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La guillotina-piano por Josep Izquierdo

La Factoría de Ultramarinos Imperiales ofrecerá a sus clientes, a través de la guillotina-piano —su dispositivo más acomodaticio—, un sinfín de discusiones vehementes sobre el arte y la cultura, y nada más. Josep Izquierdo es recargador de sentidos, contribuyente neto al imperio simbólico que define lo humano. Y si escribe, escritor.

Las olimpíadas, la última utopía fascista

Tras el accidente de Barajas, el Comité Olímpico Internacional ha denegado el permiso para que los atletas españoles incorporen a sus uniformes cualquier signo de duelo. El argumento justificativo ya se lo avancé yo a mi mujer: si ellos podían personalizar sus uniformes para manifestar públicamente sus sentimientos, ¿por qué no los georgianos, o aquellos que estuviesen en desacuerdo con la ocupación china del Tibet, o contra la ocupación de Irak, o en su favor, o contra los musulmanes, o contra los judíos, o contra el vecino que se hurga la nariz? En otras palabras, contra el mismo y supuesto espíritu olímpico, que pretende ensalzar la hermandad entre los seres humanos, el olimpismo excluye de sus espacios cualquier manifestación del espíritu de esos seres. O mejor, se inhibe a la hora de decidir qué está bien y qué está mal.

Sólo que, si se inhiben sobre lo que está bien y lo que está mal, ¿por qué excluir a los atletas que se dopan? Me dirán ustedes que en ese caso sí que hay unanimidad en la “familia olímpica” sobre qué debe hacerse. No es cierto, si sigue habiendo miembros de esa familia que lo hacen. No no, pero es que si lo hacen es que no forman parte de ella. ¿O sea, que expulsamos a quien no cumple con el espíritu olímpico? Sí, por eso han expulsado a un luchador que lanzó su medalla al suelo para mostrar su descontento con el arbitraje. Ser maleducado es motivo de expulsión pero agredir a otras naciones no lo es, por eso no han expulsado a Rusia de los juegos, o han permitido que China los organize. La violencia está bien siempre que sea del poderoso contra el débil. Y siempre que sea de una nación contra otra.

Los juegos olímpicos son un acontecimiento de exaltación del espíritu nacional. ¿Por qué no un acontecimiento protagonizado por hombres libres, como en la antigua Grecia? Ah, claro, eso dejaba fuera a los esclavos y las mujeres, mientras que la estructura nacional garantiza que acudan a los juegos hombres y mujeres libres. ¿Sí? Pues, en todo caso, habrá que hacer un poco más de pedagogía entre los comentaristas deportivos, que se han hartado de hacer comentarios racistas y xenófobos sobre los atletas nacionalizados, algunos de ellos peligrosamente cerca del neofascista “España para los españoles”.

Y, finalmente, el fascismo. Ya estamos, me dirán. Pues sí, ya estamos. Andaba yo leyendo una Very Short Introduction al fascismo, de la Oxford University Press (uno de esos magnos proyectos divulgativos con que nos regala de cuando en cuando el mundo anglosajón), cuando su autor, ya al final del librito, esboza la convicción de que muchos movimientos sociales no asumen abiertamente la herencia “modernizadora” del fascismo histórico no sólo porque el fascismo evoca miedo, sino porque muchos de los rasgos de la sociedad de entreguerras que hicieron del fascismo lo que fue no son tan evidentes en la sociedad contemporánea, y lista los siguientes: la creencia de la profesión médica en la eugenesia, la convicción de que la seguridad nacional depende de una alta tasa de nacimientos entre la población nativa y de la autarquía económica, y la inclinación de la juventud por los uniformes y los desfiles. Fíjense ustedes en los verbos: creencia, convicción, inclinación. Una cuestión de espíritu de los tiempos.

¿Y cuál es el espíritu de los tiempos actuales que emana del olimpismo? La creencia en la eugenesia deportiva, la superioridad nacional frente al “otro”, el distinto, el extranjero, y la inclinación de la juventud por los uniformes deportivos y los desfiles. Pero, me dirán ustedes, ahora todo el mundo cree en el libre mercado, algo ha cambiado. ¿Sí?, ¿por eso los juegos olímpicos son amateurs, y no hay premios económicos? El amateurismo deportivo es un resabio de la autarquía, un sacrificio por la gloria de la nación.

A mí no me cabe ninguna duda que las Olimpíadas son la última utopía fascista.

Josep Izquierdo | 22 de agosto de 2008

Comentarios

  1. Sport
    2008-08-25 13:51

    Haz zapping.

  2. Josep Izquierdo
    2008-08-25 14:52

    ¿En Agosto? Quita, quita… El zapping es el refugio de los traidores. ¿Cómo iba a perderme algo tan emotivo e inolvidable, unos juegos tan grandiosos, con unas instalaciones tan fabulosas, con ese futurista aire catedralicio, con esas miríadas de gente movilizadas en favor de la causa, con una cartelera deportiva majestuosa, con unos protagonistas gloriosos que han subyugado la crispación política que han precedido estas tres semanas?

    ¿Esto valdrá como muestra de arrepentimiento si vienen a buscarme en alguna noche de los cristales rotos olímpica?

  3. Disidente
    2008-08-26 18:25

    He caído aquí por casualidad y ha sido un plácer leerte, cuando uno está mal se da cuenta de que otros están mucho peor.
    No entiendo llamar fascista a cualquier cosa q nos desagrade…¿eugenesia deportiva?...y antes comentas la oposición al doping.
    Comprate amigos y deja de masturbarte mentalmente.

  4. Cros
    2008-08-27 15:08

    Disidente: no creo que se trate de llamar fascismo a cualquier cosa que nos desagrade, pero hay que reconocer que muchas innovaciones introducidas por el fascismo (en Italia, y el nazismo en Alemania) son el origen de muchos fenómenos contemporáneos. La concepción “moderna” de las olimpiadas es una de ellas o, de forma más general, la instrumentalización del deporte como herramienta política. Sirva como ejemplo de ello las olimpiadas de Berlín del 36, o los dos mundiales conseguidos por Italia antes de la guerra.


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