Ya me veía yo hablándoles de naderías: que si la dimisión-extirpación de Rosa Regás de la dirección de la Biblioteca Nacional, que si el ministro-maestro me ha regañado por un quítame allá unos mapas, y me ha dicho que no he hecho nada en tres años, pues me voy, hala, pero que se sepa que lo ha hecho un investigador argentino, hala, “un pobre linyera que ha dado con sus huesos en Madrid y se tumba donde lo agarra la noche”, que diría Marechal, digo yo; que si la dimisión de la directora del Reina Sofía, no se sabe por qué, aunque le oí en una entrevista en la SER que ya había girado la preceptiva visita vespertina de los viernes al despacho del ministro, que se ve que es cuando recibe para ceses y dimisiones; que si el nombramiento de una experta en derechos de autor para la Biblioteca Nacional (¿pero los autores presentes en la biblioteca nacional no tienen apañao ya lo de los derechos?)… Naderías, vaya, que no levantan ni polvo ni remolino.

Ya estaba yo resignado a aburrirles, como siempre, cuando han colgado la noticia de que Eva Hache, sí, la presentadora del programa ese de Cuatro que nunca veo porque ya es demasiado tarde para mí en más de un aspecto, va a presentarse a diputada en las próximas elecciones por su programa, que inscribirá como partido. He leído la noticia varias veces por si sólo era una chufla, pero, aunque lo es, parece que va en serio. ¡Por fin un reality verdaderamente arriesgado y ejemplar! ¡Nada de selvas exóticas ni de islas perdidas! Me parece que ya oigo las voces escandalizadas y escandalosas de escribas y fariseos clamando por la pureza del sistema político que nos rige, acudiendo raudos a apuntalar el edificio de la democracia burguesa post-segunda guerra mundial, con su separación de poderes y la prensa como contra-poder externo y garante de la fiabilidad del sistema. Era útil cuando había que enfrentarse a un bloque cuyas características eran justamente las contrarias, pero ¡hay! el muro cayó, y puede que hasta ahora no nos hayamos dado por enterados de verdad.

A mi me parece que la integración de la cultura de masas en el sistema político ya tardaba. O mejor dicho, que ya tardaba en volver. Ocurrió en España —y en otros paises— a finales del XIX y principios del XX, cuando la importación del periodismo de masas ( El Pueblo en Valencia, La Publicidad en Barcelona…) para un proletariado que accedía progresivamente a la alfabetización acabó con los huesos de sus directores en el Congreso de los Diputados (Vicente Blasco Ibáñez y Alejandro Lerroux). Simplifico, ya lo sé, pero no crean ustedes que tanto; exagero, sin duda, equiparando la alfabetización con la audiovisualización de la sociedad de masas. ¿O puede que no? De algo estoy seguro: no es que vuelva el populismo fin de siècle, es que ya está aquí: pregúntenle al PP valenciano.