimulante. Y permítanme que añada: y en un español maduro y sabroso, también, ¡ay!, poco frecuente.
Pero el autor no persigue sólo un afán divulgador: “el segundo objetivo consiste en resumir, profundizar y, sobre todo, intentar ordenar algunos de los comentarios, análisis o estudios interpretativos que durante los últimos años han venido haciéndose sobre distintos capítulos, temas o aspectos de Tirant lo Blanc. “(p. 10). La natural dispersión de los estudios sobre el Tirant lo Blanc, en el espacio lingüístico, geográfico y académico y en un tiempo que abarca, desde los antecedentes y las fuentes hasta nuestros estudios actuales de la novela, pedía urgentemente este trabajo de síntesis del cual, como resultado de la inteligencia lectora y crítica de Rafael Beltrán, salen nuevas interpretaciones y nuevas líneas de investigación.
Lo que puede sorprender, en primer lugar, del trabajo de Rafael Beltran, es que utiliza para su exposición y las citas la traducción castellana de 1511, sistemáticamente comparada y complementada con las lecturas del original catalán. Fuera del efecto de extrañeza que provocará en el lector acostumbrado al texto original, es uno de los aciertos más grandes del libro. Además de ahorrar a los catalanohablantes la siempre enojosa cuestión de la cita original con la subsiguiente traducción, pone en valor un texto que forma parte intrínseca de la difusión de la obra catalana e incluso es condición sine qua non (junto con la traducción italiana del siglo XVI de Lellio Manfredi) de que nos haya pervivido sin sucumbir a los accidentes de la historia. Y es una traducción de una muy alta calidad, como señala oportunamente el autor.
La utilización de la traducción castellana sitúa, pues, el estudio de la obra de Martorell en una perspectiva un poco diferente de la que nos es habitual: no sólo el análisis y la interpretación de la obra a partir de sus fuente y antecedentes, sino la utilización de las lecturas y las traducciones posteriores para profundizar en este análisis. En el caso de Rafael Beltrán no se trata sólo de un estudio de las fuentes y de un estudio de la recepción de la obra en compartimentos estancos, como suele ser habitual, sino que se convierte en un ensayo de interpretación de un aspecto fundamental de la historia intelectual y literaria europea de los siglos XV y XVI: las novelas de caballerías, el primer fenómeno literario de masas que, a su vez, nutre los argumentos del primer fenómeno musical de masas en el siglo XVII, la ópera, y que alimentará los sueños de la razón de los ilustrados del siglo XVIII (no en vano uno de los corresponsables de la Encyclopédie se conocerá entre los amigos como “Tyran le Blanc”), hasta alimentar la narrativa romántica popular en partir del siglo XIX y hasta nuestros días con la literatura, el cine y la televisión. Todo esto sacando, si fuera posible, El Quijote de la ecuación. Si bien la ambición de Rafael Beltrán no es tan desmesurada como para abarcar con profundidad todos estos aspectos, todos son señalados de una manera u otra a lo largo del libro, y queda a la sensibilidad y la pericia del lector (y la del profesor de secundaria hacia sus alumnos) de establecer los vínculos necesarios que permiten hacer ver que el Tirant no sólo es “el sueño de una cultura” medieval, sino la fértil realidad de la más rentable contribución de la cultura catalana a la cultura occidental.
Tras un breve capítulo inicial donde actualiza los datos biográficos de Joanot Martorell, ponderando la importancia de los hallazgos documentales de Jaume Torró para cambiar la perspectiva que hasta ahora hemos mantenido sobre el autor —ahora mucho más cercana a la de un Ramon Muntaner del siglo XV que a la de un mini-Tirant frustrado— Beltran inicia la presentación de la obra en los capítulos dos y tres, donde describe la trama argumental y los personajes. Las cincuenta páginas del capítulo dos no son una mera secuenciación de la novela, sino que el autor aprovecha para ir sembrando las semillas de los problemas interpretativos que intentará resolver el cuarto capítulo, el más extenso del libro y su verdadero “núcleo duro”. Valga como ejemplo el siguiente pasaje del penúltimo párrafo del capítulo (p. 64):
Volvemos a nuestros interrogantes, tan abiertos como los que nos hacíamos tras la inesperada muerte de Tirante. ¿Significa el encumbramiento de Ypólito la resignación de Martorell ante un proceso de ascenso maquiavélico, opuesto al que él había diseñado para Tirante? ¿Significa un reconocimiento realista del fracaso de este diseño? […] Parece, en todo caso, difícil de negar que la sucesión de Ypólito revela un pensamiento cristiano pesimista sobre el poder de la Fortuna, que cercenar la vida de los excelentes y encumbró la de quienes, como Ypólito, representan, con algunos de sus aspectos más negativos, el avance de cierta nueva cortesana renacentista (véase 4.2.2).
Con el capítulo tercero, sobre los personajes de la novela, inicia la tarea de ordenación de la información y las interpretaciones de los estudios anteriores. Beltrán no sólo cumple esta tarea con eficiencia, sino que siempre está atento a las posibilidades de nuevas interpretaciones que surgen en la empresa, y cruza constantemente las referencias con otros capítulos, apartados y subapartados de su libro para que el lector complemente las argumentaciones. No es, pues, como no lo es la labor que desarrolla a lo largo de todo el libro, un mero status quaestiones, sino una forma de compactar el suelo a partir del cual debe continuar la labor de análisis e interpretación, que él mismo avanza. El apartado “La muerte extremada: el castigo al amor” (3.1.9, pp. 88-92), dentro del apartado dedicado al héroe de la novela, es ejemplar en este sentido: no sólo se expone lo dicho sobre el tema, sino que señala y recorre las relaciones intertextuales que este episodio dispara en todas direcciones: Ramon Muntaner, la literatura médica medieval y su utilización en la literatura misógina medieval, la comedia latina y la Celestina como piedra de toque de los amores trágicos tirantianos, y la tradición lírica cortés y la clausura del espacio lírico (y su degradación o parodización) como superestructura del episodio a partir de un estudio de Rosanna Cantavella (2003) . Pero como esta tarea sobrepasa de largo el ámbito de la caracterización del héroe para abarcar todo el significado de la novela, retoma la cuestión en no menos de tres apartados posteriores, en la sección cuarta del libro, entre los que cabe destacar los que dedica a Tirant como “Novela caballeresca y novela de Fortuna” (4.2. pp. 143-152), donde, con la ayuda del Curial e Güelfa y siguiendo el tema de la Fortuna y su asociación con las Sibilas en la tradición caballeresca catalana y castellana, y también en la narrativa sentimental, como el Siervo libre de amor, establece la estrecha correlación que existe entre Fortuna y Amor (pp. 150-151). Pero esta no es la única interpretación posible, y buena parte de la bondad del libro de Rafael Beltrán radica en que todas están, porque está convencido, y nos convence, que “no hay un Tirante, sino muchos, que tienen, en la suma de sus contradicciones, una coherencia que sólo el lector sabrá y podrá captar.”(p. 11).
Pero la piedra de toque de un crítico literario y de un investigador no son los héroes de las novelas. ¿Quién no es capaz de decir cuatro cosas coherentes sobre el héroe Tirant, con la inmensa cantidad de bibliografía que han producido la novela? The devil lives in the details… y la atención a los detalles de la novela en Rafael Beltrán modela el libro de una erudición, pero a la vez de un evidente amor a la obra que quizás en ningún otro lugar es más evidente que en el estudio de un personaje aparentemente menor, del todo secundario: Eliseo. Lean atentamente el apartado que le dedica, “Eliseo, la doncella fiel”, en las páginas 119-126. El diablo tendrá que huir de los detalles del Tirant si ve aparecer a Rafael Beltrán.
El capítulo cuarto, bajo el leit-motiv de la “Novela total” que Mario Vargas Llosa aplicara al Tirant, y que probablemente el autor mantiene y cita como anzuelo y ancla para el lector castellano, desarrolla una visión de la obra plural, y sostiene la irreductibilidad de esta visión plural a una interpretación unívoca de la novela. Beltrán habla de la novela militar y caballeresca, un tema en el cual es un reconocido especialista como editor de El Victorial de Gutierre Díez de Games; de novela caballeresca y novela de Fortuna; de la novela realista y documental, donde, lejos de discusiones peregrinas sobre el concepto, o sobre su relación con la verosimilitud, analiza lo que encontramos en la novela de la realidad cultural de su tiempo: la descripción del espacio en la novela, las estratagemas militares, los votos caballerescos, y uno especialmente exitoso: lo que llama “El documento del detalle cortesano”, donde estudia las invenciones, los paramentos, los bordados y las cimeras. Sigue el apartado dedicado a la “Novela de amor”, con la fascinación por el cuerpo femenino, el amor oculto y las bodas sordas, la religión del amor, “el lugar del voyeur y el equívoco del lecho”, o “ el galardón final”. El seguimiento que Beltrán hará en este apartado del tópico del monólogo dramático de la mujer en el momento del acto sexual, que en el caso de Carmesina revela, al tiempo que sucede, la pérdida de la virginidad, y que recorre desde el Pamphilus hasta la poesía de cancionero castellana, acaba con la siguiente reflexión que cualquier profesor de secundaria diligente aprovechará para aproximar el Tirant a la realidad de sus alumnos y hacerles ver que las técnicas narrativas medievales y su “poco original” obsesión por no separarse de lo que ya se ha dicho está mucho más próxima a los métodos narrativos de la actual cultura de masas de lo que habrían creído:
A la vista de estos fragmentos, queda en el aire la pregunta: ¿es que había otra manera de mostrar explícitamente el acto amoroso que no fuera a través del monólogo dramático femenino, venido del Pamphilus? Los realizadores cinematográficos saben que filmar una escena de amor significa adaptarse —con muy poco margen para la originalidad— a una serie de convenciones previas: planos medios, iluminación, énfasis musical, elipsis … En todo caso, es muy ilustrativo que el personaje del Tirant amador, que asedia a lo largo de centenares de páginas a su amada, siendo cautivado por ella, mostrándose primero cortés, luego tímido, más tarde devoto, a veces voyeur …, termine forzando su castillo como un vulgar macho bestializado de comedia. No olvidemos que ese comportamiento destemplado en el amor, cuando el hasta ese punto sensato Tirante pierde totalmente la cabeza, va a tener consecuencias funestas. Tirante, de nuevo como Aquiles (…), y por supuesto que también como el “saltaparedes” de Calisto, morirá por culpa de sus acciones amorosas brutales. Posiblemente no sólo por ellas, pero seguro que también por ellas. (p. 189).
El apartado siguiente, dentro de este cuarto capítulo, es “Novela de espectáculos”, título que ya de entrada resitúa el tópico de la teatralidad de algunos pasajes del Tirant. En el párrafo introductorio (p. 189), Beltrán deja clara la cuestión: “Si examinamos en detalle las escenas representadas en el libro nos damos cuenta de que todas ellas transparentan de algún modo espectáculos de la realeza, de la nobleza, de la ciudad o , en menor medida, de la Iglesia. No habría, por tanto, en Tirant, como por otro lado era de esperar, representaciones estrictamente originales.” Y analiza a continuación esta” transparencia “a través de los episodios de la “roca” en las fiestas de Inglaterra, el de la nave profética en el capítulo 189, y la ficción de la Viuda Reposada. El análisis de estos pasajes está dirigida, pues, como tantos otros a lo largo del estudio, a poner en evidencia que el epíteto de “novela realista” que tantas veces ha sido argüido a la hora de hablar del Tirant debe limitar su alcance al reflejo de los sueños de una cultura, y no al concepto de realismo literario que hemos acuñado desde la segunda mitad del siglo XIX y que aún usamos, aunque, afortunadamente, ya suene como un anacronismo.
En el apartado siguiente, “Novela de cuentos”, la experiencia de Rafael Beltrán en el análisis de la cuentística popular (Beltrán 2007) se pone de manifiesto con erudición y humildad retórica. A continuación, en “La palabra culta” comienza con una nueva manifestación de esa humildad cediendo el protagonismo a la obra importante de Josep Pujol sobre la memoria literaria de Joanot Martorell, y su recopilación y clasificación de las fuentes cultas del Tirant, y termina con un apartado sobre los debates cortesanos de y sobre las mujeres, “Palabra de mujer y questiones entre mujeres”. Y finalmente, el apartado “la palabra en acción” analiza los narradores internos en la novela, auténticos desdoblamientos del narrador principal, y la utilización de la palabra performativa en las oraciones aparentemente devotas.
El capítulo final, sobre la recepción del Tirant, actualiza los datos disponibles i es una excelente interpretación, aunque quizá en el futuro Rafael Beltrán nos dará páginas más extensas sobre el tema. Especialmente reseñables por su interés a la hora de mover al público culto hacia el aprecio por el Tirant son las partes dedicadas a la fortuna de la novela en Italia, por su trascendencia en el Orlando furioso de Ludovico Ariosto y en la fortuna de esta obra como fuente de Shakespeare (Much Ado about Nothing) y en los libretos de la ópera barroca, como el Ariodante de Händel; también la dilucidación del “problema cervantino”, el elogio y condena en el famoso pasaje del Quijote, y la recuperación moderna de la obra durante la Ilustración francesa: la recepción de la traducción de Caylus en el ambiente ilustrado cercano a la Encyclopédie fue suficientemente notable como para que Madame d’Épinay, vinculada al círculo de los enciclopedistas y amante de Friedrich Melchior Grimm, un emigrante alemán que formó parte del núcleo más reducido de redactores y propagandistas de la Encyclopédie, le dirigiera en 1756 una composición en verso con el título Épitre pour Tyran le Blanc donde protesta amorosamente por la tiránica insistencia del amante y maestro a la hora de pedirle ejercicios literarios de diversa factura.
Finalmente, una apreciación sobre la repetida utilización del adjetivo realista a lo largo del libro. Como he dicho antes, me parece que Rafael Beltrán no oculta nunca lo que entiende por realista: la verosimilitud del sueño de una cultura, de un Sein, y no la descripción fiel de un Dasein. Con todo, para el lector catalán, que normalmente no comparte la obsesión castellana por el realismo literario (lean sobre el tema Izquierdo 2008), se hace un poco engorrosa la reiteración, a veces.
El Tirant lo Blanc, de Joanot Martorell escrito por Rafael Beltran reúne, pues, lo mejor del rigor y la erudición necesarias para poder dar cuenta cabal de la complejidad tirantiana sin reducirla a una interpretación unívoca, al tiempo que lo hace de manera que cualquier lector culto no especializado pueda disfrutar y aprender no sólo de la novela, sino de su interpretación, y para que cualquier profesor de literatura pueda compartir el texto con sus alumnos a través del comentario de la obra en el aula.
Bibliografía
Beltrán, Rafael (2007): Cuentos populares valencianas. Antología, catálogo y estudio dentro de la tradición del folklore universal. Valencia. Publicaciones de la Universidad de Valencia.
Calatayud, F. y R. Escrivá (2004), “Los clásicos en secundaria y bachillerato”, en G. Bordons y A. Díaz-Plaja, coords.: Enseñar literatura en secundaria. La formación de lectores críticos, motivados y cultos. Barcelona, Graó, pp. 31-48.
Cantavella, Rosanna (2003): “Debate on Women in Tirant lo Blanc“, en The Querelle des Femmes in the Romania: Studies in Honour of Friederike Hassauer, W. Aichinger, M. Bidwell-Steiner, J. Bösch y E. Cescutti (eds.). Turia und Kant. Viena, pp. 45-56.
Izquierdo, Josep (2003): “Trasladar la memoria, traducir el mundo: la prosa de Ramon Muntaner en el contexto cultural y literario románico”, en Cuadernos de Filología. Estudios Literarios, 8 (=Traducción y práctica literaria Edad Media Románica, edición de Rosanna Cantavella, Marta Haro y Elena Real). pp. 189-244.
—- (2008): “Francisco Rico, España, la novela y la realidad”, en La guillotina-piano, columna semanal en Libro de Notas, http://librodenotas.com/laguillotinapiano/14696/francisco-rico-espana -la-novela-y-la-realidad, último acceso en octubre de 2009.
Pujol, Josep (2002): La memoria literaria de Joanot Martorell. Modelos y escritura en el Tirant lo Blanc. Curial Edicions Catalanes-Publicacions de l’Abadia de Montserrat. Barcelona.
2010-01-16 11:20
Gran reseña, Pep, me anoto el libro.
En lo que me atañe, como profesor de literatura en Secundaria, un par de notas: ya no somos profesores de literatura, sino de lengua y literatura; podría parecer baladí, pero no lo es: se han reducido las horas de clase en más de un 50%, pero se mantienen los mismos contenidos (bueno, y añadiendo todo lo relativo a interdisciplinariedad y “moral democrática”), de modo que ahora se convierte en un batiburrillo sin sentido. Uno ha de tomar la decisión de prescindir de buena parte del temario y aún así tendrá que ir a las carreras para tocar lo que considere esencial de lengua y de literatura. Afrontar en estas condiciones comentarios profundos y enriquecedores es una tarea complicada, ya no sólo por el problema del tiempo, sino que por todas estas razones los alumnos llegan con carencias serias que dificultan terriblemente la elaboración de estos comentarios.
Saludos