La Factoría de Ultramarinos Imperiales ofrecerá a sus clientes, a través de la guillotina-piano —su dispositivo más acomodaticio—, un sinfín de discusiones vehementes sobre el arte y la cultura, y nada más. Josep Izquierdo es recargador de sentidos, contribuyente neto al imperio simbólico que define lo humano. Y si escribe, escritor.
No he olvidado que les prometí un artículo sobre las “Visiones de España” de Sorolla, restauradas y expuestas en Valencia. Pero es que todavía tengo el turno para enero. Sí, como lo leen, enero. No me extenderé en las similitudes existentes en esta comunidad, purpurada por Dios mediante su vicario en la tierra, entre visitar al coprólogo y visitar a Sorolla, pero me huelo que no son únicamente temporales. Aunque la espera para lo uno y lo otro contribuyen a dibujar un retrato de Valencia bastante menos misericorde que los realizados por el pintor. Si a ello le unimos que según la última encuesta de hábitos de consumo cultural el 61,1% de la clase alta y media-alta, el 84,6% de la clase media y el 88,6% de la clase media-baja y baja de esta bendita comunidad no ha ido a ver ninguna exposición en los últimos doce meses, podremos concluir sin temor a equivocarnos, pero muertos de miedo por si nos linchan, que el éxito de público de la exposición tiene poco que ver con el arte y mucho con la identificación ideológica y estética de los valencianos con la “visión” de Valencia y España de Sorolla.
Pero del gobierno hablaremos la próxima semana, como decían Tip y Coll, es decir nunca. Ahora, y como aperitivo a mis catilinarias sorollísticas, que ya vendrán cuando la cola a la puerta del Centro Cultural de Bancaja me lo permita, les transcribo una carta de Vicente Blasco Ibáñez a Sorolla, escrita desde Buenos Aires en 1909. Que yo sepa, no ha sido publicada hasta el momento, y la leí durante una exposición sobre las relaciones entre Blasco y Sorolla (digna, por cierto, de estudio por parte del coprólogo) en el museo-chalet del escritor que el Ayuntamiento de Valencia reconstruyó ad maiorem gloriam sui en la playa de la Malvarrosa. En ella el líder republicano se muestra orgulloso por la posesión de un “condado”. Puede tratarse de uno de los excesos retórico-folletinescos a que nos acostumbró Blasco, pero el tono creo que nos acerca a la esencia de un pequeño burgués ávido de promoción social a través de la literatura y la política, hasta acabar (mal) en hombre de negocios:
“Buenos Aires, 22 octubre 1909
Querido Joaquín: por estar en lo más apartado de esta república, viviendo con los indios salvajes y estudiando sus costumbres, no he recibido hasta hoy tu carta. Muchas gracias por tu afectuoso recuerdo de pésame. Yo volveré pronto a España, dentro de un mes, pero para regresar el año próximo, y quedarme aquí para siempre. Soy propietario de cuatro leguas cuadradas de tierra de regadío, entre un ferrocarril y un río navegable. Algo así como ser dueño de tres cuartas partes de la Vega de Valencia. Además me dan aquí todo el dinero que necesite para poner en explotación este territorio, que es mi verdadero condado. Aparte de esto me llevo para la familia unos cuantos miles de duros. ¡Viva la Argentina, país de milagros adonde se llega artista y se sale hombre de negocios! Ahora sólo hay que trabajar. Hasta pronto. Recuerdos a Clotilde y tus hijos. Recibe un abrazo de tu afmo.
Vicente Blasco Ibáñez”