La Factoría de Ultramarinos Imperiales ofrecerá a sus clientes, a través de la guillotina-piano —su dispositivo más acomodaticio—, un sinfín de discusiones vehementes sobre el arte y la cultura, y nada más. Josep Izquierdo es recargador de sentidos, contribuyente neto al imperio simbólico que define lo humano. Y si escribe, escritor.
No sé si ustedes se habrán enterado, pero Francisco Camps, presidente de la Generalitat Valenciana, no contento con fundar una Valencian International University virtual (sic, inglés incluido, aunque de qué se van a extrañar ustedes, si este es el de eduqueison for de sitisens ) con el dinero que escamotea a las universidades valencianas existentes (que tampoco es que lo merezcan mucho, pero en todo caso si que deberían tener una muerte más piadosa que la inanición ), ha anunciado a bombo y platillo que encarga el proyecto arquitectónico (nada virtual) a Frank Gehry.
No hay que dejar de lado que la construcción de un edificio “emblemático” como sede de una universidad virtual está entre lo poético y lo delirante, y pone en evidencia que cualquier acción de gobierno de los máximos dirigentes del PP valenciano está en función de su megalomanía populista, cuando no de un ideal nacional rayano en la Germania de Hitler y Speers. No dudo que se autojustifiquen pensando que dedican cuerpo y alma a la construcción de templos a los dioses de la moderna religión, convencidos de que maravillar a los paganos es una condición inexcusable para conseguir que se adhieran al culto. La historia de las religiones, en especial la que ellos profesan con entusiasmo no disimulado, les avala. Y la moderna religión artística les ha proporcionado una magnífica coartada.
Si bien a ninguno de ellos se le ha oído mencionar todavía los adjetivos “faraónico” y “catedralicio”, no debe ser por falta de ganas, sino porque ya lo dicen otros con quienes les une una misma visión del mundo como tierra de reconquista, y de los hombres como infieles a los que hay que convertir. No es que yo lo piense, sino que lo acaba de decir Thomas Krens, a propósito del Guggenheim de Abu Dabi y del de Bilbao, y de su constructor de templos, Frank Gehry. Según él, los modernos templos, como los antiguos, son a un tiempo “tecnología, cosmología, ciencia y religión”. Y él mismo apostilla: “Impresionante”.
En una cosa estoy de acuerdo con Krens: el arte para las masas es la religión de nuestros nuevos tiempos modernos, y Krens es su profeta. Mesiánico y redentorista, su alianza con los poderes temporales le iguala con lo mejor del regalismo en su voluntad de poner cualquier trascendencia a los pies de quien manda: no puede estar más claro en sus declaraciones, en donde insiste en que el proyecto de Abu Dabi no le debe nada al arte, (“es la visión del príncipe heredero. Es su país, su dinero”), y que, en todo caso, siempre estará supeditado al poder (“pero la pregunta es: ¿para qué provocar a una cultura local? ¿Acaso para ocasionar un enfrentamiento político?”), y sujeto a su ideología (“y aunque una mínima parte de nuestra colección no se pueda exponer…”).
La comunión entre Krens y Gehry es indudable, y toda construcción de Gehry conlleva necesariamente no sólo el concepto de templo de Krens, sino su misma concepción de lo religioso en nuestra sociedad global, como ideología que soporta y engrandece el poder político. Si su aplicación al ámbito universitario por la Generalitat Valenciana supone la muerte definitiva de la universidad como ente autónomo y crítico, lo dejo al albedrío del lector, espero que todavía libre, aunque no soplan buenos vientos para eso tampoco.
2008-04-14 19:03
Entre unos y otros, qué pena, han convertido Valencia en un gran parque temático arquitectónico, cultural y mental. Y aún recuerdo las promesas de contruir aquella pista de Fórmula 1. Pero se ve que les gusta. Ahí están lo votos.