La Factoría de Ultramarinos Imperiales ofrecerá a sus clientes, a través de la guillotina-piano —su dispositivo más acomodaticio—, un sinfín de discusiones vehementes sobre el arte y la cultura, y nada más. Josep Izquierdo es recargador de sentidos, contribuyente neto al imperio simbólico que define lo humano. Y si escribe, escritor.
Creo que voy a irritar a más de uno si afirmo que a mí me parece bien que se reúnan Educación y Servicios Sociales en un solo ministerio. Pero la gestación del cambio tal y como la han transmitido los medios de comunicación no me hace pensar que se haya hecho con la consciencia debida ni que se vayan a extraer de ello las consecuencias pertinentes. Que son, a saber: la primera, asignar trabajadores sociales a las instituciones de educación obligatoria. La segunda, echarme a mí. La tercera, que el bachillerato dependa de ciencia e innovación. La cuarta, que las enseñanzas profesionales dependan de Trabajo. La quinta, que se abra un concurso de ideas para ver qué demonios hacemos con las enseñanzas artísticas y humanísticas. La sexta, que se abra un concurso de ideas para ver dónde coño me meten a mí.
¿Mejorará con ello la educación en España? No lo creo, sinceramente, aunque conseguiremos que las cosas estén más claras, que nadie se llame a engaño, y, last, but not least saber qué hay de lo mío.
Me explico. La educación española ha conseguido los objetivos que se fijó a principios de los ochenta: niveles de escolarización del 100% hasta la edad laboral. Respondía a una problemática concreta de desindustrialización del país y de exceso de mano de obra. También a una cuestión de autoestima nacional: poder llamarnos europeos y civilizados (con la integración en la OTAN y en la Unión Europea en puertas) sin rubor ni vergüenza. Ese proceso convirtió la escuela, en la medida en que agrupa a toda la población de una determinada franja de edad, en el crisol en que se amalgamarían todas las contradicciones sociales de finales del siglo XX y lo que llevamos del XXI: en cuanto la riqueza de formar parte del primer mundo asomó por la puerta, el sentido de la escuela como lugar de oportunidades y ascenso social salió por la ventana, reduciéndola así a un mero limbo, un lugar de detención y espera, un espacio vacío a semejanza de una estación de tren, autobús o terminal de aeropuerto, en donde muchas veces las novedades pedagógicas actúan a modo de shop mall: la vistosidad y la moda juegan un rol más importante que la eficacia. Y que conste que no me refiero a los psicopedagogos asignados a los centros escolares, a quienes toca, normalmente, lidiar con los más bravos. Suelen realizar una labor excelente y, en algunos casos, enormemente sacrificada. Los problemas escolares provienen, en su inmensa mayoría, de la sociedad, y llegan a la escuela pública a través de la familia. Y por tanto necesita con urgencia expertos en intervención social que medien entre el individuo, la familia y la institución. Puede que les parezca una barbaridad, pero yo no descartaría que los incentivos económicos directos o indirectos jugaran un papel en esa mediación, más que nada porque hacernos los puritanos no nos ha llevado a ningún sitio: pueden leer algo sobre ello en el Science del 8 de febrero, en un especial sobre ciudades, que no enlazo porque es de pago.
Y así llegamos a la educación post-obligatoria. Hay que ver cómo nos pueden nuestros resabios humanísticos sobre la formación integral del individuo, y el hombre del Renacimiento como ideal educativo. Dejando de lado si alguna vez existió tal cosa y en qué condiciones históricas, hoy en día ese ideal no tiene sentido si no es como excepción, siempre loable y gratificante, para una regla que debe ser la inserción en el mundo contemporáneo en condiciones de desarrollar una vida productiva y autónoma. Así pues, creo que en lugar de continuidad debe haber ruptura entre los niveles educativos obligatorios y post-obligatorios. Si eso rompe con una determinada visión del mundo académico como idílico producto del espíritu desinteresado de los hombres, remontándonos al ateneo platónico, la academia aristotélica o las universidades medievales, puede que avancemos por el buen camino. Porque la institución académica actual nada tiene que ver con ellos, sino más bien con la revolución industrial, sus fases y sus necesidades: es una invención del siglo XIX, y no del V a.c. o del XIII.
En cuanto al arte y las humanidades, habrá que aprender a vivir fuera del paraíso. Porque en realidad nacimos fuera del paraíso, a diferencia de los hombres, y aunque se nos haya olvidado.
2008-04-18 15:59
He estado en institutos en que las buenas intenciones llevaban a intentar colaborar con los servicios sociales de la zona; lo normal es que esa colaboración resulte imposible, por distintos problemas, habitualmente descoordinación y falta de competencias o competencias sin asignar. Así que sí, no estaría mal que de algún modo cada centro tuviese asignado un trabajador social, bien independiente bien de los servicios sociales de la zona. De ahí podría venir, por ejemplo, una solución alternativa y más eficaz a las tan necesarias en ocasiones expulsiones por tres días, una semana… de los alumnos.
En cuanto a la educación postobligatoria… se la han cargado, y ahora intentan ocultar las cenizas; quizás si se volviese a un bachillerato de tres años y se reorganizasen los contenidos de la ESO y el Bachillerato, se consiguiese algo serio.
De lo tuyo no sé nada.
Saludos
2008-04-19 12:17
Hola Marcos,
Veo que los dos hemos tenido experiencias parecidas, sí. Hay que poner de relieve que nosotros recibimos la sintomatología de una sociedad enferma, y que servicios sociales en realidad es la sala de urgencias de un hospital (que atiende los casos urgentes o graves), solo que sin hospital. Mejor, el hospital somos nosotros. ¿Cuántos problemas detectamos en nuestras aulas que difícilmente serán tratados como corresponde porque todavía no son suficientemente graves o porque se ocultan detrás de una situación social acomodada y aparentemente normalizada? Aunque dice poco bueno de Servicios Sociales que no recurra a la escuela como herramienta de detección y diagnóstico. En mi instituto no estamos muy lejo ya de acabar así.
Otro tema de debate, al que puede que haya que dedicarle una atención específica, es el de la desigualdad de recursos entre comunidades autónomas. La situación en Valencia comienza a ser desesperada en Educación, Sanidad y Servicios Sociales, y aunque la realidad del resto del estado no creo que sea para echar cohetes, sí me parece que en otros sitios están, o estáis, tú dirás, mejor. Ya sabes, aquí están convencidos de que el agua lava todos los pecados del alma y del cuerpo, sobre todo si es del Ebro, nuestro Jordán.
Educación post-obligatoria: sí, probablemente los tiros deban ir por ahí. Y por una mayor relación con las universidades, incluso organizativa. Aunque la actitud de éstas deja en ocasiones mucho que desear: tras la masificación de los ochenta y principios de los noventa, todavía les cuesta entender que menos es más. A menos alumnos, mayor calidad. Una de sus quejas favoritas, que los alumnos les llegan cada vez peor preparados, es un lloriqueo quejumbroso si tenemos en cuenta que son ellos los que seleccionan quién accede a la universidad y quién no. ¿Por qué no hacen pruebas selectivas más exigentes? Todos sabemos la respuesta.
Lo mío es que mi asignatura es la más importante del currículum, y que no sé cómo la gente se atreve siquiera a respirar sin recitar de corrido la poesía completa de Ausias Marc. En serio: ¿es necesario que un niño, pongamos que de segundo de la ESO en Valencia, tenga cuatro profesores de lenguas: Castellano, Valenciano, Inglés y Francés, cada uno hijo de un método y una gramática, más algún que otro lector que se pasa de cuando en cuando? Los niños acaban sabiendo decir sujeto, verbo y predicado en cuatro idiomas, pero no saben ni hablar ni escribir en ninguno.
Bueno, ya me he quejado bastante.
Saludos
2008-04-19 23:11
La situación es kafkiana, al menos en el País Valencià. Ciudadanía poca, aunque sea en inglés. Los aparcamientos públicos (IES, CP) dejados de la mano de consellers y cargos sin ánimo de estudio; practicando unas autopsias sobre la educación dignas de un aprendiz de CSI, y una metodología más allá de l’ars dictandi .
Nada más surreal que la infanta Margarita (hermana del Rey, invidente, pobre) y la Alcaldesa de la ciudad inaugurando el El VIII Congreso Mundial de Educación, bajo el lema de ‘Lo mejor de los Mejores’, organizado por la Asociación Española de Enseñanza Privada (Acade).
¿Servicios sociales? Sí pero para alumnos y profesores de primaria, secundaria y bachillerato de la pública, que es la que vale, nos cuesta a todos. Ninguneados, marginados y cada vez más tristes.
Propongo un juego: Sitúense en la puerta de un Instituto e intenten adivinar qué imparte cada profesor que va saliendo al espacio exterior a toque de timbre. Les aseguró que los que más felices salen son aquellos que con su FP2, muchos aún, o con sus diplomaturas, licenciaturas, imparten ciclos formativos, de grado medio, caray que nivel!!!! No hay nada como el marketing, de nuestra Conselleria. Han vendido una moto con cilindrada, a los jóvenes les encanta la velocidad. Ellos, ellas, los profes de CF, salen radiantes, no se sienten maltratados, van a más. Ahora, que el que va más feliz sale, es aquel que imparte un ciclo de Grado Superior, algunos con menos estudios que sus propios alumnos, con experiencia por supuesto. Saben que cuando llega la primavera sus alumnos practican con el mundo laboral, dejaran de entrar en aulas prefabricadas o no, con goteras, sin medios y con suerte sin persianas.. Porque para ver el sol mejor la calle. Noticias de última hora: la Conselleria convierte centros de secundaria en específicos de FP sin informar a nadie. Educando en ciudadanía media y superior.
¿Servicios sociales? Sí, para el resto de la plantilla, por favor!!!!
2008-05-01 19:44
Iva yo a responderles pero encontré algo que resume lo que pienso al respecto en el Blog de M. Fernández Enguita
http://enguita.blogspot.com/2008/04/ministerio-de-los-dependientes.html